domingo, 25 de septiembre de 2011

La noche que soñé con Misericordia

Se suponía que yo tomara un examen el 22 de agosto, pero por causa de mi accidente no pude hacerlo. Aunque no me presenté, éste estaba muy presente en mi mente, y me sentía un poco desilusionada por no cumplir con lo que me había propuesto. No había manera de no pensar en ello. Tal vez, por eso, la noche del 21 tuve un vívido sueño: al observar el examen, mis ojos se detuvieron en una pregunta sobre la novela Misericordia de Benito Pérez Galdós. ¡Qué gran problema! No me había leído el libro, y por consiguiente, no podría contestarla.

Me desperté agitada, sudorosa, e inmóvil. Llamé a mi mamá para que me alcanzara la libreta de apuntes que estaba sobre la mesita de noche. Era importante que no me olvidara del presagioso sueño. Escribí: Leer Misericordia. Me sorprendió mi conducta pues no suelo ponerle mucha atención a los sueños. En fin, lo anoté y me volví a dormir esperando que por la Misericordia no tuviera más pesadillas.

No tenía yo muchas ganas de hacer nada en ese tiempo. Y entre dolores, y narcóticos me olvidé del sueño, y de leer el libro. Finalmente, lo empecé, ya me he leído 36 capítulos. Una de estas noches recordé que un profesor muy querido había dictado un curso sobre Galdós, no hace mucho tiempo. Llamé a una compañera de la universidad para pedirle el programa de curso y ver lo que había asignado el profesor. 

Me atreví a hacer el ridículo, y le conté a mi compañera mi sueño galdosiano, y que esa era la razón por la que finalmente estaba leyendo Misericordia. La escuché decir "Es que no lo vas a creer. En realidad, cayó una pregunta de Misericordia en agosto." Me quedé boquiabierta, me lamenté de que no tuviera sueños tan lúcidos con los números de la lotería. ¡Qué suerte que no tomé el examen porque mi pesadilla se habría hecho realidad!

Pues ya ven que mi sueño misericordioso, al final, no me sirvió de mucho, porque dudo muchísimo que vuelvan a poner el mismo libro. Todo parece indicar que tendré que volver a soñar con otro libro que no me haya leído, y ojalá que, la próxima vez, no sea la noche antes del examen para tener tiempo de leérmelo. 

sábado, 24 de septiembre de 2011

Mi adicción a la tinta y al papel

Me aferro a algunas costumbres y se me hace difícil sustituirlas por otras. Este es el caso de la palabra impresa. Tengo un Kindle, leo blogs, leo libros en línea, y todo eso me gusta mucho, pero prefiero los libros impresos. Siento que me satisfacen más. Me siento más cerca, más conectada con ellos. ¿Manía? Tal vez.

Suelo perderme en las bibliotecas y librerías por horas. Y no me lo tomen a mal, pero me gusta hacer estas actividades sola, porque nunca sé cuánto tiempo me llevarán, y porque, a veces, la compañía me estorba al sacarme de súbito de los laberintos a los que me conducen los libros. 

Si pido el libro por correo, me disfruto el proceso de selección, la espera y al escuchar el timbre de la puerta, salto de alegría, como si se tratara de un gran acontecimiento. Esta semana pedí una edición de 1984 y Animal Farm porque después de muchos años se me antojó volver a leer a Orwell. Me pasé la semana a la expectativa, ansiando su llegada. Ayer al escuchar el timbre, me dije 'es mi libro' y quise ponerme de pie de súbito, pero un dolor punzante me recordó que, por ahora, no puedo hacer movimientos bruscos. Ya más despacio, me encaminé hasta la puerta, y ahí estaba una señora de marrón con mi nuevo tesoro.

Para mí, no hay nada como tocar el papel, sentirlo crujir entre las yemas de los dedos, y aspirar el olor a tinta recién salida de la imprenta o nauseabunda, apolillada, por el uso de los años. Me emociona sobremanera, leer libros de antaño, de esos que están reservados en bibliotecas especiales para los viciosos como yo, que no dudamos en ponernos unos guantes blancos, y sentarnos a revivir sus páginas frágiles, a punto de desintegrarse. Por eso, aunque lea muchísimo en formato digital, para esta terca, la palabra impresa nunca pasará de moda. 

jueves, 8 de septiembre de 2011

Rick Perry y la pena de muerte

La pena de muerte no debería existir en nuestra sociedad. Es un concepto bárbaro basado en la venganza y no en la justicia. Es un castigo inhumano, injusto e inmoral, aplicado de forma desigual a ofensores del mismo crimen de diferentes razas.

Anoche durante el debate delos pre candidatos del partido Republicano uno de los momentos más infames fue la confesión de Perry de que nunca ha perdido sueño por ninguna ejecución en Texas. No daba crédito a lo que escuchaba.  ¿Cómo es posible que Rick Perry tenga los COJONES de decir que nunca le ha perturbado el sueño ninguna ejecución en Texas cuando todos sabemos de las irregularidades que plagan el sistema judicial del estado?

Sólo una persona incapaz de razonar, o un cínico total puede hacer semejante declaración. No es posible no haber sentido si quiera dudas sobre la culpabilidad de alguien; o tal vez remordimiento por ejecutar a alguien con retraso mental u otras enfermedades mentales -acto inhumano e  inconstitucional.

Pero, si el comentario de Perry me enfureció, el aplauso del público ante 'la efectividad' de la pena capital en Texas me revolvió el estómago. Nunca he podido entender la sed de sangre de esos buenos cristianos sureños.

El debate republicano fue un evento tragicómico. Hubo momentos en que creí que debió ofrecerse al publico como un espectáculo de comedia, en Comedy Central. Pero no, no somos tan dichosos; tendremos que soportar las estupideces de esta cuadrilla, constituida mayormente de seres subnormales, por un largo tiempo.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

La escritura: mi búsqueda y mi bálsamo

La escritura es muchas cosas para mucha gente. Para mí es búsqueda y bálsamo. Es mi escudo ante el mundo cruel, mi mecanismo de defensa ante el terror de lo incontrolable, el freno que detiene la locura. Un lugar seguro donde refugiar mis miedos, mis sueños, mis frustraciones. Un lugar idílico donde el mundo es menos opresivo.

Ella me acompaña en la melancolía, en el éxtasis o la indecisión. Es esa puerta que nunca se cierra. Es leal, y siempre está dispuesta a curar mis heridas. Nunca me ha dejado sola, la única constante en mi vida.

Me aterra que algún día ya no la quiera, y decida alejarme de ella... ¿cómo podría lidiar con el mundo y sus formas incomprensibles para mi alma sensible y mi mente inquisitiva? Eso no quiero ni contemplarlo. Sin ella, probablemente terminaría en algún psiquiátrico, errada, perdida en la bruma de la locura incontrolada.