En El hombre Ilustrado Ray Bradbury hace uso de un relato marco para hilvanar las dieciocho historias que conforman el libro. El relato marco es un recurso literario viejísimo. Creo que el primero en usarlo en occidente fue Boccaccio en El Decamerón. Es un recurso pensado para dar unidad a un libro cuyas historias no se relacionan entre sí. En El hombre ilustrado el marco lo proporciona un hombre cuyos tatuajes cobran vidas mientras éste duerme.
El narrador es el testigo ocular que ve transformarse los tatuaje del hombre en cada una de las fantasías o pesadillas que nosotros leemos. Estos tatuajes no son convencionales, sino verdaderas obras de arte, dignas de un gran pintor. Nos enteramos de que fueron pintados por una mujer que vino del futuro, pero que ha desaparecido. El hombre ilustrado no ha dejado de buscarla para que lo libere de la carga que supone ser el escenario andante en el que se proyecta un futuro "distópico," que interfiere con su día a día.
Estas dieciocho historias nos muestran al clásico Bradbury con su narrativa sencilla, depurada, y de gran atractivo, la creación de una atmósfera de ciencia ficción teñida por un terror cuasi gótico, la existencia de un futuro espeluznante, caracterizado por guerras atómicas y biológicas. Nos adentramos en un universo habitado por seres deshumanizados por la mecanización de su diario vivir, de gobiernos avaros y crueles, capaces de colonizar otros mundos en nombre de la bonanza económica y el "progreso."
Las historias que más me cautivaron fueron “The Veldt”, “The Other Foot”, “The exiles”, “The Fox and the Forest”, “The Concrete Mixer”, “The Visitor” y “Marionettes, Inc.” En todas hay resonancia de la vida en los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial: la censura, la persecución de los sospechosos, la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos, la amenaza siempre latente de una guerra nuclear, los viajes al espacio y la incorporación en la vida diaria de aparatos electrónicos o mecánicos. Son historias de ficción en cuyo subtexto encontramos residuos de la sociedad en que vivió su creador, de sus preocupaciones y anhelos. De algún modo, los tatuajes del hombre funcionan como símbolos del mismo Bradbury y su habilidad para transformar la vida en ficción, y viceversa.
Me quedé prendada de Bradbury cuando leí Fahrenheit 451, y desde entonces el romance sigue creciendo. En El hombre ilustrado encuentro de nuevo a ese escritor de gran imaginación, posicionado entre la fantasía y el terror, sumamente preocupado por el mundo cambiante en que vivió al cual siempre le observo con reserva. Bradbury murió en el 2012 sin haber aprendido a conducir, si saber usar una computadora, previniéndonos sobre los peligros del Internet y la televisión, y creyendo ciegamente en la magia de la lectura como piedra fundacional de la escritura.
El narrador es el testigo ocular que ve transformarse los tatuaje del hombre en cada una de las fantasías o pesadillas que nosotros leemos. Estos tatuajes no son convencionales, sino verdaderas obras de arte, dignas de un gran pintor. Nos enteramos de que fueron pintados por una mujer que vino del futuro, pero que ha desaparecido. El hombre ilustrado no ha dejado de buscarla para que lo libere de la carga que supone ser el escenario andante en el que se proyecta un futuro "distópico," que interfiere con su día a día.
Estas dieciocho historias nos muestran al clásico Bradbury con su narrativa sencilla, depurada, y de gran atractivo, la creación de una atmósfera de ciencia ficción teñida por un terror cuasi gótico, la existencia de un futuro espeluznante, caracterizado por guerras atómicas y biológicas. Nos adentramos en un universo habitado por seres deshumanizados por la mecanización de su diario vivir, de gobiernos avaros y crueles, capaces de colonizar otros mundos en nombre de la bonanza económica y el "progreso."
Las historias que más me cautivaron fueron “The Veldt”, “The Other Foot”, “The exiles”, “The Fox and the Forest”, “The Concrete Mixer”, “The Visitor” y “Marionettes, Inc.” En todas hay resonancia de la vida en los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial: la censura, la persecución de los sospechosos, la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos, la amenaza siempre latente de una guerra nuclear, los viajes al espacio y la incorporación en la vida diaria de aparatos electrónicos o mecánicos. Son historias de ficción en cuyo subtexto encontramos residuos de la sociedad en que vivió su creador, de sus preocupaciones y anhelos. De algún modo, los tatuajes del hombre funcionan como símbolos del mismo Bradbury y su habilidad para transformar la vida en ficción, y viceversa.
Me quedé prendada de Bradbury cuando leí Fahrenheit 451, y desde entonces el romance sigue creciendo. En El hombre ilustrado encuentro de nuevo a ese escritor de gran imaginación, posicionado entre la fantasía y el terror, sumamente preocupado por el mundo cambiante en que vivió al cual siempre le observo con reserva. Bradbury murió en el 2012 sin haber aprendido a conducir, si saber usar una computadora, previniéndonos sobre los peligros del Internet y la televisión, y creyendo ciegamente en la magia de la lectura como piedra fundacional de la escritura.
He aquí un vídeo que disfruté muchísimo hace ya algún tiempo: An Evening with Ray Bradbury.
Tal pareciera que te refieres a problemas cotidianos cuando escribes: «Nos adentramos en un universo habitado por seres deshumanizados por la mecanización de su diario vivir, de gobiernos avaros y crueles, capaces de colonizar otros mundos en nombre de la bonanza económica y el "progreso"».
ResponderEliminarLa ciencia ficción se supone que trate de un mundo alternativo, usualmente en el futuro, pero no siempre es así.
Hola Víctor,
ResponderEliminarJa! así parece.
En el libro los eventos tienen lugar en el futuro, pero a veces pienso, que mucho de lo que era el futuro en 1950, es nuestro presente... Vivimos en un mundo increíblemente parecido a las pesadillas de muchos escritores... Se me ocurre que nuestra realidad nada tiene que envidiarle al mundo terrible de 1984.
Saludos.