viernes, 19 de agosto de 2011

Lamento matutino

Hoy quiero estar con mi tristeza a solas, quiero sentirla, exprimirla, hasta que ella se deje. No quiero consuelos, ni palabras vacías ni frases hechas.

Esta tristeza es lo más cierto que hoy siento y tiene todo mi permiso para anidarse en lo más profundo de mi alma, para ser, para surgir y estallar...

No me consuelen, hoy quiero abandonarme a sus brazos y llorar por todos los que me han dejado una cicatriz en el alma: aquél hombre que me engañó, que me mintió, que no tuvo valor para decirme que había otra persona, y simplemente me ofreció su silencio cobarde; el otro que no tuvo tiempo para mí, que su lugar estaba en todas partes menos conmigo, porque el trabajo era lo más importante; o el otro de quien me separaba una distancia insalvable a pesar de estar a unos escasos pasos y todos aquellos que me han malquerido...

Pero ¿es acaso cierto que lloro por ellos? No, no es cierto... Es por mí por quien lloro... Es que mi soledad hoy me estorba, me araña el alma con sus garras. Lloro por mis sueños deshechos, por mis frustraciones, por aquel examen que hoy debí presentar y por la propuesta de tesis que tendrá que esperar quien sabe cuánto. Sufro porque, por primera vez en trece años, no asistiré al primer día de clases con mis ilusiones revoloteando en el estómago, y porque será un septiembre poco septiembre. Extrañaré a mis estudiantes, sus dulces sonrisas y sus miradas amorosa...

Hoy estoy con mi tristeza, eso sí, sólo por hoy quiero abrazarme a su cuerpo, y verme en sus ojos abismales a cuyo fondo me arrojo sin miedo.

lunes, 15 de agosto de 2011

Filosofía de vida

A todos nos enseñan pautas esenciales durante el proceso de sociabilización que nos permite funcionar en sociedad. Y de algún modo, este proceso se basa en la subyugación del "yo" individual a favor de la creación de un ente social funcional. Esta castración del  ser puede crear conflictos entre lo que somos y lo que debemos ser.

En lo personal, me parece saludable cuestionar lo que nos han enseñado, poner un poco de distancia entre esa carga cultural y social  y escuchar la voz de nuestro subyugado ser interior.

Al hacer este ejercicio uno puede sentirse un tanto vacío, dudoso y angustiado, pero tras la confusión empieza el proceso de búsqueda que en su momento nos llevará a encontrar nuestro centro. Es el principio del crecimiento interior que nos lleva a ser mejores seres humanos, a desarrollar una filosofía de vida auténtica en la que exista la armonía entre quienes somos y lo que creemos.

domingo, 14 de agosto de 2011

To Kill a Mockingbird por Harper Lee

Acabo de leer To Kill a Mockingbird de Harper Lee y me fascinó. Es una narración circularmente perfecta. Las primeras páginas y las últimas giran sobre el mismo asunto: cómo Jem, el hermano de trece años de la narradora, Scout de ocho, recuerda la noche en que Jem se fracturó el brazo izquierdo.

El resto de la novela es la secuencia de eventos que llevó a ese momento, desde la perspectiva de una niña,  en una Alabama segregada, durante un período de tres años. Harper Lee logra mantener la perspectiva de la niña Scout, sin embargo, es claro que narra los hechos años más tarde. Por eso, hay una dualidad entre como veía los hecho entonces, y como los ve ahora. Sin embargo, es el lector que debe seguir las pautas de la escritora para entenderlo.

El asunto central de la novela gira entorno a la reacción de un pueblo sureño a la acusación de violación de una mujer blanca por un hombre negro. En el centro de la trama está la familia de la narradora: su padre, Atticus Finch, es el abogado del acusado y el pueblo no le perdona el prestarse a defender un hombre negro. A través de la crianza que le da Atticus a los niños, y todas sus acciones, vemos un hombre justo, equilibrado, de mente abierta, atípico del soñoliento puedo en donde viven.

Los niños son ávidos lectores, tienen libertad de jugar en campo abierto y disfrutan de una excelente comunicación con su padre. Jem y Scout son huérfanos de madre, por eso han sido criado por Atticus y su criada Calpurnia.

Es sumamente interesante la conducta de Atticus hacia Scout. No la trata como el pueblo y su hermana Alexandra esperan que lo haga: Scout tiene liberta de montear con su hermano Jem, de usar pantalones, y de jugar con los mismos juegos que su hermano. Scout no es femenina en lo absoluto, detesta el rosa y los vestidos, y basándose en su observación de las mujeres del barrio ha declarado que no hay cosa peor, ni más aburrida que ser mujer.

