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miércoles, 27 de diciembre de 2017

¿En qué se nos va el tiempo?

Solemos creer que si tuviéramos más tiempo, haríamos más. Leeríamos esa novela que se llena de polvo en la mesita de noche, escribiríamos un post, una carta, una novela, llamaríamos a ese amigo que hace semanas queremos llamar, aprenderíamos un nuevo idioma u organizaríamos el clóset. Claro, si tan solo tuviéramos más tiempo. La verdad es que encontramos el tiempo para hacer las cosas que verdaderamente queremos hacer, para aquellas que no, nos falta tiempo. La cuestión es cómo vencer el no querer hacer algo. Si nos sinceramos, no es tan difícil. No quiero hacerlo, no tengo que hacerlo, pues no lo hago. No quiero hacerlo, pero tengo que hacerlo, pues empiezo en este mismo momento.

La magnitud de un proyecto se convierte en el principal impedimento para terminarlo, pues pensamos que hacer un poquito es insignificante. Esto es un error enorme que nos paraliza y estanca nuestros proyectos, sean grandes o minúsculos. Este círculo vicioso se rompe cuando dejamos de postergar el trabajo, y empezamos a hacerlo, y nos marcamos pautas, como por ejemplo, el tiempo que le vamos a dedicar, sean quince minutos o unas horas. Lo más fácil y efectivo es dedicarle el tiempo del que disponemos, así sean quince minutos. La mayor parte de la batalla es empezar. Esto lo aprendí con los quehaceres domésticos, los cuales detesto con pasión. Si me pongo a pensar en TODO lo que tengo que hacer en casa es abrumador, pero si lo divido en pequeños proyectos, es perfectamente manejable.

A pesar de que aprendí un mundo haciendo la tesis, tal vez, el mayor aprendizaje haya sido el poder del tiempo bien empleado y que un proyecto grande se completa por parte. Como no disponía de mucho tiempo, porque además de estudiar trabajo a tiempo completo,  dividía lo que tenía que hacer en pequeñas tareas que podía completar en una o dos horas, y reservaba aquellas que requerían más tiempo y concentración para el fin de semana, cuando podía entregarme de lleno a ellas.  Así logré leer muchísimos libros, escribir montones de páginas, de las que sobrevivieron 273, las que conforman los seis capítulos de mi tesis.

"No tengo tiempo" es la excusa por excelencia de nuestro tiempo, y no está exenta de razón. Pero vale la pena reflexionar sobre las cosas en las que invertimos mucho de nuestro tiempo libre.  Hace algún tiempo hice esta reflexión, y me di cuenta que sí era cierto que tenía poco tiempo, pero también lo era que parte del que tenía lo empleaba en cosas que sumaban poco o nada a los proyectos que yo quería terminar. La más obvia, aunque no la única, era mi uso de las redes sociales, así que reduje casi por completo el tiempo que pasaba en ellas. También me negué a hacer todo cuanto no aportara nada a mis proyectos.  Aprendí una fórmula mágica: decir que no sin remordimiento.

El resultado de no invertir mi tiempo en cosas inútiles y dedicarle el tiempo del que disponía a mis proyectos, aunque fuera un ratito a la vez, valió la pena.  En el 2017 terminé la tesis, hice cambios en casa, escribí un trabajo para un congreso en Colombia, leí decenas de libros, me escapé unos días a Portugal sin sentirme CULPABLE y liquidé la lista de los pendientes.  

martes, 18 de abril de 2017

Caravaggio: Negación de San Pedro y Martirio de Sta. Úrsula

Puedo pasar un día entero en un museo, absorta en el arte, saltando de una sala a otra, sin ningún plan preconcebido, solamente dejándome llevar por los sentidos. Ayer, fui al museo Metropolitano de Nueva York buscando refugio, sacándole el cuerpo a las malas noticias. Cuando el día quiso ponerse ácido, decidí reorganizar mi agenda. 

La carnada fue la recién estrenada exhibición de las dos últimas obras de Caravaggio: el Martirio de santa Úrsula y la Negación de San Pedro. La primera es un préstamo de la Banca Intesa Sanpaolo de Nápoles, la otra es parte de la colección permanente del museo Metropolitano. Ambas serán exhibidas, una al lado de la otra, por los próximos tres meses.

En ambas pinturas el espectador es atraído, a través de la focalización de la luz, hacia las partes del cuerpo que Caravaggio buscaba realzar. Sin embargo, no es el aspecto realista lo que sobresale en los sujetos presentados, sino su estado psicológico o emocional.

fuente de la imagen: Wikipedia 

La Negación de San Pedro (1610) se limita a un soldado romano, cuyo único rasgo distintivo es la vestimenta militar -casco y coraza-, su cara queda oculta por la oscuridad, la mujer acusadora y el discípulo acusado.

La mujer, que mira fijamente al soldado en actitud inquisidora, subrayada por la luz que emana de sus pupilas, señala a Pedro como discípulo de Jesús. El rostro de Pedro se muestra contraído en un gesto que yuxtapone sorpresa y negación ante la acusación de la mujer. Dos de los dedos de Pedro, enfilados hacia sí, realzan su rotunda negación. Los tres dedos que apuntan hacia Pedro, tal vez, aluda a la profecía de Jesus de que Pedro lo negaría tres veces.

La iluminación ata los tres focos de interés del cuadro en una triangulación que se mueve desde la cara de la mujer hacia las manos y al rostro de Pedro. El soldado viene a ser una especie de utilería que a través de la cual la escena se manifiesta y adquiere contexto.

fuente de la imagen: Wikipedia 

Al igual que en la Negación de San Pedro, en el Martirio de Santa Úrsula (1610) Caravaggio concibe la escena del asesinato de la santa ante a un puñado de sujetos, sin las once mil vírgenes de la leyenda. Caravaggio capta el momento en que Úrsula se rehúsa a casarse con el jefe de los hunos y este le dispara una flecha asesinándola. Destaca la expresión del verdugo, la cual es una mezcla de rabia y, tal vez, de arrepentimiento.

En un aspecto de gran dramatismo y movimiento, una mano se antepone entre Úrsula y su verdugo. La mano parece corresponder al hombre que está a la derecha de Úrsula, cuya expresión es de angustia y total derrota al no poder salvarla. Detrás del foco del cuadro, como si estuviera casi fuera de la escena, Caravaggio se inserta a sí mismo, intentando alcanzar a ver el martirio. La mirada extendida sobre el hombre de la víctima y su boca completamente abierta reflejan su estado de conmoción.

Aunque fui a ver estas dos pinturas específicamente, vi todo cuando pude ver. Iba deslizándome de sala en sala descubriendo tesoros y reencontrándome con otros. Este post se haría demasiado largo si hablara de todo lo que vi y sentí durante mi visita. Subí algunas fotos de mi recorrido a Instagram.

Lo verdaderamente importante es que el conato de mal día no era ya ni siquiera un recuerdo cuando dejé el museo, pues para mí, el arte es siempre un buen refugio, un bálsamo.

martes, 27 de diciembre de 2016

De vuelta del cementerio de las palabras muertas

Cuando era niña siempre escuchaba a mi abuela y bisabuela maternas hablar de "tisanas", y sus excelentes propiedades curativas. Varias veces me hicieron tomarlas, ya fuera para el dolor de vientre, los parásitos, la gripe, o simplemente para diezmar mi afición al café mañanero. Según estas sabias mujeres, y como ha sido comprobado por la sabiduría campesina dominicana desde el principio de los tiempos, el cafe "pone a los muchachos prietos, brutos y no los deja crecer". En mi caso, podría ser la razón por la cual no supere los 5"2. Pero, dejaré la chercha a un lado, porque no es de ello de lo que quiero escribir, y mucho menos de los malolientes  brebajes, sino de la palabra que los designa.

