jueves, 16 de julio de 2015

Mis impresiones de El príncipe de Maquiavelo

Soy amante de leer los clásicos, y cada vez que tengo oportunidad, añado uno a mi lista de leídos. Esta vez el turno le tocó a El príncipe de Maquiavelo. Era una lectura pendiente, que cobró una cierta cercanía cuando estuve en Florencia. Un día me encontré frente a su tumba, coincidencialmente, el mismo día que había visitado el palacio de los Médici. El azar me hizo pensar en el vínculo histórico que los unía. Me quedé unos segundos frente a su tumba, sobre la cual reposaba una rosa roja. Había ido hasta la iglesia de la Santa Cruz a visitar las tumbas de Michelangelo y Galileo.

La fama de Maquiavelo se debe casi exclusivamente a El príncipe, a pesar de haber escrito otro siete libros -tratados políticos, una comedia, entre otros. Maquiavelo fue funcionario público durante el período republicano de Florencia. Fungió como secretario, diplomático y asesor de guerra.  Por razones que desconozco, Maquiavelo perdió su cargo público. Sus desgracias no terminan ahí, tras el regreso de los Médici en 1512, fue acusado de conspirar en  su contra, fue torturado, encarcelado, y posteriormente exiliado.

Alejado de la vida política, Maquiavelo se entrega a la escritura; de este período son El príncipe (1513) y otros textos importantes. Era una etapa de gran desilusión debido a sus pérdidas personales -quedó desempleado y su reputación estaba en tela de juicio-; y por otra parte, por la realización de que Italia era cada vez más un estado divido, sin esperanza de unificación, consumido por las luchas de poder, la corrupción y la ambición de los gobernantes y de la Iglesia. Es en este contexto que Maquiavelo decide plasmar sus esperanzas de un líder fuerte y una nación unificada en El príncipe, y se lo dedica a quien considera capacitado para alcanzar la gloria de liberar a Italia del caos: Lorenzo II di Médici.

El libro discurre sobre las acciones que ha de tomar un príncipe para conservar el poder, hacer de su estado uno estable, fuerte y que promueva el bien común. Éste consta de una dedicatoria y 26 capítulos. El sentido del libro se esboza claramente en la dedicatoria y la exhortación final. En la dedicatoria expresa su lealtad al nuevo príncipe, y se la demuestra al poner a su alcance su mayor posesión: su conocimiento de la naturaleza humana, y de las acciones que constituyen el bien y mal gobernar:
Deseando, pues, presentarme ante Vuestra Magnificencia con algún testimonio de mi sometimiento, no he encontrado entre lo poco que poseo nada que sea más caro o que tanto estime como el conocimiento de las acciones de los hombres, adquirido gracias a una larga experiencia de las cosas modernas y las antiguas. 
La fuente de la sabiduría de Maquiavelo son su experiencia, sus reflexiones y análisis de las acciones de los estadistas del momento y de la antigüedad. Sin embargo, el súbdito desea algo más: lograr la absolución del monarca. Procura que el nuevo príncipe, acepte su obra como muestra de su lealtad y apreciación, pero también, que se detenga a evaluar lo injusto de la acusación que pesa sobre sí:
Y aunque juzgo esta obra indigna de Vuestra Magnificencia, no por eso confío menos en que sabréis aceptarla, considerando que no puedo haceros mejor regalo que poneros en condición de poder entender, en brevísimo tiempo, todo cuando he aprendido en muchos años y a costa de tantos sinsabores y peligros […] No quiero que se mire como presunción el que un hombre de humilde cuna se atreva a examinar y criticar el gobierno de los príncipes […]
Acoja, pues Vuestra Magnificencia este modesto obsequio con el mismo ánimo con que yo lo hago; si lo lee y medita con atención, descubrirá en él un vivísimo deseo mío: el de que Vuestra Magnificencia llegue a la grandeza que el destino y sus virtudes le auguran. Y si Vuestra Magnificencia, desde la cúspide de su altura, vuelve alguna vez la vista hacia este llano, comprenderá cuan inmerecidamente soporto una grande y constante malignidad de la suerte.
La dedicatoria de Maquiavelo responde a una larga tradición: dedicar una obra a una persona poderosa e influyente para engraciarse con ésta, defender su honra o obtener algún favor. Esta dedicatoria iba siempre impregnada de una falsa modestia: el escritor se presentaba como el más humilde de sus súbditos o admiradores. Aunque su libro no le acarreo los beneficios personales esperados -no recobró su cargo, ni fue absuelto de culpas, sí le ha legado un lugar de importancia en la política moderna y en las letras universales.