La lectura, la libertad de explorar que les da su padre, y el encuentro casual con Dill contribuyen a las fantasías infantiles de Jem y Scout. Por ejemplo, los niños imaginan toda una historia de misterio y terror de lo que ocurre en la casa de los Redley. Una casa que está siempre cerrada y donde vive un hombre, Boo Radley, que nunca sale.Al final del libro, la salida de Boo Radley y su buen comportamiento tienen que ver con la pérdida de la inocencia de la narradora. Ella se da cuenta de que él no es el monstruo que ellos habían imaginado, haciéndola entender su propio prejuicio.

Harper Lee es una talentosa narradora, su historia nos hace llorar, nos hace reír, nos llena de rabia, de impotencia ante las injusticias del sistema judicial de un sur segregado. Es una novela que muestra la complejidad del prejuicio, del racismo, del momento histórico en que tienen lugar los hechos (1933-1935).  Por un lado,  hay una mayoría racista que quiere mantener el statuo quo, pero también existe una pequeña minoría que empieza a catapultar el cambio de actitud. En la novela la mayoría gana, sin embargo, es obvio que la minoría, a pesar de perder, deja sus marcas, y ha puesto en movimiento las ruedas del cambio.

Hechos interesantes acerca de Harper Lee:
  • To Kill a Mockingbird es el único libro publicado de Harper Lee. Su fama recae exclusivamente en esta novela. La novela se considera un clásico, ha sido traducida a más de cuarenta idiomas, recibió el Pulitzer y es una de las mejores novelas estadounidenses. 
  • Harper Lee escribió la novela sin esperar mayor éxito, y gracias a la donación de unos amigos que le regalaron el monto total de su salario anual como empleada en una aerolínea para que se dedicara a escribir, a ver con qué se le ocurría escribir.
  • El personaje Dill, está inspirado en Truman Capote, amigo de infancia de la escritora.
  • Harper Lee creció en una familia que creyó en la segregación hasta 1950 cuando cambió de opinión. 

martes, 9 de agosto de 2011

Camille Claudel

Camille Claudel fue una escultora francesa (1864-1943), poseedora de un talento innato y un extraordinario genio creador. Su talento iba acompañado de una personalidad apasionada por la creación artística, de gran inteligencia, fortaleza e independencia, vetado a las mujeres en su momento histórico.

La vida de Camille Claudel cambió en el momento en que conoció a Auguste Rodin: se convirtió en su aprendiz, ayudante, musa y amante. Rodin reconoció en ella gran talento, llegando al punto de sentir celos de su genio.

Debido a su asociación con Rodin, y por ser mujer, la obra de Claudel fue vista como mera copia de la de éste; sin embargo, con el paso del tiempo la percepción ha cambiado, y ésta ha ido recuperando el lugar que le pertenece. Los expertos han reivindicado su valor artístico y han establecido, que a diferencia de lo creído, Claudel influyó la obra de Rodin.

Claudel y Rodin tuvieron una relación amorosa 'clandestina' por un período de diez años. Esta relación y su inevitable separación dejaron a Camille Claudel en un estado mental muy frágil del que con la debida atención y cuidados tal vez, se habría recuperado. Sin embargo, la familia influida por su hermano Paul, la recluyó en una cadena de sanatorios mentales por un período de cuarenta años. Varios sanatorios dictaminaron que Camille Claudel no estaba loca, sin embargo, la familia nunca hizo caso. Camille Claudel murió en un sanatorio, abandonada por su familia y fue enterrada en una fosa común porque ésta no reclamó sus restos.

Camille Claudel esculpía con el corazón, más que con sus manos, por eso, gran parte de su obra es autobiográfica y retrata su tormentosa experiencia amorosa con Auguste Rodin. Sus esculturas proyectan un profundo lirismo y gran dramatismo. Por ejemplo, L'Age mûr es una de las obras más importantes de Camille Claudel, ésta capta el momento de la catastrófica ruptura entre Auguste Rodin y Camille Claudel.

Al observar L'Age mûr uno puede experimentar el sentimiento de abandono que siente la otra mujer (Camille Claudel), la mezcla de emociones del hombre que se aleja para siempre (Rodin), y el poder y triunfo de la mujer que se impone (Rosa Beuret). Esta escultura no nos deja indiferentes, nos araña el alma por la tragedia y la humanidad de la escena representada, especialmente en la figura de la mujer abandonada.

Es una lástima que Camille Claudel haya destruido la gran mayoría de sus creaciones durante una crisis emocional; únicamente sobrevivieron unas noventas piezas que dan testimonio de su talento, de su gran capacidad para la creación artística y su cosmovisión y de su trágica existencia.

Por recomendación de  Fernando, vi la película Camille Claudel. La película presenta un excelente retrato de Camille Claudel: de la mujer y la artista. Es un filme excelente, bien documentado, excelentemente dirigido, y actuado. Si esta entrada despertó tu interés en esta gran artista, el filme es un buen lugar para empezar a conocerla.