Para empezar, a mí la palabra "tisana" siempre me pareció horriblemente fea, y nunca me animé a pronunciarla siquiera. Por lo que me extraña estar escribiendo este post sobre ella -no es un secreto de Estado que soy la dualidad sobre dos patas. En fin, el caso es que en casa decíamos té, independientemente de su preparación, ya fuera tisana o infusión... Aprendí la diferencia años después, ya que nunca me fue necesario saberla , pues las denominaba a ambas con el mismo nombre: té. 

Y para mí sorpresa, esta mañana mientras hacía un té, presencié una simbiosis entre tisana e infusión, que me trasladó a un lugar olvidado de mi infancia. Aunque la tisana, para mí, buena terca, seguía siendo té; todo empezó cuando el olor a hierbas se apoderó del ambiente, y me dejó paralizada. El té quedó sobre la mesa, desplazado, incapaz de reclamarme para sí. El olor que emanaba,  me recordó las tisanas de mi abuela. De pronto todo adquirió su sabor amargo, su tintura fuerte y un distintivo olor a epazote, saúco y otras yerbas, me envolvió completa.

Dicha combinación de olores, texturas y sabores me transportó, de pronto, a un lugar olvidado, pero que innegablemente sigue latente en mí. Allí encontré, tirado, un prototipo de mi misma al que apenas reconocí, pero no pude evitar sonreírle. Cuando salí de aquel lugar, ahora inasible, aunque no por ello irreal, iba ebria de deleite y añoranzas. Me pareció que, momentáneamente, había habitado en dos tiempos y ocupado dos espacios. 

Y, de repente, el olor se disipó,  regresé a la cocina. Inútilmente, quise retener el espacio y el tiempo que se desvanecían ante el toque del presente. Alargué la mirada,  los vi a lo lejos, en fuga hacia un lugar indefinido. Pero, sabía, que cuando menos lo espere, me reclamarán de nuevo, y yo me abandonaré en ellos, sin resistencia. Cerré los ojos, agradecí esa complicidad involuntaria,  y, me sentí feliz, completa, ahora ya restablecida a un único tiempo y espacio. 

Me senté y disfruté de la poción mágica que tenía delante de mí, fuera té o tisana, porque esta ahora tenía un sabor indescriptible y dichoso.  Y, por primera vez, tuve la necesidad de rescatar la palabra "tisana" del cementerio de las palabras muertas.

lunes, 7 de marzo de 2016

Una década de Planeta Atabex

Escribo porque lo necesito, sin embargo, a pesar de ello, he optado por no escribir. La razón: me falta tiempo y debo terminar mis proyectos inconclusos. No es una decisión permanente, claro está. Volveré a escribir con cierta regularidad en el otoño. Es difícil no escribir, especialmente ahora que estamos en medio de una campaña electoral cuyos candidatos dan mucho que decir; no es que tenga algo que decir que nadie no haya dicho, sino que la escritura es una forma saludable de procesar la estupidez que pasa por "política" en estos días. Muchas veces he sentido que me asfixio, pero debo cumplir con mi autoimpuesta abstinencia, y conformarme con respirar profundo.

Me he permitido escribir este post, y lo haré cada vez que pueda, por varias razones; una de ella es que Planeta Atabex cumplió ayer un década. Aunque no es ni la sombra de lo que fue, aun le tengo mucho cariño, y a pesar de que me ha pasado por la mente cerrarlo, es difícil vivir sin mi Planeta. Tengo un blog privado, el que he compartido con algunos lectores, pero este es mi consentido. Me gusta su naturaleza anárquica, reflejo de quien lo escribe, en la que cabe todo desde la reflexión personal, a la critica literaria, social y política. Es un fiel reflejo mío, y así quiero que lo siga siendo. Cuando algunas veces he pensado en escribir sobre sólo de un tema, siempre encuentro mil razones para desistir. Me gusta su esencia ecléctica y caótica.

Este blog ha significado muchísimo para mí. Ha sido una larga década que documenta mi evolución y crecimiento. He dejado plasmado aquí varios de los peores momentos de mi vida, pero también algunos de los mejores. He escrito sobre mis dudas, mi soledad, la melancolía, la inmigración, el desamor, la muerte, el ateísmo. He compartido mis gustos literarios por los cuales he hecho amigos y enemigos. He criticado leyes draconianas y discriminatorias, la xenofobia, el racismo, la desigualdad social, el militarismo, el colonialismo, las falsas pretensiones feministas de algunos grupos, y un largo etcétera. A pesar de que disfruto escribir sobre todo lo antes dicho, debo confesar que lo mejor de Planeta Atabex son los amigos que he hecho. A pesar de que la mayoría vive fuera del país, los considero verdaderos amigos, al igual que a los que viven cerca y veo de vez en cuando. Mis amigos blogueros se han convertido parte importante de mi vida, y a veces me parece mentira que nos conociéramos por aquí.

Mientras pensaba sobre este post, llegué a la conclusión de que no soy la misma mujer que inició este blog el 6 de marzo de 2006. Me creo más sabia, no sólo por los años y las experiencias vividos, sino porque me he vuelto mucho más escéptica. Mi escepticismo nace de mi inagotable necesidad de entender, de analizar, de preguntar, y de comprobar, en más de una ocasión, que las cosas no son siempre lo que parecen, y viceversa. La verdad se esconde a veces en los dobleces, en el claroscuro, pues todo es más complicado de lo que parece. Sin embargo, a pesar de todo, nada ha cambiado mis más profundas convicciones. Paradójicamente, me ha hecho mucho más radical en muchos aspectos. Sigo firme en la defensa de los desvalidos, en la denuncia de los poderosos, en la crítica del Estado. El Estado me parece una navaja de doble filo, un mal necesario tal vez, un instrumento que puede hacer justicia, corregir males sociales, corregir inequidades y socorrer al desposeído. Sin embargo, con la misma facilidad puede hacer JUSTO lo contrario. Por ello, es importante, no confiarse del todo, independientemente de quien gobierne. Debemos siempre vigilar, estar al tanto, y no desfallecer jamás en criticar, denunciar sus faltas, porque cada vez que nos callamos, pierden los más vulnerables de la sociedad.

Mi agradecimiento por leerme, por su amistad, y por todo lo que he aprendido con ustedes y de ustedes. Ha sido un honor darles la bienvenida a este mi Planeta y conversar con ustedes. Gracias a los que pasan por mi blog, disculpen mi descuido y ausencia. 
¡Hasta pronto!

martes, 16 de junio de 2015

Afrontar el presente

Vivir es un arte que se aprende con los años, o no se aprende. Esto es más complicado de lo que podría parecer. La vida es siempre ahora, no ayer, ni mañana.

Es inútil aplicarle reglas ni soluciones genéricas. No la podemos reorganizar como quisiéramos que fuera. Sólo los charlatanes que hacen fortuna con sus libros y charlas de autoayuda, y los ilusos que caen en sus redes creen lo contrario.

La vida es este momento. Ponderar cómo actuaríamos, si la situación fuera otra, es siempre un ejercicio fútil.

