jueves, 14 de enero de 2010

Aunque mi dolor no sirva para nada...

¿Cómo ignorar el sufrimiento de los que van desechando cadáveres con la esperanza de que el próximo no sea el de un ser querido? O, el de aquellos que aún no saben nada de alguien a quien aman profundamente. O, los que bajo los escombros ven apagarse sus esperanzas por el dolor físico y espiritual. O, los que ven morir a los sobrevivientes por falta de atención médica o recursos. ¿Cómo dejarlos solos en su dolor?

Yo, no puedo. En la lejanía escucho sus voces, sus clamores; me acechan en cada paso que doy; y, por las noches, al buscar el refugio del sueño, sus ojos se asoman, y me doy vueltas, y pienso. Escabullo la mirada en la almohada, pero, ellos traspasan la tela y colcha, y cuando llego ya me esperan.

¿Debería yo cerrar los ojos ante tanta destrucción? ¡No! Simplemente no puedo, ni quiero... Me aterra la gente mecánica, la que no se vuelve a ver el caído por temor a sentir tristeza. ¡Cómo me apenan esos seres que se sitúan por encima del dolor propio y del ajeno!

Y, ¿qué decir de los que han conquistado la humanidad? Creo que lo mejor, tal vez, sea guardar silencio -aunque sea por esta entrada.

Imagen Solidaridad de Ben Heine, via, toonpool.com

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