martes, 6 de octubre de 2009

Escena de la vida: Expresso 77

Llegué a la hora de siempre. Me senté y pedí algo de tomar. Abrí el libro que me acompaña estos días, pero no pude concentrarme en la lectura. Me lo impedía la conversación que me llegaba de la mesa adyacente.

-¿Qué te pasa?
- Ya no quiero seguir siendo la que he sido todos estos años. Esta vez es definitivo, Carlos.
-¿Es acaso lo que quieres? ¿Por qué ahora? No lo entiendo. ¿Estás segura?

-Tengo la convicción que se puede tener cuando se ha llegado a un atajo en la vida. Quiero saltarlo, no voy a esperar más. Estoy harta.
-No puedes hacerme esto ahora.
-Me quedé sin nada más que decirte. Te he dicho todo cuanto se puede decir. Me he quedado vacía por dentro.


Estaban sentados muy cerca, y hablaban en voz baja, pero en tono algo agitado. El se acercó buscando sus labios, pero ella lo evitó. La mujer intentó coger la cartera que estaba sobre la mesa, pero él la tiró del brazo bruscamente, impidiéndoselo. Ella anudó los labios en un gesto de desagrado, al tiempo que volteó la cara para evadir su mirada.


Volví la mirada sobre el libro, pero las letras se aglomeraban, se me hacían ilegibles. Cerré el libro, agarré mi café, empujé la puerta y me fui. Al salir escuché un eco lejano de lo que creí, era mi propia voz.

Foto vía hiddencoffee.com

2 comentarios:

  1. Excelente! Un texto tan fuerte como un puñetazo. Me encanta!

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  2. Hola Argenida,
    Gracias querida, me gusto que te haya agradado. Un beso y gracias por siempre estar ahí te lo agradezco inmensamente.

    Un fuerte abrazo de mañana de viernes.

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