El principito es uno de esos libros que nos embrujan. Sus palabras nos envuelven en una encantada red de terciopelo, encandilándonos los ojos, y contrayéndonos el corazón. Lo he leído varias veces, en tres idiomas distintos, y la magia se repite siempre.
Leer El principito es una entrega dulce, de la que siempre salgo fortalecida y feliz. Nada que ver con el efecto nefasto de aquel libro venenoso que fascinaba a Dorian Gray, y de cuyas páginas emanaba su destrucción.
¡No! La fascinación por El principito nos edifica, nos libera. Nuestro amigo nos toma de la mano, y desde una atalaya nos muestra verdades que habíamos obviado. No nos enseñana nada que ya no supiéramos, y por eso, asentimos, fulminados por la fuerza de sus enunciados.
The Morgan Library & Museum nos ofrece, en su temporada invierno-primavera, la oportunidad de echar un vistazo al proceso creador de El principito. The Little Prince: A New York Story es una íntima retrospectiva de su gestación, durante la estancia de Saint-Exupéry en Nueva York.
La exhibición recuenta algunos eventos de aquellos días. Incluye manuscritos, ediciones antiguas, pasajes y dibujos eliminados de la versión final, cartas, entradas de diario de aficionados, la dedicatoria del autor a su primer lector infantil, el contrato original de la publicación del ibro, entre otras cosas.
La última parte de la exhibición tiene que ver con la vuelta de Saint-Exupéry a Europa. Hay fotos, un brazalete, y algunos hechos sobre Saínt Exupery y la Segunda Guerra Mundial. Lo último que leemos antes de salir de la sala es sobre su desaparición en 1944 mientras hacía, lo que sería, su último vuelo de reconocimiento.
Uno de los datos más interesantes, para mí, fue el que Orson Welles intentara hacer de El principito su tercera película. Y, ahí, tras el cristal, está el guión, con anotaciones y todo, que atestigua el hecho. ¡Fascinante!
Welles intentó buscar la colaboración de Walt Disney para la realización de la película. El proyecto no prosperó, porque éstos no lograrían ponerse de acuerdo. Según Welles, Disney salió disparado de la reunión que sostenían, argumentando que allí "No había espacio para dos genios."
Interesante también, me pareció el que Saint-Exupéry llevara toda una vida haciendo ilustraciones al margen de sus darios, que llegarían a ser parte de lo que sería El principito aunque con modificaciones. Es como si el personaje se le hubiera ido revelando poco a poco, sin que él lo supiera.
The Little Prince: A New York Story es una exhibición sencilla, y quien no se adhiera al culto que yo le profeso a El principito corre el riesgo de salir desilusionado. Yo, por el contrario, quedé complacida. Debo decir que, mientras estuve presente, constaté la diversidad del público. Había niños, adultos y ancianos. Un excelente testamento del encanto y vigencia de este gigante en miniaturas.
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