
Esta mañana he pensado en la profesora Espinal al leer el comentario de mi amigo Victor Manuel en la entrada anterior, "...Esos libros desechables que no dicen nada no me gustan, pero tampoco aquellos que son difíciles a propósito -- pues, al fin, el asunto es comunicar algo que para el escritor constituye una visión de la realidad." Comparto esta idea contigo Víctor Manuel, pues, no creo que la grandeza de un libro esté en su nivel de dificultad, esas son ya etapas superadas en la literatura. Esos osados arquitectos de lo difícil corren el riesgo de ser visto como ridículos y anacrónicos, y peor aún, de ser desdeñado por nuestros ojos de lectores modernos. Esos escritores inaccesibles tuvieron su momento histórico, y hay que leerlos y entenderlos en ese contexto. Pero, volvamos sobre Platero y yo, uno de esos libros que dice Victor Manuel comunican algo. Es un libro sencillamente complejo, y profundamente humano, de una hermosa y trascendental sencillez, -a través de la que asoman profundas verdades- portador de gran belleza lírica, y de un lenguaje depurado y sencillo. Sin duda Platero y yo es unos de mis favoritos de todos los tiempos.
A continuación comparto con ustedes el Prologuillo que escribió Juan Ramón Jiménez explicando a quien va dirigido el libro:
'Suele creerse que yo escribí 'Platero y yo' para los niños, que es un libro para niños...
'Advertencia a los lectores que leen este libro para niños: Este breve libro, en donde la alegría y la pena son gemelas, cual las orejas de Platero, estaba escrito para... ¡que se [sic] yo para quién!... para quien escribimos los poetas líricos... Ahora que va a los niños, no le quito ni le pongo una coma. ¡Qué bien! 'Dondequiera que haya niños -dice Novalis -existe una edad de oro.' Pues por esa edad de oro, que es como una isla espiritual caída del cielo, anda el corazón del poeta, y se encuentra allí tan a gusto, que su mejor deseo sería no tener que abandonarlo nunca.
¡Isla de gracia, de frescura y de dicha, edad de oro de los niños; siempre te hallé yo en mi vida, mar de duelo; y que tu brisa me dé su lira, alta y, a veces, sin sentido, igual que el trino de la alondra en el sol blanco del amanecer!
Yo nunca he escrito ni escribiré nada para niños, porque creo que el niño puede leer los libros que lee el hombre, con determinadas excepciones que a todos se le [sic] ocurren...'
Ilustración de Jesús Gabán, vía foros.marianistas.org