El próximo 19 de abril serán las elecciones primarias del estado de Nueva York. Por primera vez en mucho tiempo los resultados de estas elecciones tienen peso en la selección de quién será el precandidato presidencial por ambos partidos. Sin embargo, en Nueva York no todos podrán votar. Es decir, los votantes que no estén afiliados a un partido no podrán expresar su preferencia en las urnas.
Me parece una locura que sólo los votantes afiliados a uno de los dos partidos mayoritarios puedan votar en las elecciones primarias; igualmente antidemocrático es que únicamente se pueda votar por el candidato del propio partido. La gran democracia de los Estados Unidos parece serlo mucho menos, si se la examina de cerca. El proceso de votación está plagado de pequeños diques dispuestos estratégicamente para evitar sorpresas y perpetuar el statu quo.
Nueva York es uno de los once estados en cuyas elecciones primarias sólo pueden votar los registrados como demócratas o republicanos. Esto significa que unos 3.2 millones de votantes se quedarán sin ejercer su derecho al voto, por no haberse afiliado a uno de los dos partidos antes de la fecha límite. Ayer jueves, 14 de abril unos 150 manifestantes expresaron su descontento con el formato cerrado de las primarias ante el ayuntamiento de la Ciudad de Nueva York.
Actualmente hay proyecto de ley en la Asamblea Estatal que buscaría poner fin a esta práctica. Sin embargo, las posibilidades de que se convierta en ley a tiempo para estas elecciones son nulas, no sólo por la falta de tiempo, sino también por la férrea oposición que enfrenta en Albany. El establishment favorece la perpetuación del sistema de los dos partidos tal cual existe.
Me parece una locura que sólo los votantes afiliados a uno de los dos partidos mayoritarios puedan votar en las elecciones primarias; igualmente antidemocrático es que únicamente se pueda votar por el candidato del propio partido. La gran democracia de los Estados Unidos parece serlo mucho menos, si se la examina de cerca. El proceso de votación está plagado de pequeños diques dispuestos estratégicamente para evitar sorpresas y perpetuar el statu quo.
Si la gente tiene que conformarse con votar por el candidato de su partido, y otros tantos con mirar de lejos como les imponen a un candidato, el poder discurre por senderos previsibles o preestablecidos. En este caso, Hillary Clinton lleva todas las de ganar el próximo martes, y mucho más sin el cortocircuito que podría suponer la insurgencia del voto independiente, el cual ha favorecido a Sanders a lo largo de la contienda.
Este juego de los partidos funciona a nivel local, pero puede trancarse en el escenario nacional, ya que es imposible ganar las elecciones sin el voto independiente. En noviembre quien obtenga el voto de los no afiliados, se mudará a la Casa Blanca en enero de 2017, los otros, se conformaran con haber ganado primarias en las que millones no pudieron votar.