Se requiere fortaleza, valentía, autoconocimiento y sentido de orientación vital para afrontar los retos que se nos presentan.Nos toca perder, tomar decisiones difíciles, y aceptar, o rechazar las opciones que se bifurcan ante nosotros.

Decidir qué camino seguir es un ejercicio que se perpetúa en el presente. La elección puede resultar acertada o equivocada, pero hay que tomarse el riesgo de vivir, decididamentedesde nuestro presente, sea éste el que sea. 

domingo, 7 de junio de 2015

Una daga de acero frío llamada melancolía

Me llama mucho la atención la gente alegre. No estoy hablando de los que hacen malabares en las redes sociales para hacernos creer que sus vidas son perfectas. No. Ellos me dan pena. Hablo de esos seres que viven anclados en el lado alegre del espectro de la vida. Son maravillosos. Llenan cualquier espacio de luz y hasta logran contagiarnos.

Conozco a varias personas así. Tengo dos amigas de más de veinte años, y las veo siempre genuinamente alegres. Esto no significa que no tengan problemas, ni que la vida no les haya propinado varios golpes. No. Es que en ellas la alegría es una corriente que siempre fluye, libre de un dispositivo interruptor. La alegría es su elemento, su característica más prominente.

Las admiro, y las envidio.

Mi lugar está al otro lado del espectro vital. Nací triste. La melancolía ha estado conmigo siempre. Es un continuo, pero no recto, sino ondulado. Tiene gradaciones, a veces son más pronunciadas, otras menos, y en ocasiones hasta pueden ser imperceptibles; pero yo sé que ella está ahí, latente. Acechándome. 

La melancolía no se cura, se maneja. Se aprende a convivir con ella.

No tiene que ver con lo que me pase o deje de pasarme en la vida, aunque claro esto puede influir, pero no determinar. La melancolía simplemente es. Me brota de adentro, desde que tengo memoria. He aprendido a vivir con ella,  porque no hacerlo habría sido peor para mí. La coexistencia y la aceptación es parte de la estrategia para manejarla.

Mi niñez fue hermosa. Viví colmada de amor, en campo abierto, corriendo libre, sintiendo el viento alborotarme el pelo, y el agua del río salpicar mi cuerpo. Cierro los ojos y revivo aquel tiempo con devoción: un cielo azul caribeño, juegos al aire libre, frutas, animales, amigos, primos, hermanos. Aún puedo sentir el olor de los mangos, de las naranjas, de las guayabas o los cajuiles. 

Tuve todo lo que necesitaba para crecer feliz y segura: el amor de los míos, la naturaleza y la libertad para expresar mi curiosidad; tengo casi todo lo que preciso. He logrado casi todo lo que me he propuesto. He amado, he crecido como ser humano, soy libre de hacer lo que quiero; y sin embargo, nada nunca ha cambiado el fluir de esa corriente melancólica que vive albergada en el tuétano de mis huesos. 

La siento despertarse, gatear por mi cuerpo hasta cubrirme por completo. Es a veces una brisa suave que me roza la piel y me dice "aquí estoy", y otras un ventarrón que me lanza por el aire, sin aviso previo, y caigo en pedazos.

No hay otro remedio que aceptar su presencia; respirar profundo, decirme ya pasará, darme todo el cariño y comprensión posible; evitar juzgarme, y mantener los pensamientos negativos a raya;  y por supuesto,  hacer esas pequeñas cosas que me ayudan a mitigar sus embates: llorar, leer, escribir, ir al gimnasio, dar una caminata, ir al cine o consentirme con un masaje.

La melancolía reclama su espacio, lo ocupa, y cuando quiere se va... Y yo continúo, sabiendo que el día menos pensado, volverá como un soplo suave o un huracán, y me anclará su daga de acero frío en el estómago.

domingo, 12 de abril de 2015

Una semana repleta de microagresiones

El término "microagresión" fue acuñado en los años 70 por  el profesor Chester M. Pierce, de la universidad de Harvard, para referirse a una conducta inconsciente que refleja nociones discriminatorias hacia algún grupo minoritario. Las microagresiones son dañinas, a pesar de no ser deliberadas, ya que refuerzan concepciones racistas, clasistas o sexistas.

Las microagresiones hacia las mujeres son bastante comunes; puede manifestarse de la siguiente manera: objetivación sexual, lenguaje sexista, dudas sobre su capacidad intelectual, bromas sexistas, invisibilidad social, interrupciones mientras habla, silenciamiento y/o apropiación de sus ideas. Las microagresiones pueden ser sutiles por lo que quienes incurren en ellas no se dan cuenta de que reflejan concepciones discriminatorias.

He aquí algunos ejemplos:

El papel tradicional de los géneros:

El semana fui a desayunar con un amigo. Mi intención era pagar la cuenta porque la última vez que salimos, él había pagado. A pesar de que pedí yo la cuenta, el mesero se la entregó a mi amigo. Este acto tiene su origen en la creencia arcaica de que el hombre deben pagar siempre.  Hubo un tiempo en que la mujer no producía, y por lo tanto, el hombre siempre pagaba, pero la realidad ha cambiado. No tengo ningún problema en pagar la cuenta, como tampoco lo tengo con que la pague él.

La sirvienta de los hombres de la casa:

También vi cómo una madre hacía su parte para perpetuar la desigualdad entre los géneros al inculcarles a sus hijos que la mujer cocina y limpia, y los hombres simplemente están para ser servidos. Muchas madres hacen que las niñas le preparen una merienda a su hermano cuando tiene hambre, pero nunca al revés. ¿Por qué no enseñarle que se la prepare él mismo? ¿O, por qué no pedirle a él que le prepare la merienda a ella aunque sea de vez en cuando?

Invisibilidad social:

Estábamos listos para pedir la comida, a pesar de que inicié el contacto con ella, la mesera, de inmediato,se voltea hacia mi acompañante. Mi querido amigo, con quien he conversado de estas cosas, me cedió el privilegio de pedir primero, a pesar de la mesera. Por supuesto que la chica no tenía ninguna intención de hacerme sentir invisible, es tan sólo que estas practicas están arraigada en nuestra cultura patriarcal. Es hora de ir inclinando la balanza.

La voz de la mujer es prescindible:

Muchos hombres sienten la necesidad de hablar por las mujeres, en diversos ambientes. Los hombres frecuentemente explican lo que la mujer ha dicho, o simplemente la interrumpen. Estas actitudes se manifiestan desde una junta de trabajo, una discusión en las redes sociales o al pedirte la cena en un restaurante. La premisa, supongo, es que la voz del hombre tiene más peso, y prestigio que la de una mujer.

Para cazar marido debes ser sumisa, tímida y bien hablada:

Recientemente un amigo me saludó con estas dos frases: "Pero, Sonia, tú está' metida full en la política. Bájale algo a la política que tu asu'ta a los hombre'." Me quedé estupefacta. Prácticamente me dijo cállate para que pesques marido. Su opinión se basa en mis comentarios en las redes sociales y por lo que escribo en este blog.

Este tipo de actitud es normalizada socialmente, y por ello, mi amigo no tiene idea de lo machista y ofensivo que fue su comentario. En tan sólo dos oraciones me mandó a callar, a no pensar, a ser sumisa, y a ser deseable para un hombre. Cómo si yo no fuera suficiente por mí misma, y mi valor dependiera de ser la esposa de alguien.

