martes, 18 de abril de 2017

Caravaggio: Negación de San Pedro y Martirio de Sta. Úrsula

Puedo pasar un día entero en un museo, absorta en el arte, saltando de una sala a otra, sin ningún plan preconcebido, solamente dejándome llevar por los sentidos. Ayer, fui al museo Metropolitano de Nueva York buscando refugio, sacándole el cuerpo a las malas noticias. Cuando el día quiso ponerse ácido, decidí reorganizar mi agenda. 

La carnada fue la recién estrenada exhibición de las dos últimas obras de Caravaggio: el Martirio de santa Úrsula y la Negación de San Pedro. La primera es un préstamo de la Banca Intesa Sanpaolo de Nápoles, la otra es parte de la colección permanente del museo Metropolitano. Ambas serán exhibidas, una al lado de la otra, por los próximos tres meses.

En ambas pinturas el espectador es atraído, a través de la focalización de la luz, hacia las partes del cuerpo que Caravaggio buscaba realzar. Sin embargo, no es el aspecto realista lo que sobresale en los sujetos presentados, sino su estado psicológico o emocional.

fuente de la imagen: Wikipedia 

La Negación de San Pedro (1610) se limita a un soldado romano, cuyo único rasgo distintivo es la vestimenta militar -casco y coraza-, su cara queda oculta por la oscuridad, la mujer acusadora y el discípulo acusado.

La mujer, que mira fijamente al soldado en actitud inquisidora, subrayada por la luz que emana de sus pupilas, señala a Pedro como discípulo de Jesús. El rostro de Pedro se muestra contraído en un gesto que yuxtapone sorpresa y negación ante la acusación de la mujer. Dos de los dedos de Pedro, enfilados hacia sí, realzan su rotunda negación. Los tres dedos que apuntan hacia Pedro, tal vez, aluda a la profecía de Jesus de que Pedro lo negaría tres veces.

La iluminación ata los tres focos de interés del cuadro en una triangulación que se mueve desde la cara de la mujer hacia las manos y al rostro de Pedro. El soldado viene a ser una especie de utilería que a través de la cual la escena se manifiesta y adquiere contexto.

fuente de la imagen: Wikipedia 

Al igual que en la Negación de San Pedro, en el Martirio de Santa Úrsula (1610) Caravaggio concibe la escena del asesinato de la santa ante a un puñado de sujetos, sin las once mil vírgenes de la leyenda. Caravaggio capta el momento en que Úrsula se rehúsa a casarse con el jefe de los hunos y este le dispara una flecha asesinándola. Destaca la expresión del verdugo, la cual es una mezcla de rabia y, tal vez, de arrepentimiento.

En un aspecto de gran dramatismo y movimiento, una mano se antepone entre Úrsula y su verdugo. La mano parece corresponder al hombre que está a la derecha de Úrsula, cuya expresión es de angustia y total derrota al no poder salvarla. Detrás del foco del cuadro, como si estuviera casi fuera de la escena, Caravaggio se inserta a sí mismo, intentando alcanzar a ver el martirio. La mirada extendida sobre el hombre de la víctima y su boca completamente abierta reflejan su estado de conmoción.

Aunque fui a ver estas dos pinturas específicamente, vi todo cuando pude ver. Iba deslizándome de sala en sala descubriendo tesoros y reencontrándome con otros. Este post se haría demasiado largo si hablara de todo lo que vi y sentí durante mi visita. Subí algunas fotos de mi recorrido a Instagram.

Lo verdaderamente importante es que el conato de mal día no era ya ni siquiera un recuerdo cuando dejé el museo, pues para mí, el arte es siempre un buen refugio, un bálsamo.