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Es el mío un caso curioso, por ser yo tan sociable, fiestera y parlanchina. Sin embargo, presencia física no siempre equivale a compañía. En ocasiones, me llena más la llamada de un amigo cómplice, aunque esté lejos, que el estar rodeada de gente.
He empezado a darme cuenta de que necesito más amigos cómplices, de esos que me interrumpen para terminar mis oraciones, que seben lo que pienso antes de que lo exprese, y que soy mucho más que el conjunto de mis imperfecciones.
En compañía de esos amigos, la soledad es sólo un estado ideal para reencontrarme conmigo misma, y no una asfixiante sensación de abandono y desamparo.
Cuadro: Entre la desolación y la esperanza de Alejandro R Creel
(No se quien es este pintor, pero me encantó su obra. Los invito a visitar su página. Ojalá no se enoje porque usé su cuadro)