El día que me regalaron Así se escribe un cuento, no imaginaba que ese libro iba a darme la llave hacia el escritor que se convertiría en sujeto de estudio de mi tesis. Me gustó mucho el libro, y me causaba mucha ternura porque al leerlo se me iba deshojando en la mano. Sus páginas amarillas y frágiles, requerían de mis cuidados para permanecer en su lugar.
En el libro, Mempo Giardinelli incluye una serie de entrevistas a escritores, entre las cuales descubrí un nombre que jamás había escuchado: Juan Filloy. Al leer su entrevista me pareció un tipo inteligente, controversial, con mucho que decir, y digno de que se le leyera. Hice una marca sobre su nombre y coloqué en mi escritorio un post-it con el nombre de la novela que me compraría: Caterva.
En aquel momento estaba en proceso de delinear un tema y escribir mi propuesta de tesis sobre la obra de Juan Bosch... Llevaba un semestre estudiando su obra, pero entonces, recibí la noticia que lo cambiaría todo: mi tema había sido estudiado ya. Le explique a una antigua profesora lo que había hecho hasta entonces, y ella con todo el cariño del mundo me explicó que lo que quería hacer no sería una investigación original como debe ser una tesis doctoral.
Esas palabras retumbaron en mí con la intensidad de un trueno. Sentí que el corazón y los pies se aunaban. Sus palabras suponía abandonar todo un semestre de trabajo, todo cuánto había avanzado, ahora debía retrocederlo. Me sentí perdida, y entendí que esas palabras me debieron haber sido dicha el semestre anterior....¿Por qué las escuchaba ahora por primera vez?
Me dio mucha rabia, lloré, llamé a mi ejército de amigos cómplices y me quejé, y pataleé, pero en el fondo estaba sumamente agradecida con la profesora que me hizo ver lo que otros habían callado, por razones que desconozco. Me sumí en un silencio reflexivo que duró varios días, me llené de dudas, y ansiedad... Una semana después, recordé a mi nuevo amigo Filloy, quien ya me esperaba en mi escritorio, con la seguridad de quien se da cuenta que se ha hecho necesario.
Me dediqué a indagar sobre su obra, y con cada página que leía me iba llenando de ilusión por estudiarlo a fondo. Así llegó el día de hablar con mi nueva asesora de tesis sobre Filloy. A ésta le encantó mi nueva elección, porque a pesar de que Filloy es un gran escritor, la crítica no se ha ocupado de su obra. Ni siquiera ella, quien se ha dedicado a estudiar la narrativa latinoamericana ha hecho nada formal con su obra.
Y así, se inició mi aventura con Juan Filloy, un hombre que vivió en tres siglos, creador de una obra de gran vitalidad, aunque ignorada por la crítica y desconocida por los lectores. A pesar de que me atrasé un semestre, estoy entusiasmada con este nuevo proyecto. De hecho, ya he empezado a acariciar la idea de pasarme el próximo verano desempolvando archivos en la Universidad Nacional de Córdoba, y transitando por las calles de aquella ciudad que lo vio nacer.
En el libro, Mempo Giardinelli incluye una serie de entrevistas a escritores, entre las cuales descubrí un nombre que jamás había escuchado: Juan Filloy. Al leer su entrevista me pareció un tipo inteligente, controversial, con mucho que decir, y digno de que se le leyera. Hice una marca sobre su nombre y coloqué en mi escritorio un post-it con el nombre de la novela que me compraría: Caterva.
En aquel momento estaba en proceso de delinear un tema y escribir mi propuesta de tesis sobre la obra de Juan Bosch... Llevaba un semestre estudiando su obra, pero entonces, recibí la noticia que lo cambiaría todo: mi tema había sido estudiado ya. Le explique a una antigua profesora lo que había hecho hasta entonces, y ella con todo el cariño del mundo me explicó que lo que quería hacer no sería una investigación original como debe ser una tesis doctoral.
Esas palabras retumbaron en mí con la intensidad de un trueno. Sentí que el corazón y los pies se aunaban. Sus palabras suponía abandonar todo un semestre de trabajo, todo cuánto había avanzado, ahora debía retrocederlo. Me sentí perdida, y entendí que esas palabras me debieron haber sido dicha el semestre anterior....¿Por qué las escuchaba ahora por primera vez?
Me dio mucha rabia, lloré, llamé a mi ejército de amigos cómplices y me quejé, y pataleé, pero en el fondo estaba sumamente agradecida con la profesora que me hizo ver lo que otros habían callado, por razones que desconozco. Me sumí en un silencio reflexivo que duró varios días, me llené de dudas, y ansiedad... Una semana después, recordé a mi nuevo amigo Filloy, quien ya me esperaba en mi escritorio, con la seguridad de quien se da cuenta que se ha hecho necesario.
Me dediqué a indagar sobre su obra, y con cada página que leía me iba llenando de ilusión por estudiarlo a fondo. Así llegó el día de hablar con mi nueva asesora de tesis sobre Filloy. A ésta le encantó mi nueva elección, porque a pesar de que Filloy es un gran escritor, la crítica no se ha ocupado de su obra. Ni siquiera ella, quien se ha dedicado a estudiar la narrativa latinoamericana ha hecho nada formal con su obra.
Y así, se inició mi aventura con Juan Filloy, un hombre que vivió en tres siglos, creador de una obra de gran vitalidad, aunque ignorada por la crítica y desconocida por los lectores. A pesar de que me atrasé un semestre, estoy entusiasmada con este nuevo proyecto. De hecho, ya he empezado a acariciar la idea de pasarme el próximo verano desempolvando archivos en la Universidad Nacional de Córdoba, y transitando por las calles de aquella ciudad que lo vio nacer.