Me fastidia que este amigo piense que tengo que dejar de ser quien soy para que un hombre se fije en mí. Si es ese el requisito, seré sola toda la vida. Mis proclividad a pensar, tener conciencia social y las garras para decir lo que pienso intimidan a un hombre, me parece muy bien. No me interesa atraer tamaño pusilánime. No soy un apéndice de nadie, soy una mujer que disfruta de la presencia de un compañero, pero jamás de un amo que limite mi forma de pensar y actuar

Cada de vez que una de estas situaciones se presenta siento una gama de sensaciones negativas que van desde la invisibilidad, a la rabia, a la impotencia. Hubo un tiempo en que se las dejaba pasar, ya no, ni una más, aunque claro, eso los lleva a calificarme de histérica. Conviene recordar que una mujer histérica es, casi siempre, una que no está dispuesta a soportarles su machismo. 

sábado, 3 de enero de 2015

Santo Domingo, historia de dos ciudades

Crucé el puente mientras miraba los asentamientos que yacen a ambos lados del Ozama y sentí vergüenza, compasión y rabia. Sin darme cuenta dos lágrimas se deslizaron por las mejillas al fijar las pupilas en el hacinamiento y la pobreza de los que allí malviven.

Sentí vergüenza por haber pasado unos días en una zona privilegiada de Santo Domingo sin percatarme de que existían estos seres encadenados a su desventura. No hay el menor indicio de ellos en el Santo Domingo de los opulentos centros comerciales, los exclusivos restaurantes, las torres y las acomodadas residencias.

Sentí compasión, porque mientras ni a mí, ni a mi familia nos ha faltado nunca lo necesario, sé que los habitantes de las favelas tienen que hacerla de magos para no morirse de hambre ni de una enfermedad perfectamente curable. Éstos son los hijos de machepa*, por los que no ha de preocuparse nadie.

Sentí rabia, porque gobierno tras gobierno la degradación de los que nada tienen aumenta, ante la mirada indiferente de los que hacen suyo el erario. Rabia porque nos hemos acostumbrado a saber que hay gente con mucha hambre, en total desamparo, y a aceptar que el móvil de hacer política sea enriquecerse con el dinero público.

Cruzaba el puente, y pensaba en los niños con hambre, sin acceso a una educación adecuada ni a los cuidados básicos de salud. Y sentía que me ahogaba. Sentía la sangre amontonarse airada en la garganta.

Pensaba.

Y, no podía imaginar siquiera cómo se vive en aquel infierno, sin esperanza de escape. Crecí en el campo, donde la naturaleza es generosa, y las carencias no llegan a estos niveles. Sentía la rabia y la impotencia agazapada entre el estómago y la garganta.

Pienso.

Y me pregunto, ¿cuánto tiempo habrá de pasar para que nos alcemos en contra de la degradación de la dignidad de estos hombres y mujeres? ¿Cuándo diremos basta de robar, de hacerse rico con el dinero que debe ir  a mejorar la calidad de vida de todos los ciudadanos, incluidos los olvidados de las márgenes del Ozama? ¿Cuándo exigiremos programas sociales y fuentes de trabajo que mejoren la calidad de vida de los desamparados habitantes de las favelas de Santo Domingo?

Pienso.

Y, la desesperanza se apodera de mí al reocordar que las elecciones de 2016 están a la vuelta de la esquina. No habrá opciones viables para el cambio social, sino más de lo mismo: neoliberalismo salvaje, el ensanchamiento de la brecha entre ricos y pobres, y la ascendente desaparición de las clases medias.

Ya no pienso, me asfixio.

1. f. R. Dom. Madre del pueblo, del hombre pobre, de los desheredados de la fortuna.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Redescubriendo al Borges de Inquisiciones

He vuelto a echar una mirada sobre Inquisiciones. En estos días me ha dado por leer o releer varios textos que se publicaron en Argentina alrededor de 1926. Mi interés por este año es puramente filológico. Pero volvamos a Borges.

Me ha sido agradable volver a ese Borges que preludia al de las décadas posteriores. He leído varios textos de los incluidos en Inquisiciones. Tal vez, escriba algo de algunos de ellos. Pero hoy, quiero solamente comentar las siguientes palabras, que alguna vez había leído, pero que simplemente les pasé por encima. Esta vez, me he quedado rumiándolas:
"La prefación es aquel rato del libro en que el autor es menos autor. Es ya casi un leyente y goza de los derechos de tal: alejamiento, sorna y elogio. La prefación está en la entrada del libro, pero su tiempo es de posdata  y es como un descartarse de los pliegos y de un decirles a adiós" (7).
Tiene razón Borges en que el tiempo de la prefación es de "posdata". Siendo así, me parece que más que prólogo las obras literarias deberían, si fuera necesario, llevar epílogos, jamás prefación. Como lectora, si la hay, jamás la leo antes de terminar el libro; a menudo ésta sólo es provechosa una vez leído el libro.

El otro aspecto interesante de esa cita es que el autor, en su función de prologuista deja de serlo para convertirse en un primer casi leyente de su obra. No lee ya buscando perfeccionar el texto, sino despedirlo. Sin embargo, jamás podría ser una auténtico lector, pues no podría aspirar al asombro y a la ensoñación que produce el descubrir o construir el texto. Su mirada privilegiada, y cegata a la vez, se lo impiden. 

Por otra parte, confieso que me ha chocado la predilección borgeana por el arcaísmo "leyente" en vez de lector. En Inquisiciones lo usa varias veces. Y me pregunto por qué. Hice una búsqueda en CORDE, y contasté que hay veintiocho casos registrados de la palabra en los cuatro siglos anteriores a Borges, y seis entre 1900-1925.

Son sólo un puñado los escritos en los que aparece "leyente". Sin embargo, me llamó la atención que uno de ellos sea de Diego Torres de Villarroel (1693-1770). Borges menciona el texto en cuestión, y reseña su obra en Inquisiciones. ¿Coincidencia?

En estas cosillas, pierdo yo mi tiempo este viernes por la tarde. Mentirías si les dijera que no disfruto estas nimiedades literarias.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Sin el mundo en las manos

No soy de las personas que piensa que todo tiempo pasado fue mejor. Vivimos en un momento maravilloso en el que la tecnología y la ciencia nos ofrecen posibilidades impensables para  nuestros antepasados. La tecnología nos ha puesto el mundo en la palma de las manos, y esto ha resultado en que siempre estamos conectados, escasa vez presentes donde nos encontramos.

A mí, esa omnipresencia de la tecnología, que se traduce en intromisión en nuestro diario vivir, puede llegar a molestarme. Me desagrada nuestra adicción al móvil, por ejemplo. Me molesta su uso durante la cena o un encuentro casual con una persona, de quien quieres su plena atención. El caso es peor si hay un interés romántico, y se explora la posibilidad de una relación. He vivido algunas experiencias horrorosas en este ámbito.

Anoche, sin embargo, duré horas conversando con un ser humano a quien no vi sacar su teléfono en toda la velada. Tampoco lo hice yo, excepto cuando se fue al baño, mi teléfono vibró al entrar un mensaje de una amiga. Lo contesté, me excusé rápidamente, y lo regresé a mi cartera. Cuando mi amigo volvió, lo que sostenía en la mano era una copa de vino. Nada más.

Nuestras manos estuvieron sobre la mesa, libres de aparatos electrónicos, desconectadas del mundo. Me a gustó estar plenamente presente, de espaldas al mundo que latía detrás de la pantalla del móvil. Quisiera repetir esta experiencia más a menudo y con una audiencia más extendida.   

viernes, 25 de abril de 2014

Formemos pensadores y no borregos

El respeto ciego a la autoridad no es recomendable, porque crea personas sumisas, y tolerante del statu quo, y limita la posibilidad de un cambio. Hoy EE.UU. es una nación de ovejitas: si lo dice el gobierno, y lo repite la prensa, es cierto.

La propaganda de estado y los medios de comunicación, entre otras cosas, contribuyen a la pasividad de los ciudadanos. Pero, no es menos cierto que este tipo de conducta se aprende en el hogar y se refuerza en las escuelas: estamos formando una nación de borregos y no de pensadores.

No tengo hijos, pero a mis estudiantes intento inculcarles el respeto y no la obediencia ciega. No es lo mismo el respeto que la obedeciencia. No quiero que me teman, ni queme obedezcan, sino que me respeten y que se sientan libres de opinar, y cuestionar.

Si en la casa y el colegio nos enseñan a no cuestionar, a obedecer, a siempre aceptar la versión de la autoridad, podemos pasarnos la vida simplemente aceptando, porque nunca se nos ocurrió lo contrario. Los niños que se crían sumisos están condicionados a aceptar lo que se les dice sin chistar.

Debe ser en el hogar y el colegio donde se les enseñe a razonar, a buscar respuestas satisfactorias a sus interrogantes, y no aceptar lo que se dice simplemente porque lo dice una figura de autoridad.

Los ciudadanos que necesitamos deben formarse desde la infancia. Empecemos a instar el sentido crítico en los niños, que serán los ciudadanos de mañana, para proporcionarles las herramientas necesarias para discernir la verdad de la propaganda. El ideal debe ser una nación de seres pensantes, y no un rebaño fácilmente controlable. 

domingo, 9 de marzo de 2014

Pequeños placeres

Esta mañana que me ronda la melancolía, he decidido alejarla pensando en esas pequeñas cosas que me hacen feliz.

1. Acostarme en la cama con las sábanas acabadas de cambiar

2. Amanecer en Cabarete 

3. Aprender cosas nuevas 

4. Asistir a eventos culturales: charlas, museos, exhibiciones, recitales 

5. Ayudar a quien me necesita 

6. Caminar descalza en un piso perfectamente limpio 

7. Consentir a mis sobrinos 

8. Conversar con extraños 

9. Deambular por las calles de La Ciudad de Nueva York 

10. Descubrir lugares nuevos 

11. Deshacerme de las cosas que ya no uso 

12. Desvelarme para terminar una novela que no puedo soltar 

13. Dominar mis miedos 

14. Dormir toda la noche y levantarme descansada 

15. El aire fresco de las montañas 

16. El arrullo del sonido del mar 

17. El café negro con nuez moscada 

18. El calor del sol en las mejillas 

19. El choque de las olas en los arrecifes 

20. El color de las hojas en otoño 

21. El jugo de los mangos chorreando entre mis dedos 

22. El jugo de vegetables 

23. El olor a café recién colado 

24. El olor salobre del mar 

25. El Parque Central 

26. El pisco sour 

27. El sol poniéndose sobre Manhattan, visto de Astoria Park 

28. El té de jengibre 

29. Encontrar una notita escrita hace años entre mis cosas 

30. Escribir en mi blog y en mi libretita personal 

31. Estar en la playa 

32. Hablar con mi vecino de 8 años 

33. Hacer el amor después de un día de playa 

34. Hacer el amor por la mañana 

35. Hacer las maletas para un viaje 

36. Hojear libros en las librerías 

37. Imaginarme el futuro que quiero 

38. Ir de gira en familia o con amigos 

39. La brisa del amanecer 

40. La caricia de la lluvia en mi ventana 

41. El roce de mi pelo alborotado por la brisa 

42. La chispa en los ojos de un niño que ha entendido un concepto 

43. La comedia de George Carlin 

44. La comida del mar, especialmente el ceviche 

45. La llamada de un amigo sólo para saber cómo estoy 

46. La lluvia en días tibios 

47. La luna llena 

48. La música clásica 

49. La poesía que sugiere, y no cuenta 

50. La sala de mi casa, una vela y un vino tinto 

51. La sensación de bienestar después de hacer ejercicio 

52. La soledad y el silencio que me permiten crear, pensar y sosegar mi mundo interior 

53. La sonrisa de los niños 

54. La sonrisa de mi madre 

55. La sopa de fideo y pollo 

56. Las cartas o correo electrónicos de gente que hace rato no veo 

57. Las noches estrelladas en campo abierto 

58. Las películas extranjeras 

59. Las primeras flores de la primavera 

60. Las rosas amarillas 

61. Las tarjetas o correos de mis antiguos estudiantes 

62. Los abrazos espontáneos 

63. Los animales 

64. Los cuadros de mis pintores favoritos 

65. Los días de verano 

66. Los huevos hervidos, blanditos como me los hacía mi abuela de niña 

67. Los mimos de mi madre 

68. Los viajes por carretera 

69. Los videos divertidos en YouTube 

70. Mecerme en una hamaca 

71. Meterme al sauna después de hacer ejercicio 

72. Mi casa limpia y ordenada 

73. Mi trabajo 

74. Mis amigos de hace más de 20 años 

75. Mis perfumes favoritos 

76. Observar a la gente ajena a mi mirada 

77. Oler libros nuevos y viejos 

78. Pasar horas desconstruyendo un libro 

79. Pasar rato charlando con mis amigos en un café de la ciudad 

80. Pasear en velero al atardecer 

81. Perderme entre los árboles 

82. Planear. Soñar. Imaginar posibilidades 

83. Presentar mi trabajo en conferencias 

84. Recordar mi niñez, feliz, libre 

85. Reflexionar sobre todos los obstáculos que he vencido 

86. Rodearme de libros 

87. Simplificar mi vida 

88. Tener la atención total de mis estudiantes cuando les hablo 

89. Terminar las cosas que empiezo 

90. Tomar fotos 

91. Un día libre por la nieve 

92. Un masaje de cuerpo entero. Preferiblemente Shiatsu 

93. Un mensaje de un amigo que está lejos 

94. Un partido de fútbol o de Béisbol 

95. Un susurro al oído 

96. Una ducha caliente 

97. Una historia bien contada 

98. Una metáfora bien lograda. 

99. Vagar por Astoria Park 

100. Vivir en la Ciudad de Nueva York

martes, 31 de diciembre de 2013

2013: algunas vivencias en retrospectiva

El 2013 fue un buen año. Lo que sigue es un recuento de trece momentos que viví a plenitud este año. El fin de año es siempre momento de pasar balance vital. Prefiero recordar MOMENTOS en los que logré algo tangible, sentí miedo, fui valiente, emprendí alguna aventura, o simplemente disfruté de las cosas que me gustan. He aquí trece experiencias, sin ningún orden específico, que hicieron mi 2013 un año memorable.

I. Una cita amorosa a 275 millas de casa. Quedamos de vernos en un restaurante que está en Oneida Lake, N.Y. Ambos condujimos cinco horas. ¡Esto fue una locura! El resultado fue desastroso, pero me disfruté la aventura. Llegué al lugar, lo esperé. Comimos y charlamos un buen rato. Dimos una caminata cerca del agua, que estaba totalmente congelada, y nos dijimos adiós. No hubo más citas.