Fuentes:
Wikipedia 
Some Beautiful (If Tortured) Works of Camille Claudel
Camille Claudel: a Passionate and Vibrant Artist
Intellectuality and Sexuality: Camille Claudel, The Fin de Siecle Sculptures

sábado, 6 de agosto de 2011

Haciendo vida en una silla de ruedas

Siempre he pensado que el secreto de vivir es no detenerse nunca y no hacer el papel de víctima.  La vida es un largo viaje en cuyo trayectos hay tramos más placenteros que otros, pero no por ello más importantes. La vida es el conjunto de todos esos tramos que componen el camino, y nuestra reacción a los desafíos que en ellos nos aguardan.

Soy una mujer fuerte y luchadora. No me rindo aunque en más de una vez me he caído. He vivido tantas experiencias dolorosas que he desarrollado cierta resistencia y estrategias para lidiar con las adversidades. Nunca me pregunto por qué algo me ocurrió a mí, lo entiendo como el resultado de causalidad o casualidad. Jamás me he permito sentir auto compasión, ni caigo en el círculo vicio de las culpas. Suelo extender la mirada más allá del presente y soñar con un mañana mejor en el que saldré fortalecida por lo vivido, y en el que las circunstancias actuales sean sólo un recuerdo.

El que tenga una actitud positiva ante la adversidad no significa que me sea fácil lo que vivo en este momento. Me cuesta estar atada a una silla  por ser yo una persona tan activa, pero sé que no no puedo hacer nada para cambiar la realidad. ¿Qué hacer entonces? Lo único posible: enfrentarlo, seguir adelante y hacer lo mejor que pueda con los recursos que tengo disponible.

Mi mayor dificultad estos días es el intenso dolor que padezco, por razones obvias, pero también porque limita mi habilidad para hacer lo que haría en un día normal. Por ejemplo, si no tuviera dolor, podría tomar un taxi con la ayuda de mi mamá e ir al médico, pero en mi condición no es posible.

Ayer tarde pasé dos horas haciendo llamadas intentando a ver cómo voy a llegar a las citas médicas en unas dos semanas. Lo primero que hice fue pedir una solicitud para el programa Access-A-Ride de la MTA. La empleada me dijo que el proceso se lleva unas cinco semanas y una evaluación para comprobar mi condición médica. El problema es que debo ir al hospital en dos semanas. Ese servicio lo utilizaré, me imagino el próximo mes, pero por ahora tengo que encontrar otra solución.

Existen compañías privadas en la Ciudad de Nueva York que transportan a los discapacitados. He llamado a varias y el precio del servicio varía de cien a trescientos dolares por un viaje de ida y vuelta, de mi casa al Bellevue -cualquiera pensaría que estaría alquilando una limusina :P.  No me queda claro a qué se debe la diferencia en precio si todas ofrecen el mismo servicio y desde la misma dirección.

El estar en una silla de ruedas ha sido todo un aprendizaje para mí. Si antes sentía empatía por los discapacitados, ahora, con conocimiento de causa, ésta es mucho mayor. Por lo pronto, sigo viviendo mi día a día aprendiendo a navegar por la vida con mi nuevas ruedas.

viernes, 5 de agosto de 2011

¿Laicismo radical?

 La religión es algo que yo rechazo, es algo que no me interesa, y que no quiero en mí vida. Mi caso es tan crónicamente anticlerical que una vez consideré formar parte de una campaña que buscaba restarle feligreses a El Vaticano. Más de una vez he considerado la apostasía seriamente, y aún no la descarto. Si no lo he hecho es por no herir a mi madre quien es una devota católica.

Y sin embargo, defiendo el derecho de los demás a creer y practicar su religión como mejor les plazca,  pero no logro compartir su entusiasmo. Sé que hay seres cuya existencia está basada totalmente en un sistema de fe religiosa, y que no entienden el mundo de ningún otro modo. Para ellos, la existencia sin Dios no tiene sentido. Esa es su decisión, y están en todo su derecho que yo respeto, pero no comparto.

Vivo una vida secular plena. No me siento vacía, no me hace falta llenar mi vida de historias ficticias que trafican con la ilusión del más allá. No creo en la creación del universo, no creo en el paraíso, no creo en el infierno, no creo que exista un plan divino, y vivo tranquila con la idea de que no soy más importante que las aves ni los árboles, de que soy parte del universo y de que algún día volveré a él sin pompas ni glorias.

Mi desaparición del mundo no me angustia, ¿por qué habría de preocuparme no estar en la tierra cuando sólo he existido por unos treinta y tantos años? El universo está por encima de mí, yo soy una criatura insignificante ante él, y seguirá existiendo conmigo o sin mí. No tengo miedo de desaparecer algún día, no me importa lo que me ocurrirá entonces, ¿acaso me he preocupado de mi 'estado' prenatal? 

