Pudo haber salido del trabajo a las tres, pero no lo hizo; se quedó a terminar algunas correspondencias. Ella había recibido faustas noticias, y tenía ganas de compartirlas. Ésa era la razón por la que aún permanecía allí;o, eso era lo que creía entonces. Tal vez, sólo esperaba el momento preciso en que un carro azul, piloteado por una señora potencialmente histérica, estuviera atravesando el estacionamiento -justo en se momento, se dispondría a irse a casa. Caminó decididamente hacia su carro -completamente ajena a lo que la esperaba. Los pensamientos empezaron a fluir incesantes: iré al hospital a visitar al esposo de mi amiga, ¿cómo estará ella?¿cómo habrá salido su esposo de la cirugía?... Tengo que llamar a la Sra. T. Iré a devolver las películas, y de paso iré al súper –ay cómo odio hacer las compras.
Al llegar a un recodo de la escuela, había a su sombra unos niños que reían y hablaban alegremente. Pasó frente a ellos, tal vez, ellos no la hayan visto, perdidos en sus mundos felices de la adolescencia. Se vio frente al carro y entró; se colocó el audífono en la oreja y se abrochó el cinturón de seguridad. Miró por el retrovisor, por los espejos laterales, y sobre los hombres. No vio nada. La risa de los niños había desaparecido detrás del cristal de las ventanas. De repente, un golpe seco le dejo saber para qué se había quedado hasta entonces en el trabajo: el carro azul, cruzaba justamente por donde ella debía salir. El fuerte sonido era la prueba de que ambos carros habían coincidido en tiempo y espacio. Se detuvo, se llevó la mano a la frente, y respiró profundo. Para entonces, una señora cincuentona gritaba histérica en su ventana. El silencio de la una y los gritos de la otra eran fiel evidencia de que ambas tenían miedo. A los pocos minutos llegó la policía. Intercambiaron las señas particulares: nombre, dirección, teléfono, matrícula, seguro.
Por fin, cuando estuvo todo arreglado, la señora -ya menos histérica- y la oficial se dispusieron a salir; pero ella, aún tendría que esperar un poco más: su carro no arrancó, y entonces a la ecuanimidad le siguió el llanto; sintió que cedía la pared que la había protegido de la rabia, del miedo y de la impotencia. ¡Qué el carro no arrancara, eso ya era demasiado! Se supo sola, y recordó la diferencia entre solitude y loneliness. En este momento, comprendió que estaba completamente sola: todos estaban lejos; nadie vendría darle una mano. ¡Eso fue devastador! Se desesperó, y se quedó paralizada. ¿Dónde quedó la otra, la que hacía veinte minutos había sabido exactamente qué hacer? Esta vez, estaba postrada, abatida, sin fuerzas para más; y entonces, pensó en el buen víctor. Salió del carro, fue en su búsqueda, pero no lo encontró. ¿Dónde puedo encontrar a víctor? -preguntó. En el segundo piso, ¿puedo ayudarla en algo? -dijo una voz. Minutos más tarde, el propietario de esa voz estaba junto a ella en el estacionamiento. No llore, no se desespere que las dominicanas son mujeres de guerra.¡ No se vencen! ¡Ánimo, pues! Fueron éstas palabras mágicas: se secó las lágrimas, subió al carro y desapareció en la oscuridad de la noche.
Imagen: Diagonal Sand, vía El laberinto
Adversity reveals character. No podemos evitar el que ocurran las cosas, pero la actitud que tomemos luego que ellas ocurren es lo importante. Me da la impresion que el personaje (real o ficticio) hizo lo que tenia que hacer al fin y al cabo..
ResponderEliminarFernando desafortunadamente, el personaje es real, se siente de la patada, y el carro, le quedó un lado que ha visto mejores tiempos; pero así es la vida. A veces, todo te llega junto; ¡Qué le vamos a hacer caray! Limpiarnos las lagrimas, sacudirnos el polvo y seguir andando.
ResponderEliminarUn abrazo,
sonia
ains... ¿te pasó a tí?
ResponderEliminarsi, la diferencia entre... soledad y... ¿soledad? =S es abismal...
en fín, ánimo preciosa ;) a seguir andando
¿Te pasó a ti, Sonia?
ResponderEliminarBueno, seguro que no fue para tanto. Es sólo eso, una anécdota.
No recuerdo si fue Nietzsche, pero si no lo fue, él se pasó toda la vida diciéndolo: destino es carácter.
Un saludo.
Gracias a dios no te paso nada. Pa' lante con mucho ánimo. Solo un pequeño tropiezo.
ResponderEliminarLater
ESPERA!, eso te pasó a ti??, sonia estas Bien verdad?, Mierch!, son las vainas de la vida!, oye! en serio si necesitas ayuda, aunque viva lejos yo estoy aquí! ya lo sabes!
ResponderEliminarOye la dominicanas son mujeres de guerra!, jejejeje
Sí querida Sandy me pasó a mí. Eso tratamos de hacer todos los días -seguir andando.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por tus lindas palabras.
Nacho & Alex,
No fue nada -comparado con lo que pudo haber sido -bueno siempre pienso lo peor para mantener mi sanidad mental -si es que alguna vez la he poseído, jajaja.
No pasó a mayores; el carro está medio maltratado pero, eso no importa.
Estoy bien.
Dr. Sí me pasó a mi. Gracias por la oferta, después no andes escondiéndote cuando te ande buscando, jajajaja -es broma querido. Gracias. No me paso nada -yerba mala no se muere.
Oh, mi niña!
ResponderEliminarYa he de imaginar el momento que viviste. Es tragico, son muchas emociones las que se sienten en esos momentos cuando a uno le pasan esas cosas.
Pero que bueno que estas bien. :)
Sonia, me identifico contigo.. me paso algo similar, pero nada lo importante es que no te paso nada, lo del carro tiene arreglo, pero comparto tu impotencia y ganas de llorar en un momento asi.
ResponderEliminaranimo... que la vida puede no ser la fiesta que esperamos, pero mientras permanezcamos aquí bailemos cada pieza que podamos.
Jenni and Mimi
ResponderEliminarGracias por sus palabras.
This web site really has all of the info I wanted about this subject and didn't know who to ask.
ResponderEliminarAlso visit my blog :: click here