Hoy quiero estar con mi tristeza a solas, quiero sentirla, exprimirla, hasta que ella se deje. No quiero consuelos, ni palabras vacías ni frases hechas.
Esta tristeza es lo más cierto que hoy siento y tiene todo mi permiso para anidarse en lo más profundo de mi alma, para ser, para surgir y estallar...
No me consuelen, hoy quiero abandonarme a sus brazos y llorar por todos los que me han dejado una cicatriz en el alma: aquél hombre que me engañó, que me mintió, que no tuvo valor para decirme que había otra persona, y simplemente me ofreció su silencio cobarde; el otro que no tuvo tiempo para mí, que su lugar estaba en todas partes menos conmigo, porque el trabajo era lo más importante; o el otro de quien me separaba una distancia insalvable a pesar de estar a unos escasos pasos y todos aquellos que me han malquerido...
Pero ¿es acaso cierto que lloro por ellos? No, no es cierto... Es por mí por quien lloro... Es que mi soledad hoy me estorba, me araña el alma con sus garras. Lloro por mis sueños deshechos, por mis frustraciones, por aquel examen que hoy debí presentar y por la propuesta de tesis que tendrá que esperar quien sabe cuánto. Sufro porque, por primera vez en trece años, no asistiré al primer día de clases con mis ilusiones revoloteando en el estómago, y porque será un septiembre poco septiembre. Extrañaré a mis estudiantes, sus dulces sonrisas y sus miradas amorosa...
Hoy estoy con mi tristeza, eso sí, sólo por hoy quiero abrazarme a su cuerpo, y verme en sus ojos abismales a cuyo fondo me arrojo sin miedo.
Esta tristeza es lo más cierto que hoy siento y tiene todo mi permiso para anidarse en lo más profundo de mi alma, para ser, para surgir y estallar...
No me consuelen, hoy quiero abandonarme a sus brazos y llorar por todos los que me han dejado una cicatriz en el alma: aquél hombre que me engañó, que me mintió, que no tuvo valor para decirme que había otra persona, y simplemente me ofreció su silencio cobarde; el otro que no tuvo tiempo para mí, que su lugar estaba en todas partes menos conmigo, porque el trabajo era lo más importante; o el otro de quien me separaba una distancia insalvable a pesar de estar a unos escasos pasos y todos aquellos que me han malquerido...
Pero ¿es acaso cierto que lloro por ellos? No, no es cierto... Es por mí por quien lloro... Es que mi soledad hoy me estorba, me araña el alma con sus garras. Lloro por mis sueños deshechos, por mis frustraciones, por aquel examen que hoy debí presentar y por la propuesta de tesis que tendrá que esperar quien sabe cuánto. Sufro porque, por primera vez en trece años, no asistiré al primer día de clases con mis ilusiones revoloteando en el estómago, y porque será un septiembre poco septiembre. Extrañaré a mis estudiantes, sus dulces sonrisas y sus miradas amorosa...
Hoy estoy con mi tristeza, eso sí, sólo por hoy quiero abrazarme a su cuerpo, y verme en sus ojos abismales a cuyo fondo me arrojo sin miedo.