La casa todos los días se ensancha un poco más. El espacio se multiplica, se van añadiendo habitaciones nuevas, inmensas, desconocidas, por las cuales se asoman a burlarse de mí los fantasmas de todos mis difuntos. Los reconozco a cada uno de ellos, y los invito a venir a mi lado.
Hago un inventario post mórtem, y no puedo evitar dejar escapar una lágrima. ¡Sólo una!... Una más de tantas que van dar a mi almohada en la fría vigilia de la noche. Y, sin embargo, al día siguiente, abro los ojos, me sacudo la espesura de la noche, y vuelvo a construir sobre las ruinas. No importa cuántas veces haya dicho "ya basta", "ya no más" o "me rindo." Siempre me abro paso entre los escombros, y empiezo de nuevo a construir el presente de un futuro difunto.
Hago un inventario post mórtem, y no puedo evitar dejar escapar una lágrima. ¡Sólo una!... Una más de tantas que van dar a mi almohada en la fría vigilia de la noche. Y, sin embargo, al día siguiente, abro los ojos, me sacudo la espesura de la noche, y vuelvo a construir sobre las ruinas. No importa cuántas veces haya dicho "ya basta", "ya no más" o "me rindo." Siempre me abro paso entre los escombros, y empiezo de nuevo a construir el presente de un futuro difunto.