II. Me fui al monte a pensar. Estar cerca de los árboles tiene un efecto tranquilizador, y suele ayudarme a aclarar mis pensamientos. Debía decidir algo importante, y estaba aterrada, llena de dudas. Quería la quietud de las montañas para escuchar mi voz interior, sin que mis pensamientos la inhibieran o confundieran.

Me fui a las montañas de Pine Hill New York a estar conmigo misma lejos del bullicio de la ciudad. Me quedé por cuatro días. Empezaba el día con una caminata de dos horas, subiendo montañas. ¡Nada fácil! Durante los días que estuve allí sólo consumí jugos naturales.

Me sentaba a escuchar el agua de un pequeño arroyo serpentear, y eso me daba mucha paz. Sentía que yo también me iba en ese discurrir eterno del arroyo. Pasaba ratos en este estado dejándome arrastrar con el agua.

Quería sólo sentir. No quería analizar nada. Buscaba que brotara de mis adentros, sin esfuerzo, la respuesta a la pregunta que me había hecho.

Me adentré en mí, unos días después, al abrir los ojos en la mañana, ya tenía la respuesta que buscaba.

III. Defendí mi propuesta de disertación y estoy a punto de terminar el primer capítulo. Me tomé ocho meses de investigación, y escritura para darle forma coherente a mi propuesta. El título de mi disertación es Subversión y marginalidad en tres novelas de Juan Filloy de la década de 1930.

IV. Presenté un trabajo sobre mi tesis en la Universidad de Pittsburgh. El trabajo se llama Los otros en las novelas de Juan Filloy. Fue una experiencia muy bonita e estimulante. Conocía gente interesante y que también trabajan en sus tesis.

V. Decidí ser madre soltera. Nunca he sido una mujer tradicional, de esas que sueñan con el matrimonio, el vestido blanco y los hijos desde la infancia. No estaba segura de querer hijos. Siempre pensé que cuando llegara el momento, mi compañero y yo lo decidiríamos. Sin embargo, soy una mujer soltera, que no tiene una relación estable. Así es que me tocó decidirlo sola.

Mi primera intención fue adoptar. Una vez me di cuenta del trabajo, el costo y todo lo que conlleva el proceso, decidí cambiar de plan.  La decisión está tomada, y la ejecutaré cuando sea pertinente.

VI. Consideré cambiar de trabajo. Amo mi trabajo y soy buena en lo que hago. Llevo quince años en mi trabajo actual. Sin embargo, este año por un sinnúmero de factores, decidí explorar un cambio de trabajo. Creo que fue un momento importante, porque lo que estaba al fondo de todo esto, no era ganar más dinero, de hecho ganaría menos si empezara de nuevo, sino un deseo de dedicarme a la enseñanza universitaria. No he decidido nada aún pero es una posibilidad. Veremos que trae el futuro.

VII. Terminé de pagar préstamos estudiantiles y otras deudas. Me propuse pagar todas mis deudas en dos años y lo logré. Soy muy feliz de vivir sin deudas.

VIII. Leí. No sólo para la tesis sino por puro placer. Leí en inglés y español. Leí buenos libros, y otros no tanto. Leí novelas e historia.

Descubrí la figura de Severino Di Giovanni que me ha fascinado, y sobre quién me he formulado una hipótesis relacionada con la tesis, que aún tengo que probar o descartar.

El libro más me impresionó fue Cosmos de Witold Gombrowicz. Al leerlo tuve ganas de decir, “Mierda y eso es posible” como alguna vez dijo Márquez al leer Pedro Paramo. Gombrowicz tiene un estilo único, que suele marearnos, hipnotizarnos, y envolvernos, sin chistar, en las más absurdas aventuras narrativas. Si tuviera que caracterizarlo diría que es cómo una bola de nieve que una vez en movimiento va aumentando, y no se detiene jamás.

El peor libro que leí fue Plegaria nocturnas de Santiago Gamboa –el crítico que dijo que este tipo es, junto a García Márquez, el mejor escritor de Colombia, se le flojeó una tuerca.

IX. Continué con mi deseo de vivir con menos. Todos los días quiero vivir con menos. En mi casa tengo lo esencial. Nada de excesos. Me gusta viajar ligero por la vida, tanto en lo interior como en lo exterior.

X. Experiement'el síndrome de Standhal mientras estuve al ver el David de Michelangelo. Había leído de la gente que es presa de este síndrome ante la abundancia de belleza. Imagino que fue lo que me ocurrió ante la estatua de David. Se me aceleró el pulso, el corazón se me atragantó, y las lágrimas salieron a borbotones, sin que yo hiciera nada. Sin embargo, fue una experiencia que no calficaría de enfermedad. Fue totalmente emotiva y placentera.

Me quedé estupefacta ante tal grado de perfección. Nunca he visto una escultura más perfecta. Al David sólo le falta respirar para ser humano. Su mirada, la alteración de sus venas, sus músculos tensos, esperando el momento justo de atacar a su oponente me sobrecogieron totalmente.

XI. Pasé un día con un perfecto desconocido. Entré a un restaurante y ahí estaba. Ni idea tenía de lo que seguiría después. Un día repleto de atenciones y humanidad compartida. Me regaló flores, comimos helado, y caminamos bajo la lluvia. Fuimos a un museo, y descubrimos callejuelas. Esta experiencia fue algo así como un embrión de romance abortado por el reloj, y la imposibilidad de la distancia.

XII. Escalé un volcán activo. Subí a la cima del Vesubio. Escalé sus 1.238 metros de altura bajo un sol infernal. Valió la pena ya que la vista de Nápoles que ofrece este monte es impresionante. Comprobar la extensión del cráter nos da una idea de la fuerza destructora de este coloso.

XIII. Visité Italia. Siempre había querido ir a Italia. Debí haber ido en el 2003, pero por razones que no vale la pena recordar, el viaje no se dio. Así que este año me regalé un viaje a Italia de cumpleaños. Disfruté cada instante de mi estadía. Me quedé con las ganas de volver, y pasar una larga temporada allí.

Roma: Estar en Roma es estar en un hermosísmo teatro al aire libreCaminé muchísimo. Cogí el metro y el bus. Me perdí. Pregunté. Hablé italiano, español y también inglés. Vi la ciudad iluminada desde Il Ganicolo. Estuve en la fontana de Trevi, en el panteón, en las plazas.

El coliseo, el foro romano y el Palatino¡Qué impresionante estructura es el coliseo! Y, pensar que fue construída en ocho años. ¡Pobres esclavos! Pasé horas muertas disfrutando la vista, leyendo sobre su historia, e imaginando toda la sangre que se derró en este lugar. A un lado está el arco de Constantino, y por otro ángulo el antiguo templo de Venus. Después de visitar el coliseo anduve por la colina del Palatino, y terminé mi día en el Foro Romano. Sin duda uno de mis mejores días en Italia.

El vaticano: Fui al museo, la catedral y anduve callejeando un poco. Me gustó el museo, especialmente los cuartos de Raphael, y la Capilla Sixtina. Sin embargo lo que más me gusto fue haber escalado al tope de la cúpula de la catedral y ver desde arriba Roma, y la plaza de San Pedro. Es una vista espectacular por la que vale la pena escalar los 583 escalones.

Florencia: Todo lo que había esperado de esta mágica ciudad era cierto, y mucho más. Es vivir en un museo al aire libre. Se respira arte por todas partes: edificaciones maravillosas, estatuas, monumentos, todo antes nuestra vista para disfrutar.