Lo que si me preocupa es hacer de este planeta un mejor lugar mientras esté aquí. Tengo un conjunto de valores seculares y éticos bajo cuyos preceptos vivo, y hago todo lo posible por hacer el bien y a ayudar a mis semejantes. Sin embargo, no lo hago porque con ello espere que Dios me acepte en su paraíso. No quiero pago, lo hago porque es lo correcto, porque es lo que hay que hacer, y no como un mezquino abono a la salvación de mi alma.

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domingo, 31 de julio de 2011

El accidente que me mandó al hospital

Llevaba treinta y nueve días sin publicar nada en el blog. Me moría por escribir, pero no tenía ni laptop ni Internet en el hospital donde pasé veinte dos días recuperándome de un aparatoso accidente automovilístico.

El accidente interrumpió todos mis planes de verano. Los días anteriores los había pasado preparándome para el último examen antes de la disertación doctoral. Además, estaba trabajando en el prólogo a un libro de poesía que me habían pedido, y había empezado una clase de francés. Estaba muy ilusionada y llena de planes.

El día del accidente, el ocho de julio, me levanté temprano. Estudié un par de horas,  lavé una máquina de ropa e hice otros pendientes. Esa mañana había recibido la llamada de un amigo a quien no veía desde hacía dos semanas porque estaba de viaje. Me invitó a comer y acepté. Me recogió a las dos de la tarde. Fuimos a un restaurante en Brooklyn.

Salimos del restaurante a las cuatro de la tarde al tiempo que empezaba una llovizna. Yo debía regresar a mis estudios, y él tenía que ir a visitar a un paciente a quien días antes le  habían puesto una válvula en el corazón.

Hasta entonces, todo era perfecto. Antes de regresar a nuestras obligaciones, decidimos pasar por un lugar que quedaba a orillas del río, pues aún teníamos algo de tiempo. Tenía bonita vista, y sería agradable, me dijo. Estuve de acuerdo.

Entre conversaciones y risas, doblamos unas cuantas calles, y terminamos en Flatbush Avenue e hicimos  una derecha. Eran ya las 4:17 de la tarde. Un poco más adelante, hizo una izquierda, vi un carro que se aproximaba extremadamente rápido, y supe que nos impactaría. Todo pasó tan rápido que no llegué a racionalizarlo ni a sentir miedo.

El impacto fue estruendoso, me dicen que el carro dio varias vueltas sobre sí hasta terminar estrellándose contra un poste. Según el policía, el segundo impacto fue a unas cuantas pulgadas del tanque de gasolina. En ese instante  no veía nada estaba cubierta  por las bolsas de aire.

El dolor no se hizo esperar. El primer síntoma fue la falta de aire. Sentía que me asfixiaba, no sabía exactamente bien por qué. Creí que me asfixiaría y tuve mucho miedo -los estudios médicos indicarían que el pulmón sufrió un poco con el impacto, y entonces entendí la falta de aire. También, me dolían las piernas muchísimo y no podía moverlas. Estaba sangrando pero no sabía de dónde. Mi compañero me daba ánimo y me decían que vendrían a ayudarnos pronto, y así fue.

El accidente ocurrió cerca de una estación de bomberos y un cuartel de la policía, según me dijeron. En unos minutos estuve rodeada de gente tratando de ayudarme.  Había vuelto a respirar normalmente, y ya no tenía miedo. Ni siquiera estaba preocupada, una de esas cosas extrañas de las que somos capaces y que descubrimos en momentos de crisis.

Un socorrista se me acercó, me colocó un collar ortopédico, y me sostuvo por veinte minutos, el tiempo que se llevó rescatarme de los escombros del carro. El carro estaba tan dañado por el lado del pasajero que tuvieron que sacarme por el asiento del chófer.

Al levantarme sentí aún mucho más dolor en la cadera y las piernas. Me pusieron en la camilla, me subieron a la ambulancia. El socorrista que había estado conmigo todo el tiempo dictaminó que me llevarían al Hospital Bellevue por ser el mejor centro de la Ciudad para lidiar con fracturas y traumas por accidente -eso me dijo.

Ya en la ambulancia y al comprender que mis lesiones habían sido mayormente en lo que yo creía era la columna y las piernas, le pregunté angustiada al socorrista sí volvería a caminar. Me pidió que moviera los dedos de los pies, y lo pude hacer; entonces me dijo que no podía asegurarme nada sin antes saber que tipo de lesiones tenía, pero que pudiera mover los dedos de los pies y pudiera sentir sus manos tocándome las piernas eran excelentes señales. Creo que  el gesto de dolor que se había plasmado en mi rostro se ensanchó en una sonrisa.