Nos llegan terribles noticias desde París: diez periodistas y dos policías han sido asesinados por un grupo terrorista. Es un acto abominable que nos conmueve a todos y nos llena de ira.
El que periodistas sean asesinados en la sala de redacción es sencillamente aberrante. Es una idea que nos cuesta asimilar, porque no se puede entender. Me siento indignada, y mi solidaridad está con el pueblo francés y con las familias de las víctimas. No sé como se vuelve de una tragedia así. No hay derecho.
Quiero hacer unas observaciones de lo que preveo tras el atentado, porque creo que es importante no perder la perspectiva en tiempo de crisis. Es cuando más debemos permanecer vigilantes ante nuestros pensamientos y sobre cómo los políticos manipulan eventos trágicos para avanzar ciertas agendas.
La oleada de islamofobia que nos azota desde el 2001 recibirá un gran impulso con el atentado de París. Me entristece ver la cantidad de gente inteligente que conozco que pone en tela de juicio su inteligencia con sus deplorables comentarios sobre el terrorismo y los musulmanes.
Es importante respirar profundo, y sacarnos las emociones de la cabeza para no enturbiar el pensamiento. O mejor, debemos cuidar nuestros pensamientos, que tras un atentado son atizados por la cruenta escena, su constante despliegue, tanto en el Internet como en la prensa tradicional y los comentarios oportunistas de propagandistas políticos.
Hay que condenar el vil ataque a la revista Charlie Hebdo, pero jamás aceptar la islamofobia. Creo que somos peores seres humanos al propagarla, al contribuir al castigo de un grupo por acciones de las que no son responsables. Las raíces del terrorismo casi siempre son políticas y casi nunca religiosas.
No es verdad que todos los musulmanes son violentos. El Corán es un libro 'sagrado' más, compuesto con las mismas ficciones, aberraciones, salvajismos que la Biblia y la Torah. Nadie responsabiliza a los creyentes en estos libros por las acciones terroristas de algunos de sus miembros. De hecho, ni siquiera se hace la conexión.
La cuestión es sencilla. Una persona común y corriente que practique el Islam, probablemente se ofendería con las publicaciones de Charlie Hebdo, pero jamás asesinaría a sus creadores. Un terrorista mata por esa o cualquier otra razón. Es fácil saber qué es lo correcto desde el futuro, pero lo esencial es no sucumbir al miedo y a la rabia en el momento en que estos terribles hechos ocurren.
No podemos permitir que la tragedia nos empuje a la islamofobia. No debemos hacer una simbiosis entre los terroristas y los musulmanes que nada tienen que ver con ellos. Es una tragedia condenar a todo un grupo por las acciones de unos asesinos a sangre fría. El castigo colectivo tiene malos precedentes, no seamos parte de esa horrenda tradición.
El que periodistas sean asesinados en la sala de redacción es sencillamente aberrante. Es una idea que nos cuesta asimilar, porque no se puede entender. Me siento indignada, y mi solidaridad está con el pueblo francés y con las familias de las víctimas. No sé como se vuelve de una tragedia así. No hay derecho.
Quiero hacer unas observaciones de lo que preveo tras el atentado, porque creo que es importante no perder la perspectiva en tiempo de crisis. Es cuando más debemos permanecer vigilantes ante nuestros pensamientos y sobre cómo los políticos manipulan eventos trágicos para avanzar ciertas agendas.
La oleada de islamofobia que nos azota desde el 2001 recibirá un gran impulso con el atentado de París. Me entristece ver la cantidad de gente inteligente que conozco que pone en tela de juicio su inteligencia con sus deplorables comentarios sobre el terrorismo y los musulmanes.
Es importante respirar profundo, y sacarnos las emociones de la cabeza para no enturbiar el pensamiento. O mejor, debemos cuidar nuestros pensamientos, que tras un atentado son atizados por la cruenta escena, su constante despliegue, tanto en el Internet como en la prensa tradicional y los comentarios oportunistas de propagandistas políticos.
Hay que condenar el vil ataque a la revista Charlie Hebdo, pero jamás aceptar la islamofobia. Creo que somos peores seres humanos al propagarla, al contribuir al castigo de un grupo por acciones de las que no son responsables. Las raíces del terrorismo casi siempre son políticas y casi nunca religiosas.
No es verdad que todos los musulmanes son violentos. El Corán es un libro 'sagrado' más, compuesto con las mismas ficciones, aberraciones, salvajismos que la Biblia y la Torah. Nadie responsabiliza a los creyentes en estos libros por las acciones terroristas de algunos de sus miembros. De hecho, ni siquiera se hace la conexión.
La cuestión es sencilla. Una persona común y corriente que practique el Islam, probablemente se ofendería con las publicaciones de Charlie Hebdo, pero jamás asesinaría a sus creadores. Un terrorista mata por esa o cualquier otra razón. Es fácil saber qué es lo correcto desde el futuro, pero lo esencial es no sucumbir al miedo y a la rabia en el momento en que estos terribles hechos ocurren.
No podemos permitir que la tragedia nos empuje a la islamofobia. No debemos hacer una simbiosis entre los terroristas y los musulmanes que nada tienen que ver con ellos. Es una tragedia condenar a todo un grupo por las acciones de unos asesinos a sangre fría. El castigo colectivo tiene malos precedentes, no seamos parte de esa horrenda tradición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario