He tenido la buena fortuna de ser amante de los libros, y de leer todo lo que puedo. Una de las ventajas de leer es el descubrimiento de cosas que no deberíamos saber. No es un secreto que ellos encontramos todas las preguntas y las respuestas que gente poderosa se afana en ocultar, o distorsionar para su propio beneficio. La lectura puede ser un exorcismo de los prejuicios que nos inculca la clase gobernante que busca moldear la historia a su gusto para tergiversar la identidad de una nación. Este es el caso de la República Dominicana.
Estudié en una escuelita rural de la República Dominicana. Recuerdo nuestro libro de texto de historia de quinto curso "Historia de mi Patria." Era un libro de pergamino suave y amarillo, de poco grosor pero que yo, disfrutaba profundamente. Siempre me ha gustado la historia. El libro nos contaba de las hazañas de hombres que lucharon por crearse una patria para todos. Aprendíamos sobre los tiempos coloniales, la Independencia Efímera de 1821, la invasión de Haití de 1822, la fundación de la Trinitaria, la Independencia en 1844, sobre la posterior anexión a España y la guerra de Restauración. Todos estos temas los estudiábamos de nuevo, y a más profundidad en séptimo grado, y ya no me acuerdo más.
En el libro de tercer grado recuerdo ver bastantes imágenes de los taínos en sus chozas, cazando, lavando oro, y por supuesto, de los colonos y criollos que ocupaban la mayor parte de las páginas. Es posible que me equivoque, porque estos son reflexiones desde el presente hacia un pasado lejano, pero los dos únicos hombres mulatos que recuerdo de mis años de estudiantes en mi escuela rural, son Gregorio Luperón y Francisco del Rosario Sánchez. El resto de los próceres eran siempre de características europea.
En retrospectiva me doy cuenta de que lo que faltaba en todos mis libros de historia era una visión real de los africanos que habían sido traídos a la isla como esclavos. Se hacía mención de ellos, de una forma ligera, y desde el punto de vista de "mano de obra." Nada más. ¿Cómo era esto posible si en 1560 el 60 por ciento de la población de la isla era negra? Es evidente que éramos una nación mulata. Había evidencia de ello en la música, la comida, y el sincretismo religioso que resultaron de la mezcla de las culturas española y africana, y en menor escala, de la indígena
Vine a los Estados Unidos de adolescente. Terminé la secundaria, y posteriormente, mis estudios universitarios. En la universidad me matriculé en varias clases de historia latinoamericana, y poco a poco me fui dando cuenta de que en mi formación escolar había faltado el aspecto africano de la identidad dominicana. Empecé a aprender sobre la influencia de la cultura africana en mi día a día: en la comida, en la lengua, en la música, en la religión y un día me hice la pregunta, ¿cómo pudo tan gran parte de nuestra identidad ser ignorada?
Descubrí que la élite criolla independentista nunca se deshizo del prejuicio de los colonos. El cambió fue más de forma que de fondo. Al igual que en Estados Unidos, se trataba de los criollos queriendo dirigir su destino, pero eso no incluía a los millones de esclavos negros. En la vecina nación de Haití, había ocurrido lo opuesto, fueron los esclavos que se levantaron contra de los colonos, instaurando así la primera república negra libre de América. Esto preocupaba a los dueños de esclavo de toda la América Latina y de los Estados Unidos.
La invasión de Haití al lado español de la isla en 1822 -que duró 22 años- vino a aumentar la desconfianza y racismo de los criollos contra todo lo que representara a los invasores haitianos. Haití se convirtió en el terror de La Corona, y de los criollos dueños de esclavos por igual. La emancipación de los esclavos amenazaba la estructura colonial. La independencia de Haití ponía a los futuros independentistas dominicanos en una situación incomoda: Haití era libre del yugo colonial, pero a la vez, eso significó el fin de la esclavitud negra. Del lado español de la isla, esas dos ideas eran irreconciliables, por razones obvias.
La historia siguió su curso y la lucha contra los haitianos terminó en 1844, con el nacimiento de una nueva nación que se llamaría La República Dominicana. La cual sería anexada a España de nuevo, y posteriormente restaurada el 16 de agosto de 1865. A partir de entonces la lucha ya no sería contra los extranjeros, sino entre caciques dominicanos que se disputaban el control político del país.
En 1916 la nación sufrió la primera intervención militar de los Estados Unidos. Poco tiempo después una oleada de inmigrantes haitianos llegó al país para trabajar en los ingenios azucareros. Tras la intervención militar, subió al poder Rafael Leonidas Trujillo quien haría todo cuanto podría para borrar las raíces negras del país, y disfrazarlo de un europeismo enfermizo. Esto lo llevó a cometer una masacre de haitianos en 1937 y a idear la retórica anti-haitianista que aún se escucha hoy en el país.
El discurso de Trujillo se escucha claro y patente en las calles de la República Dominicana. Hoy por hoy, nadie es negro en la República Dominica, como herencia de Trujillo, los documentos de identidad nos identificaban como "indios," "indio claro," "indio oscuro," y "trigueño." Para Trujillo había que evitar a todo costo negar el negro que llevamos detrás de la oreja. ¿Y qué mejor forma que abrirle las puertas refugiados extranjeros víctimas de dictaduras o discriminación? Así llegaron al país judíos, asiáticos y españoles que necesitaban un lugar donde vivir, y a la vez, ayudaban a Trujillo en su afán de darle una nueva apariencia a la República Dominicana. Así que, la noble acción del tirano, en el fondo, encerraba una maquiavélica intención: blanquear la población dominicana de sus marcadas raíces africanas.
Anoche en PBS se presentó el especial dedicado a la República Dominicana y Haiti de Blacks in Latin America. Vale la pena verlo. El próximo episodio será sobre Cuba y México.