sábado, 30 de noviembre de 2013

Un comentario sobre Cosecha de huesos de Edwidge Danticat

Cosecha de huesos es uno de los libros más difíciles de leer que he leído. La voz narrativa es a veces una camara cuya reproducción nos estremece. El lector siente lo contado como flechas cuyo blanco es el corazón. Danticat escribe con una prosa punzante, desnuda, poética a ratos. Usa una adjetivación potente, eficaz, y precisa para realzar la narración. La novela se lee rápido, sin embargo, a la mitad se hace un poco lenta, todo toma vuelo de nuevo a partir del inicio de la matanza.

La novela consta de 41 capítulos, la versión de los hechos que leemos es la de Amabelle. Los capítulos se alternan entre lo que ocurre en Alegría -luego en Cap Haitian-, y los pensamientos y sueños de Amabelle. Una vez que ésta y sus compañeros emprenden el viaje de retorno hacia Haití, la narración prescinde de sus reflexiones, y se centra en la matanza y sus consecuencias. Cuando Amabelle se establece en Haití vuelve a contarnos de sus sueños, anhelos y temores.

Cosecha de huesos es una obra de ficción, sin duda, pero sólo se la pueda leer en su contexto histórico: la matanza de miles de haitianos ordena por Trujillo en 1937. Danticat crea personajes ficticios que pudieron haber existido. Son totalmente creíbles, salvo algunas pequeñas incoherencias. La novela muestra el sufrimiento de los personajes en un largo contínuum: la explotación en los cañaverales, el horror de la matanza, la lucha por sobrevivir y retornar a Haití, y finalmente, el trauma psicológico de los sobrevivientes.

Sin embargo, la novela es, más que nada, la historia de Amabelle Désir, una joven haitiana cuya vida estuvo marcada por el río Masacre. En sus aguas perdió a sus padres a los ocho años, lo cruzó para escapar del corte, y al final de la novela Amabelle intenta encontrar en sus aguas un nuevo amanecer para la larga y oscura noche que ha sido su vida.

Amabelle fue encontrada al lado del río Masacre por la familia para la que trabajaría por diecisiete años. Lo que debió haber sido un viaje al mercado, al ahogarse sus padres, se convirtió en una larga estanacia en la República Dominicana, la cual sólo sería interrumpida por la matanza. Los rumores de que ésta se aproximaba la llevaron a decidir marcharse en compañia de su novio, Sebastien, la hermana de éste, y varios otros nacionales haitianos.

Escaparían por la noche después de misa, pero los planes se frustraron, pues los soldados llegaron antes de que pudieran intentarlo. Amabelle se salva por no haber llegado aún a la iglesia. Cuando se entera de que Sebastien y su hermana no han escapado, decide ir por ellos. Yves, el mejor amigo de Sebastien se marcha con ella. En el camino encuentran a otros que también intentan escapar de la masacre o buscan a  un ser querido.

Su destino es Dajabón, unos para ir a la cárcel por los suyos, otros para cruzar el río. En el trayecto se van dando cuenta de lo desesperado de la situación. Vieron villas encendiadas, una familia ahorcada en su propia casa, y al llegar a Dajabón fueron asaltados por una turba, que con perejil en manos, se abanlanzó sobre ellos. Uno de los viajantes es muerto de un machetazo, los demás escapan, algunos mal heridos. Su único objetivo es ahora evitar a los guardias para llegar al río e intentar volver a Haití.

Al final sólo sobreviven Amabelle e Yves, aunque ambos están físicamente vivos, nunca se recuperan de haber presenciado tantas muertes y mutilaciones. Amabelle se queda a vivir con Yves y su madre, pero, a pesar de haber vivido Cap Haitian de niña,  no encuentra la paz al volver a su pueblo natal. A través de los años, ella mantiene la esperanza de encontrar a Sebastien y a su hermana, pero las evidencias apuntan a que éstos fueron asesinados.

La historia que nos relata Amabelle es una verosímil versión, aunque novelada, de lo que pudo haber pasado durante la masacre de Haitianos en la República Dominicana en 1937. Hay a lo largo de la novela un deseo expreso de CONTAR lo vivido durante la tragedia. Edwidge Danticat hace un homenaje a los que perecieron, y sobrevivieron tal horror. Cosecha de huesos es una novela bien lograda, pero más que nada necesaria. Leerla es rescatar a las víctimas de esa otra muerte que es el olvido, y sobre todo una forma de decir, nunca jamás.

Matanza de haitianos:
Dominicans, Haitians Rember The Parsley Massacre 
The River Massacre: The Real and Imagined Borders of Hispaniola

domingo, 24 de noviembre de 2013

Punto final

En la vida como en la escritura hay que saber poner punto final.