Santa Croce: Me gustó mucho más que la catedral. Estaba en obra, pero aun así pude apreciar su belleza. Allí están las tumbas de Dante (vacía), Galileo, Machiavelli y Michelangelo, entre otros. Los mausoleos de Michelangelo y Galileo son preciosos.

Galleria dell’AcademiaHay varias razones para visitarla, la más importante el David de Michelangelo, y sus obras incompletas.Michelangelo siempre dijo que sus figuras estaban dentro del mármol esperando ser descubiertas. Al ver sus obras incompletas se hace palpable este concepto: iba desenterrando sus esculturas, dándole forma, sin modelo previo. Las visualiazaba, y entonces empezaba a "desenterrarlas". Michelangelo fue simplemente genial.

L’Uffizi: Es uno de los museos más impresionantes que he visto. Aquí vi las obras de Giotto, Botticelli,  Caravaggio, Tizziano, Leonardo y otros tantos. Vi una exhibición que se llamaba La primavera del Renacimiento. Simplemente maravillosa. Esta exhibición traza una línea recta desde del nacimiento hasta su máximo esplendor. Nunca antes había contemplado la progresión de la perspectiva y los colores como lo presentaba la exhibición . Pasé una tarde espléndida y salí renovada por tanta belleza.

La piazza di Michelangelo: Ofrece una hermosa vista de la Florencia. Su localización en una colina nos permite ver el sol reflejado en el río, mientras sus rayos van muriendo sobre la ciudad. El sol mortecino tiñe todo el ambiente de ámbar.

La catedral y el baptisterio: Estuve en la catedral, pero no subí al campanario ni al domo. Me faltó tiempo. Bajé al sótano vi las ruinas de la iglesia original (siglos IV y V). Pasé a visitar la tumba de Brunelleschi por un instante. Disfruté mucho más el baptisterio, especialmente las puertas y el techo. Un monumento digno de ver.

Venecia: ¡Qué linda es Venecia! Viajar por el gran canal fue un encanto. La vista es bellísima.

Palazzo Ducale y Ponte dei Sospiriademás de ver las obras de arte que contiene el palacio Duchalli, exploré la antigua cárcel que alberga en el sótano. Y crucé el tristemente celebre Ponte dei sospiri.

La piazza di San Marco: es la plaza más bonita que conozco. Tiene un ambiente mágico. Al caminar entre palomas, enamorados, visitantes de todo tipo, se puede escuchar varias orquestas tocando música clásica. Me tocó disfrutar de las cuatro estaciones de Vivaldi a pleno aire libre. ¡Hermoso!

Venice Ghost WalkingTour: Caminamos por los lugares “encantados” de Venecia. Me gustó mucho, porque me permitió ver partes de la ciudad que por mí cuenta no habría encontrado. El viaje terminó en La Fenice uno de los teatros más importantes de Europa. El teatro ha sido consumido por el fuego dos veces, y como el fénix se ha levantado. En este teatro Verdi estrenó Attila, Rigoletto, La traviata y Simon Boccanegra.

El 2013 fue un año transformador. Puse a pruebas muchas de mis creencias, y creo que salgo de él siendo mejor persona, y dispuesta a mirar la vida de frente, aun cuando en vez de sonrisa me ofrezca una mueca de dolor. 

lunes, 8 de julio de 2013

Una década sí es un siglo

Anoche estaba desvelada y se me ocurrió ponerme a leer entradas en mis antiguas "journals" -no uso la palabra diario, porque jamás he podido llevar uno, no tengo la constancia para hacerlo. Al revisar mis escritos de 2003, algo saltó a la vista: una década después me encuentro en otra encrucijada. La situación es similar, pero de naturaleza muy distinta.

En aquel entonces quería romper la relación de convivencia que había llevado por años con mi antiguo compañero. La verdad ha de ser dicha no era una mala relación, sin embargo, ya no llenaba mis necesidades emocionales. Me sentía sola en compañía, que es la peor de las soledades. Al leer las entradas de esos años, me veo atormentada, confundida, queriendo dar un paso, y sin saber cómo hacerlo sin dañar a mi ex pareja. Estaba segura de que el amor que nos unió, había acabado, pero no quería lastimarlo.

No fue hasta el 2005 cuando di el salto definitivo al vacío. Inicialmente mi recién adquirida libertad era todo lo que necesitba. Estaba feliz, radiante, viajé, conocí gente nueva, pero unos meses después, la realidad se impuso, y empecé a sentir el dolor de la pérdida emocional que había sufrido. Los que siguieron fueron años difíciles, y para empeorar la situación se le sumaron otras crisis inesperadas.

Esa separación inició un período de crecimiento inusitado. Fue una etapa de grandes desiluciones amorosas, de pérdidas de amigos, por mudanza, e inclusive por muerte. Esta década que definitivamente ha sido un siglo, me ha dejado grandes zanjas en el alma, me ha hecho madurar, y de algún modo me ha puesto más en contacto con mi ser, con lo que quiero, con lo que me hace feliz, y a saber hacia donde quiero encaminar mi vida.

Al mirar el camino andado no me arrepiento de haberlo dejado todo. Sin embargo, a veces, me pregunto qué habría sido de nosotros, si me hubiera quedado -estoy plenamente conciente de que "el hubiera no existe," pero creo que es algo inevitable pensar, a veces. La respuesta más segura es que habríamos llegado a odiarnos, y hacernos la vida imposible.  Lo importante es que sigo creyendo que tomé la decisión correcta, y estoy satisfecha con mi elección, aunque el camino haya sido espinoso.

En esta última década he vivido los momentos más difíciles de mi vida, y sin embargo, sigo de pie, los he superado. La vida me ha dado a beber tragos amargos, y me los he tomado, pero creo que ya es hora de una tregua. Por ahora me toca ser valiente de nuevo, y tomar la otra gran decisión de mi vida. Ojalá que en la próxima década, al mirar hacia el 2013, pueda tener la certeza de haber decidido bien.

jueves, 13 de junio de 2013

La admiración no es negociable

El mes pasado alguien me dijo que quería que lo admirara. No he podido deshacerme de este comentario que se me ha quedado atrapado en la memoria. La admiración es como el respeto, no exige, se gana. Uno, como el otro, se logra siendo quienes somos y haciendo lo que sabemos hacer. Nadie puede decidir ser admirado, son los que nos observan los que nos otorgan ese privilegio.

Vivo en una sociedad obsesionada con el dinero, la fama y el falso heroísmo. Por cuestión de principios, rechazo este paradigma. Para mí, el objeto de admiración está estrechamente ligado a mis valores. No es algo negociable, y no permito que se me imponga. Es algo que surge espontáneamente sin que ello suponga un esfuerzo para el objeto de mi admiración, porque la persona en su estado natural de hacer las cosas, provoca que le ofrende mi admiración y mi respeto.

No admiro a la gran mayoría de gente que es adulada por millones de personas por hacer cosas superficiales. Suelo admirar a la gente que lucha contra las injusticias, a las madres dedicadas a sus hijos, a las personas que vencen adversidades, a los que conscientemente viven con lo necesario, a los pobres en posesiones y ricos en vida interior, a los que luchan por un mundo mejor, a los que entienden la fuente de la opresión y luchan contra ella, a los que resisten la violencia de ejércitos invasores, a los que valoran una flor y la poesía, a los que saben disfrutar el presente sin olvidar el futuro, a los que sirvern a los demás, a los que hacen lo que aman sin importar cuánto dinero ganen haciéndolo, y a muchos otros más.