En la exhortación, el último capítulo, Maquiavelo expresa un motivo superior a sus deseos personales y el aprendizaje del príncipe: la necesidad de un príncipe fuerte que sepa imponer el orden en Italia, y liberarla del caos en que se encuentra. Maquiavelo termina su libro con un llamado "a liberar a Italia de los bárbaros”. Pone toda su confianza en el nuevo príncipe y el linaje que lo avala. Está convencido de que Lorenzo II di Médici, si sigue los consejos ofrecidos, logrará unificar a Italia, y hacer de ella un estado fuerte para su gloria personal y el bien de todos:
 De modo, que casi sin un soplo de vida, espera Italia al que debe curarla de sus heridas, poner fin a los saqueos de Lombardía y a las contribuciones del Reame y de Toscana y cauterizar sus llagas desde tanto tiempo gangrenadas.
[…] Y no se ve en la actualidad, en quien uno pueda confiar más que en vuestra ilustre casa, para que con su fortuna y virtud, preferida de Dios y de la Iglesia, de la cual es ahora príncipe, pueda hacerse jefe de esta redención.

[…] Abrace, pues, vuestra ilustre familia esta causa con el ardor y esperanza con que se abrazan las causas justas […]
La publicación de El príncipe en 1513 supuso un hito en la concreción del Estado moderno, y la concepción de éste como una entidad independiente de la religión. Maquiavelo expuso la necesidad de desvincular la política de la religión y la moral, ya que ni una ni otra son útiles al objetivo supremo de todo estadista: mantener el poder, y la integridad del Estado. Este concepto era revolucionario, ya que atentaba contra el principio imperante hasta entonces de que el poder, el entendimiento y voluntad les son dados al hombre por Dios. No en vano El príncipe fue puesto en el índice de los libros prohibidos. Los críticos de Maquiavelo de los siglos XIV y XVII, en su gran mayoría, se fundamentaban en esta separación del poder de su origen divino (Quevedo, Gracián, etc.).

Las crítica no han sido únicamente de origen moral/religioso, sino de orden jurídico/ético/secular, pero estas fueron posteriores, no inmediatas como ocurre con las primeras. En El príncipe Maquiavelo, sin usar el término jamás, esboza lo que luego se denominó la Razón de Estado. Maquiavelo argumenta que el príncipe/el gobernante debe estar dispuesto a hacer lo que fuera necesario, sin atenerse a la moral, ni la ética ni al derecho para salvaguardar la integridad del Estado. Se vale exterminar estirpes, envenenar, hacer la guerra, colonizar, anexar, traicionar y simular buena intención para lograr este objetivo. No importa si hay que aplastar a una minoría en el proceso, siempre y cuando, ésta acción se haga a favor del bien común, la retención del poder y la integridad del Estado

No es lo mismo leer a Maquiavelo en el siglo XXI, teniendo constancia de los peligros de los poderes absolutos del siglo XX, que haberlo leído en el siglo XVI en el momento que lo concibió Maquiavelo. La naturaleza despótica, bélica, expansionista, y tramposa del líder ideal de Maquiavelo resulta harto problemática hoy día. La aniquilación de las libertades individuales y la carta blanca que le otorgaría Maquiavelo al estadista, para usarla a su discreción para mantener el poder y el estado fuerte, pueden resultarnos escalofriante, en parte porque tenemos precedentes de las consecuencias del poder absoluto, y creemos en un estado de derecho en el que el estadista, no debería estar por encima de la ley.

Me fue difícil leer El príncipe, sin sentirse cierta repulsión, con cada página que volteaba veía el fantasma de tantos monstruos iniciados en el maquiavelismo, Mussolini, Balaguer, entre otros. Es impresionante la correlación entre las prácticas balagueristas y las indicaciones de El príncipe. No sé si esta conexión ha sido estudiada, imagino que sí, porque es obvia; no tengo duda de que Balaguer siguió las instrucciones de Maquiavelo al pie de la letra. A saber, eliminar a los subversivos, mantener el vulgo contengo con sus migas, no interferir con las clases poderosas, dar castigos ejemplares, hacer todo tipo de trampas y chapucerías para seguir en el poder, y un larguísimo etcétera.

Para concluir, confieso que lo que más me sorprendió de El príncipe fue la ausencia de la célebre máxima que todos les atribuyen a Maquiavelo. No, Maquiavelo no dijo que el fin justifica los medios, por lo menos no está contenida en el texto per se. Sin embargo, hay que reconocer que es una magnífica síntesis de los argumentos por él presentados, de principio a fin, en su tratado. La frase sintetiza magistralmente la tesis y los argumentos expuestos en El príncipe.

Algunos enlaces a textos que leídos:
http://www.mgar.net/var/maquiave.htm
http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/4/1799/5.pdf
http://elpais.com/elpais/2013/12/19/opinion/1387456150_255547.html
http://www.eldiario.es/cultura/libros/Maquiavelo-El_principe-aniversario-biografia_0_191431465.html

1 comentario:

  1. Mi primera lectura de El Príncipe fue muy chocante, siendo entonces adolescente e idealista y con poco entendimiento de las ambiciones humanas. Lo leí por obligación, porque era una asignación escolar, pero con los años muchas veces he recordado el libro y entendido que describe mucho del Realpolitik. No había pensado esto que dices de que él lo escribió antes de muchos de los absolutismos del siglo pasado, pero dudo que le hubiera importado mucho. El recomendaba ser temido a ser amado.

    ResponderEliminar