Nunca había leído El Extranjero de Camus. Me sorprendió la aparente sencillez de la novela. Las oraciones denotan la economía característica del inglés americano: desnudo de excesos y preciso en el significado. La novela está narrada en primera persona. El protagonista nos narra la historia –su historia- como si fuera un personaje ajeno a ella. No reacciona, ante nada, se limita a contar la historia. A veces me daba la impresión que yo seguía una cámara, capaz de reproducir lo que veía sin la mínima posibilidad de reaccionar ante ello. La intensidad de las imágenes contrasta diametralmente con la simpleza, y vulgaridad de un hombre tan superficial como Meursault. Hubo momentos en que me preguntaba, ¿si podía un hombre tan simple, ser capaz de evocar dicha belleza poética? o ¿Sería que existía otro Meursault, subyugado por la figura robótica, ajena hasta para sí mismo?
Ya en la primera oración Meursault se nos revela como un hombre incapaz de sentir emociones. Recibe la noticia de la muerte de su madre con toda la frialdad del mundo; le da más importancia a cuando ocurrieron los hechos que a la muerte en sí. A él, todo le da igual. No conoce de amor, ni de sufrimientos, ni de ambición, ni de ideas. Va por la vida con el único propósito de saciar sus necesidades físicas: sentir el sol en su piel, el placer que le produce nadar, y tener relaciones sexuales con Marie, comer y dormir. Nada más.
Meursault es un espectador. Se limita a ver vivir a los que pasan frente a él, reclinado en un mueble, esporádicamente se fuma un cigarrillo, se retira a preparar algo de comer, y luego se acuesta. Vive totalmente al margen de las convicciones sociales; no le importa nada ni nadie. Sin embargo, no finge, hace y dice lo que piensa sin importarle lo que la sociedad espere de él. Esta es una conducta que la sociedad no le perdonará; por su atrevimiento se verá cara a cara con los representantes del código moral.
Para Meursault todo es igual; es decir un hombre puede casarse o no casarse, disparar una pistola o no dispararla, actuar o no actuar, pero al final nada importa. Todo da lo mismo. Esta conducta de Meursault está orientada en la concepción de Camus, de la vida como un absurdo carente de significado por sí misma; la vida es un viaje que irremisiblemente nos lleva a la nada, sin la posibilidad de otra vida. Para Camus distraerse buscándole significado a la vida en Dios y en el más allá, es una pérdida de tiempo que le resta a nuestra experiencia aquí en la tierra –la única vida que tendremos. Es por ello que el hombre debe aceptar que el viaje en sí es absurdo, y a su vez dotarlo de significado individual.
La transformación de Meursault llega precisamente cuando se encuentra ante la consecuencia de sus actos: será ejecutado. Se da cuenta que será ejecutado no por el crimen que cometió sino por no haberse adherido a las normas sociales;por decir la verdad ante un sistema que esperaba que el mintiera en su defensa, que se conformara a las reglas con las que jugaban todos. No le perdonaban que no hubiera llorado por la muerte de su madre, que no amara a Marie, que no creyera en Dios, que no tuviera un motivo que justificara su crimen y que no se mostrara arrepentido. Ante todas estas ofensas el haber matado a un hombre pasó a un segundo plano.
Al final de la novela Meurseult, acepta lo absurdo de la existencia tal cómo lo concebía Camus. Empieza a hurgar en su pasado, recuerda a su madre; se da cuenta que había pasado por la vida y no había vivido. En un acto consciente empieza a recrear su vida, a vivirla a través de sus recuerdos; cree entender por qué su madre inició otra relación en los últimos años de su vida: eso era comenzar de nuevo, equivalía a tener otra oportunidad, otra vida -como la que a él le hubiera gustado tener ahora. Su madre hizo lo que el no había hecho: había vivido. De pronto, el pasado y el futuro adquieren significado para Meursault.
Meursault insiste en no ver al cura de la prisión, porque éste no puede ofrecerle nada en su posición de mensajero de Dios; Dios no existe para Meursault, y perder el tiempo hablando del más allá, de falsas promesas, es una hipocresía en la que él no participará. Meursault se sabe otro, victorioso, y lleno de júbilo acepta su muerte, en una actitud desafiante e incomprensible para la sociedad que lo había condenado:
"As if that blind rage has washed me clean, rid me of hope; for the first time, I that night alive with signs and stars, I opened myself to the gentle indifference of the world. Finding it so much like myself - so like a brother, really - I felt that I had been happy and that I was happy again. For everything to be consummated, for me to feel less alone, I had only to wish that there be a large crowd of spectators the day of my execution and that they greet me with cries of hate."
Imagen tomada de Tierra de genistas.blog.com