Nunca podría admirar a las manufacturadas personalidades del medio artístico, al avaro inversor de Wall Street que tiene sangre en sus manos, y poco le importa de dónde provienen sus ganancias, al presidente de los EE. UU. y su papel de emperador, a los mercenarios del ejército estadounidenses, a los racistas, a los explotadores, a los que estereotipan a toda una etnia o a una nación , a los que no cuestionan nada, a los títeres, a los aduladores, a los que poseen privilegios y no lo usan para nivelar la balanza, a los materialistas, a los que convenientemente se quedan “desinformados” sobre los crímenes de EE.UU.,  a los que prefieren no pensar.

Mientras más lo pienso más ofensivo se me hace el comentario de aquel amigo. No tengo obligación de admirar a nadie. Si quiere mi insignificante admiración, simplemente sea quien es,  sea humilde, luche por algo más grande que usted, valore lo que nada cuesta, piense, no generalice. Asegúrese de hacer las cosas que importan en la vida, sin que su avaricia, estupidez, apatía, desamor, desinformación selectiva lo revelen como un imbécil. Sólo entonces podría pedirme mi admiración, aunque claro, para entonces ya no sería necesario, pues estaría rendida a sus pies.

jueves, 18 de abril de 2013

Residencia en mi interior

Conocer a alguien lleva tiempo, años, y ni siquiera así tendremos nunca la certeza de saber quién es verdaderamente ese otro ser. De igual modo, llegar a conocernos a nosotros mismos es tanto o más difícil. El proceso requiere poner un espejo en esos sitios oscuros que preferiríamos no ver –aunque está claro que llegar a esos baches es la mayor parte del trabajo, y reconocernos con nuestras miserias es el principio del conocimiento propio.
Entender quiénes somos requiere soledad, trabajo, dedicación, esfuerzo consciente, y un viajar constante hacia adentro.  Requiere estar a solas con uno mismo, sentir el dolor en vez de evadirlo, reconocer la desesperación, la soledad cósmica, los miedos, las inseguridades. Es enfrentar nuestros demonios, esos que nos han legado otros, y los de nuestra propia autoría. Se precisa de conversar con hombres que vinieron antes, y que sintieron la misma angustia, el mismo desasosiego y dolor. Sentir su soledad, mitiga de algún modo la nuestra. A través de esos náufragos, entendemos, a veces, nuestra agonía.
Llevo años mirándome por dentro, he ganado terreno, sin embargo, el campo siempre se ensancha sin que pueda hacer nada.  El ser no es estático, mucho menos lo son las circunstancias, y el mundo físico. Me he visto actuar en situaciones que jamás imaginé. He caído mil veces, y me he levantado otras tantas. He sufrido y gozado profundamente. He vivido una vida auténtica, sin subterfugios ni escapismos.
La vida es un largo aprendizaje para algunos, para otro sólo un trayecto que hay que pasar lo mejor posible, y sin pensar mucho. A esos los detesto, pero a la vez los envidio. Nunca podré ver la vida desde su óptica. Eso es cuestión meditada, asumida y superada. Es una cuestión filosófica. Prefiero sentir el dolor de la existencia que drogarme con banalidades que no me sirven de nada, porque al final la angustia permanece.
Para mí la vida no es un valle poblado de flores, si es valle, es de tribulación. Nuestra primera desgracia es nacer. Nos traen a una fiesta a la que no pedimos venir. Ya aquí hay que hacer del desastre lo que podamos. Cada quien debe dotar de significado este sinsentido. Muchos encuentran su oasis en ficciones de origen mundano, que por dos milenios han pasado por divinas. Esas ficciones que a tantos ayudan a transitar este pasaje, han servido de excusas por siglos para subjugar, invadir, y perpetuar el poder. A mí esa ficción no me sirve. No mitiga ni mi angustia, ni mi dolor, ni mi soledad cósmica.
Mi visión de la vida es pesimista, lo sé. No espero que nadie la comparta ni la entienda. No es ni mejor, ni peor que la de los demás, simplemente es la mía. Es una visión hecha de vivencias, de soledades, de dolores, de decepciones, de lecturas.  A pesar de mi visión nihilista, he elegido construir, en vez de destruir. Por años he ido creándome un mundo propio, que funciona como amortiguador entre el sinsentido y mi día a día. Mi mundo inventado fortalece mi naturaleza solidaria, mi amor por la gente, mi intento de ser la voz de los oprimidos, y mi lucha constante de ser mejor persona cada día. 

lunes, 1 de abril de 2013

Guerra entre desiguales

Se acerca el fin de las vacaciones de pascuas. Y, al darme cuenta de que se me van acabando, siento unas ganas enormes de tirar de la cola del tiempo, y obligarlo a detenerse; pero, es una guerra inútil entre desiguales.

¡Oh, el tiempo! Ese monstruo invisible que no descansa nunca, y que, con su paso, va transformándome física y mentalmente, empujándome a lo inevitable.

Sí, el tiempo es un verdugo, y algún día acabará por devorarme, arrastrándome  consigo en un eterno devenir hacia la nada.

Cuadro: Sand Clock por Santiago Caruso. Tomado de la página DeviantART 

lunes, 29 de octubre de 2012

Momentos felices


¡Qué majestuoso atardeced en medio del Atlántico! Fue un momento de perfección en el que la belleza exterior impregnaba de dicha mi mundo interior. Es siempre maravilloso volver a embriagarnos de esas pequeñas cosas que disfrutamos, al tacto de los dedos, con la caricia de una mirada, o por la entrega de un sonido.

Son momentos de profunda amonía, cuya magia radica en su permanencia y su autonomía de terceros. Fui sumamente dichosa observando ese atardecer, perdida en medio del océano. Sí, feliz, porque la felicidad no es ese estado escurridizo que nos han enseñado a perseguir, sino la magia del instante fugaz, vivido a plenitud.

viernes, 3 de julio de 2009

jueves, 2 de julio de 2009

La permeabilidad de la memoria

Esta mañana mientras daba una vuelta con mi madre, de su boca salió en repetidas ocasiones la palabra "Nao", "Nao." La miré de forma extraña, y a ti ¿qué bicho te picó? Aquella palabra no me decía nada. ¿No te acuerdas que así llamabas los gatos de niña?¿Yo? Sí, tú. Un gato acababa de cruzar la calle, y de su celaje le vino el recuerdo.

Se quedó pensativa, y me dijo, fue una de tus primeras palabras. Me contó que decías varias palabras al tiempo que me balanceaba dando mis primeros pasitos a los diez meses de edad.

Supongamos que yo fuera una mujer muy famosa, y quisiera sacarle plata a mi nombre. Vamos más allá, supongamos que los eventos que me contó mi mamá fueran de suma importancia en mi vida, y por lo tanto decidiera incluirlos en mi autobiografía o memoir. ¿Deberían estos eventos ser parte de mi historia cuando han sido trasplantados a mi memoria por mi madre?

Hasta esta mañana no tenía idea de que los diez meses era ya parlanchina y activa :). Esa es la historia que cuenta mi madre de mí. Es más, ahora es parte de mi memoria pero por su intercesión. La conversación me corroboró lo que ya sabía: las autobiografías o memoir son un fraude. Se nos venden como la historia verídica de quien la cuenta, pero no es cierto, -especialmente la parte que narra los primeros años-, sino la de los que nos rodean.

Cuadro: La persistencia de la memoria (1931) de Salvador Dalí