No poner punto final en el momento preciso, tiene el mismo resultado en la vida como en la escritura: debilitamiento de la historia, redundancia, y hastío...

Todos conocemos gente gente cuya historia es circular, siempre gira sobre sí misma, atascada entre lo que fue o puedo haber sido. 

La vida precisa de ese punto final, en el momento adecuado, que nos catapulte a un nuevo principio, sin ataduras.

viernes, 22 de noviembre de 2013

El patético espetáculo del luto en las redes sociales

Amar más a los muertos que a los vivos, no es nuevo, pero los nuevos medios lo amplifican como nunca antes. No es lo mismo escuchar a una persona lamentar a un muerto que no valoró, o no conoció en vida, que tener que soportar toda una letanía de lamentos en Facebook o Twitter.

Más de una vez me he preguntado por qué la gente da riendas sueltas a sus emociones en las redes sociales ante muertos que apenas conocía, o que en vida nunca le importaron. Me parece un espetáculo de mal gusto e insufrible. 

Los más insoportables de los "dolientes" virtuales son aquellos que "sufren" la muerte de alguien a quien no conocían. Sin embargo, los que me revientan las vísceras son los que consternados lamentan la desaparición física de alguien para quien nunca tuvieron tiempo.  Ese exibicionismo, que se posiciona a medio camino entre el egocentrismo y el morbo, es patético.

Cuando murió mi abuelo, me sorprendió ver en Facebook cuánto lo querían muchos que jamás tuvieron tiempo para dedicarle un rato. Esta semana vi repetirse el mismo espetáculo: dolientes digitales exhibiendo su luto, cinta negra incluida, por la muerte de un familiar. Muchos de ellos jamás  cruzaron una palabra con la difunta. 

El amor que se profesa a los muertos esta exento de toda responsabilidad, por eso es tan común. Albert Camus lo ha dicho como nadie “¿… sabe usted por qué somos siempre más justos y generosos con los muertos? La razón es muy sencilla. Con ellos no tenemos obligaciones.”   

domingo, 17 de noviembre de 2013

Mi respuesta a un lector

Escribir es desnudarse ante el lector. Es mostrar las arrugas que llevamos en el alma como evidencia de haber vivido. Este blog ha sido una pequeña ventana a mi alma. El que haya leído estes blog sabe de mi soledad, de mi fortaleza, de mis inclinacioes política, de mi ateísmo, de mi amor por la literatura y el arte.

Esta mañana me llega un correo de un lector sobre mi entrada anterior. He decidido contestarle públicamente. He aquí lo que me dice:
"Entiendo cada palabra de este post como si las hubiera escrito yo mismo.
Como nos quedamos en la distancia, te haré una pregunta de las que suelen despertar odio. ¿has pensado en tu cuota de responsabilidad en esa situación que describes?
... "
Me alegra que lo que escribo tenga resonancia en otros. El deseo de identificarnos con los demás es una de las razones por las que escribimos. Esa búsqueda, a veces inconfesa, o tal vez  inadvertida, nos conecta como seres humanos, y hace de la escritura una experiencia universal.

Al leer el correo de mi lector, me quedé pensando. Creo ver más que nada la proyección de sí mismo sobre mí. ¿Sabe el lector la razón de su propia soledad? Quisiera pensar que sí, porque de poco sirve ahondar en la soledad ajena cuando se carece del conocimiento de la propia.

La respuesta a mi lector es sí, soy responsable de mi soledad, pero no por lo que él supone. Mi soledad no es gratuita, sino elegida como la mejor de las opciones disponibles. Ofertas nunca me han faltado, pero no todas las ofertas son aceptables para quien sabe cómo y para qué quiere vivir. El principio que guía mi vida es, preciamente, la pleana consciencia de cómo  y en qué quiero pasar mis días.

Soy una mujer que vive la vida que ha elegido vivir con todo lo que ello supone. Desde esta premisa es justo decir que soy responsable, en gran parte, de mi soledad. Me gusta asumir mis acciones, por algo no creo en dioses, ni en destino, ni en sandeces. Muchos pasan por la vida como autómatas, sin jamás reflexionar sobre el porqué de sus acciones. Jamás ha sido mi caso, y por ello, nunca me he arrepentido de nada, porque todo lo que he hecho ha sido una elección consciente.

Se equiva el lector al suponer que me es imposible vivir o compartir con nadie. He sido mujer de relaciones largas. Mi antigua pareja y yo convivimos por ocho años, aunque jamás nos casamos. No nos hacía falta, no nos importaba, y fuimos felices así. Al pasar de los años decidimos que nuestro ciclo juntos se había cumplido, y nos separamos. Al darnos cuenta de que ya no podríamos ser felices juntos, decidimos hacer lo más digno que pudimos: separarnos por respeto a lo que un día fuimos.

