El respeto ciego a la autoridad no es recomendable, porque crea personas sumisas, y tolerante del statu quo, y limita la posibilidad de un cambio. Hoy EE.UU. es una nación de ovejitas: si lo dice el gobierno, y lo repite la prensa, es cierto.
La propaganda de estado y los medios de comunicación, entre otras cosas, contribuyen a la pasividad de los ciudadanos. Pero, no es menos cierto que este tipo de conducta se aprende en el hogar y se refuerza en las escuelas: estamos formando una nación de borregos y no de pensadores.
No tengo hijos, pero a mis estudiantes intento inculcarles el respeto y no la obediencia ciega. No es lo mismo el respeto que la obedeciencia. No quiero que me teman, ni queme obedezcan, sino que me respeten y que se sientan libres de opinar, y cuestionar.
Si en la casa y el colegio nos enseñan a no cuestionar, a obedecer, a siempre aceptar la versión de la autoridad, podemos pasarnos la vida simplemente aceptando, porque nunca se nos ocurrió lo contrario. Los niños que se crían sumisos están condicionados a aceptar lo que se les dice sin chistar.
Debe ser en el hogar y el colegio donde se les enseñe a razonar, a buscar respuestas satisfactorias a sus interrogantes, y no aceptar lo que se dice simplemente porque lo dice una figura de autoridad.
Los ciudadanos que necesitamos deben formarse desde la infancia. Empecemos a instar el sentido crítico en los niños, que serán los ciudadanos de mañana, para proporcionarles las herramientas necesarias para discernir la verdad de la propaganda. El ideal debe ser una nación de seres pensantes, y no un rebaño fácilmente controlable.
La propaganda de estado y los medios de comunicación, entre otras cosas, contribuyen a la pasividad de los ciudadanos. Pero, no es menos cierto que este tipo de conducta se aprende en el hogar y se refuerza en las escuelas: estamos formando una nación de borregos y no de pensadores.
No tengo hijos, pero a mis estudiantes intento inculcarles el respeto y no la obediencia ciega. No es lo mismo el respeto que la obedeciencia. No quiero que me teman, ni queme obedezcan, sino que me respeten y que se sientan libres de opinar, y cuestionar.
Si en la casa y el colegio nos enseñan a no cuestionar, a obedecer, a siempre aceptar la versión de la autoridad, podemos pasarnos la vida simplemente aceptando, porque nunca se nos ocurrió lo contrario. Los niños que se crían sumisos están condicionados a aceptar lo que se les dice sin chistar.
Debe ser en el hogar y el colegio donde se les enseñe a razonar, a buscar respuestas satisfactorias a sus interrogantes, y no aceptar lo que se dice simplemente porque lo dice una figura de autoridad.
Los ciudadanos que necesitamos deben formarse desde la infancia. Empecemos a instar el sentido crítico en los niños, que serán los ciudadanos de mañana, para proporcionarles las herramientas necesarias para discernir la verdad de la propaganda. El ideal debe ser una nación de seres pensantes, y no un rebaño fácilmente controlable.
Así es señorita Tejada. Tampoco tengo hijos pero sí sobrinos y aunque casi siempre les gano en discusiones sobre cualquier tópico, me encanta cuando me ripostan, no me impongo y al contrario los estimulo a enfrentarme... A los niños ni a nadie nunca debería quitársele o arrebatárse el derecho a expresar posiciones contrarias a las que uno tiene y respetando ese derecho les enseñamos una gran lección.
ResponderEliminarNunca he estado de acuerdo con decirle a un niño, "lo haces por que lo digo yo, y punto." o "me obedeces y ya". Es mejor explicarle la razón de por qué lo que quieren hacer no es posible. Se me hace autoritario, y denota el dictador que muchos padres llevan dentro.
ResponderEliminarNada más feo que los niños teman a sus mayores, en vez de fomentar el respeto mutuo, y el diálogo.
Saludos.