miércoles, 27 de diciembre de 2017

¿En qué se nos va el tiempo?

Solemos creer que si tuviéramos más tiempo, haríamos más. Leeríamos esa novela que se llena de polvo en la mesita de noche, escribiríamos un post, una carta, una novela, llamaríamos a ese amigo que hace semanas queremos llamar, aprenderíamos un nuevo idioma u organizaríamos el clóset. Claro, si tan solo tuviéramos más tiempo. La verdad es que encontramos el tiempo para hacer las cosas que verdaderamente queremos hacer, para aquellas que no, nos falta tiempo. La cuestión es cómo vencer el no querer hacer algo. Si nos sinceramos, no es tan difícil. No quiero hacerlo, no tengo que hacerlo, pues no lo hago. No quiero hacerlo, pero tengo que hacerlo, pues empiezo en este mismo momento.

La magnitud de un proyecto se convierte en el principal impedimento para terminarlo, pues pensamos que hacer un poquito es insignificante. Esto es un error enorme que nos paraliza y estanca nuestros proyectos, sean grandes o minúsculos. Este círculo vicioso se rompe cuando dejamos de postergar el trabajo, y empezamos a hacerlo, y nos marcamos pautas, como por ejemplo, el tiempo que le vamos a dedicar, sean quince minutos o unas horas. Lo más fácil y efectivo es dedicarle el tiempo del que disponemos, así sean quince minutos. La mayor parte de la batalla es empezar. Esto lo aprendí con los quehaceres domésticos, los cuales detesto con pasión. Si me pongo a pensar en TODO lo que tengo que hacer en casa es abrumador, pero si lo divido en pequeños proyectos, es perfectamente manejable.

A pesar de que aprendí un mundo haciendo la tesis, tal vez, el mayor aprendizaje haya sido el poder del tiempo bien empleado y que un proyecto grande se completa por parte. Como no disponía de mucho tiempo, porque además de estudiar trabajo a tiempo completo,  dividía lo que tenía que hacer en pequeñas tareas que podía completar en una o dos horas, y reservaba aquellas que requerían más tiempo y concentración para el fin de semana, cuando podía entregarme de lleno a ellas.  Así logré leer muchísimos libros, escribir montones de páginas, de las que sobrevivieron 273, las que conforman los seis capítulos de mi tesis.

"No tengo tiempo" es la excusa por excelencia de nuestro tiempo, y no está exenta de razón. Pero vale la pena reflexionar sobre las cosas en las que invertimos mucho de nuestro tiempo libre.  Hace algún tiempo hice esta reflexión, y me di cuenta que sí era cierto que tenía poco tiempo, pero también lo era que parte del que tenía lo empleaba en cosas que sumaban poco o nada a los proyectos que yo quería terminar. La más obvia, aunque no la única, era mi uso de las redes sociales, así que reduje casi por completo el tiempo que pasaba en ellas. También me negué a hacer todo cuanto no aportara nada a mis proyectos.  Aprendí una fórmula mágica: decir que no sin remordimiento.

El resultado de no invertir mi tiempo en cosas inútiles y dedicarle el tiempo del que disponía a mis proyectos, aunque fuera un ratito a la vez, valió la pena.  En el 2017 terminé la tesis, hice cambios en casa, escribí un trabajo para un congreso en Colombia, leí decenas de libros, me escapé unos días a Portugal sin sentirme CULPABLE y liquidé la lista de los pendientes.  

martes, 18 de abril de 2017

Caravaggio: Negación de San Pedro y Martirio de Sta. Úrsula

Puedo pasar un día entero en un museo, absorta en el arte, saltando de una sala a otra, sin ningún plan preconcebido, solamente dejándome llevar por los sentidos. Ayer, fui al museo Metropolitano de Nueva York buscando refugio, sacándole el cuerpo a las malas noticias. Cuando el día quiso ponerse ácido, decidí reorganizar mi agenda. 

La carnada fue la recién estrenada exhibición de las dos últimas obras de Caravaggio: el Martirio de santa Úrsula y la Negación de San Pedro. La primera es un préstamo de la Banca Intesa Sanpaolo de Nápoles, la otra es parte de la colección permanente del museo Metropolitano. Ambas serán exhibidas, una al lado de la otra, por los próximos tres meses.

En ambas pinturas el espectador es atraído, a través de la focalización de la luz, hacia las partes del cuerpo que Caravaggio buscaba realzar. Sin embargo, no es el aspecto realista lo que sobresale en los sujetos presentados, sino su estado psicológico o emocional.

fuente de la imagen: Wikipedia 

La Negación de San Pedro (1610) se limita a un soldado romano, cuyo único rasgo distintivo es la vestimenta militar -casco y coraza-, su cara queda oculta por la oscuridad, la mujer acusadora y el discípulo acusado.

La mujer, que mira fijamente al soldado en actitud inquisidora, subrayada por la luz que emana de sus pupilas, señala a Pedro como discípulo de Jesús. El rostro de Pedro se muestra contraído en un gesto que yuxtapone sorpresa y negación ante la acusación de la mujer. Dos de los dedos de Pedro, enfilados hacia sí, realzan su rotunda negación. Los tres dedos que apuntan hacia Pedro, tal vez, aluda a la profecía de Jesus de que Pedro lo negaría tres veces.

La iluminación ata los tres focos de interés del cuadro en una triangulación que se mueve desde la cara de la mujer hacia las manos y al rostro de Pedro. El soldado viene a ser una especie de utilería que a través de la cual la escena se manifiesta y adquiere contexto.

fuente de la imagen: Wikipedia 

Al igual que en la Negación de San Pedro, en el Martirio de Santa Úrsula (1610) Caravaggio concibe la escena del asesinato de la santa ante a un puñado de sujetos, sin las once mil vírgenes de la leyenda. Caravaggio capta el momento en que Úrsula se rehúsa a casarse con el jefe de los hunos y este le dispara una flecha asesinándola. Destaca la expresión del verdugo, la cual es una mezcla de rabia y, tal vez, de arrepentimiento.

En un aspecto de gran dramatismo y movimiento, una mano se antepone entre Úrsula y su verdugo. La mano parece corresponder al hombre que está a la derecha de Úrsula, cuya expresión es de angustia y total derrota al no poder salvarla. Detrás del foco del cuadro, como si estuviera casi fuera de la escena, Caravaggio se inserta a sí mismo, intentando alcanzar a ver el martirio. La mirada extendida sobre el hombre de la víctima y su boca completamente abierta reflejan su estado de conmoción.

Aunque fui a ver estas dos pinturas específicamente, vi todo cuando pude ver. Iba deslizándome de sala en sala descubriendo tesoros y reencontrándome con otros. Este post se haría demasiado largo si hablara de todo lo que vi y sentí durante mi visita. Subí algunas fotos de mi recorrido a Instagram.

Lo verdaderamente importante es que el conato de mal día no era ya ni siquiera un recuerdo cuando dejé el museo, pues para mí, el arte es siempre un buen refugio, un bálsamo.