Si lo que supone mi lector es que mi soledad se debe a mis defectos como ser humano, se equivoca, no porque carezca de ellos, sino porque elijo la soledad al drama, a la misera, a la estupidez, al materialismo, al estar al al lado de un ser que está vivo, porque respira. Mi soledad es preferible a esa forma inaguantable de vivir. Quiero compartir mi vida con alguien, hacer vida juntos, compartir cosas comunes, estar juntos para compartir la tristeza y la alegría.

Sepa querido lector que la soledad no es ausencia de alguien o algo. La soledad es estar en presencia de alguien, y sentir que un oceano nos separa. Es no entender quién es el ser que está a tu lado, es no poder avanzar hacia el futuro con metas afines. Es saber que aunque estás ahí justo al lado, la distancia es insondable. Es querer estar en otro lugar, no poder comunicar lo que sientes, lo que anhelas, lo que deseas. Es saber que ese ser que está a tu lado es un desconocido, una persona con quien no te identificas, y a quien jamás podrás entender y viceversa.

Tienes razón, soy responsable de mi soledad porque tener compañía no puede ser la negación de lo que soy. No estoy dispuesta a cambiar mi soledad por migas, por mera presencia física, ni por llenar el requisito social. Mi soledad sólo la cambio por la complicidad de otro ser que busque esa bocana de aire puro que complemente lo que somos y que haga la existencia más llevadera.

Muchas gracias por leerme.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Inexistencia

Me gusta llegar a casa y adentrarme en su silencio, a veces acogedor, otras aplastante. Es mi reino de paz. Sin embargo, hay días en que quisiera un poco de guerra.

Esa soleadad que suele ser un exquisto placer, a veces me abruma. Y, entonces cambiaría su libertad salvadora por unas caricias, unas palabras, o hasta una riña...

Me canso de que todo empiece y termine conmigo, de saber que al tirar la puerta se clausura el mundo exterior, y que nadie ha de venir...

Al llegar a casa quisiera no encontrar las cosas suspendidas en el tiempo, rabiar un poco porque mis papeles no están donde los dejé, o porque hay ropa tirada en el piso...

O talv vez, lo que anhelo es un cómplice que entienda, por ejemplo, la tragedia que supondría amanecer sin el café que olvidé comprar, y presuroso iniciara un plan de contingencia.

Pero siempre que vuelvo, todo está intacto: mis papeles en el escritorio, no hay ropa esparciada en el piso, ni nadie con quien reñir. Y, el café que olvidé traer, deberá esperar hasta mañana como tantas otras veces...

No hay nadie detrás de la puerta. Nadie me espera, ni me extraña, y ésa es la más grande de las soledades. 

domingo, 10 de noviembre de 2013

Mi encuentro con Severino Di Giovanni

Mi curiosidad se encandila con la menor chispa. Casi siempre, lo que sigue es una pesquisa. Ésta es a veces estéril, y otras arroja placenteros descubrimientos. Mi última aventura empezó mientras leía sobre el anarquismo en la Argentina, y tropecé con el nombre de Severino Di Giovanni .

Este descubrimiento casual se ha convertido en una pista interesantísma. El libro que leía, El anarquismo en América Latina, menciona escuetamente el fusilamiento de Severino Di Giovanni en 1931. De inmediato, empecé a averiguar todo lo que he podido sobre este controversial personaje. ¿Quién era este hombre ? Era un italiano, radicado en Buenos Aires, practicante del anarquismo expropiador. A finales de la década de 1920 Di Giovanni se convirtió en el hombre más peligroso de la Argentina.

¿Por qué me interesa? Por varias razones, siendo la más importante mi investigación sobre el anarquismo expropiador en la literatura argentina. Me he formulado la hipotesis de que el anarquista italiano es el modelo sobre el cual está configurado uno de personajes que estudio. He llegado a tal conclusión tras haberme leído el libro Severino Di Giovanni: el idealista de la violencia de Osvaldo Bayer, y ponerlo a contraluz con mi análisis del personaje.

Es todo cuanto diré por ahora. El trabajo dificil está aún por hacer: cotejar la novela con los escritos de Di Giovanni, y probar o descartar la hipótesis. No importa lo que pase, por lo pronto estoy disfrutando la historia de este Robin Hood de la vida real quien por convicción ideológica y amor a la libertad, atentó contra el orden establecido, y pagó con su vida. 

jueves, 7 de noviembre de 2013