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martes, 24 de junio de 2008

Los niños también lloran

Los niños tienen una facilidad increíble para ponernos la vida en perspectiva. Hoy mientras iba a comprar algo que comer, pensaba en todos los pesares que me ocupan el tiempo estos días. De repente, veo una niñita, que me saluda desde el otro lado de la calle, y venía a hablarme:

Hola Srta. Tejada, ¿usted va a trabajar aquí el año que viene? Hola Sofía, sí, ¿por qué la pregunta? Para saber si puedo venir a visitarla, porque yo no estaré en esta escuela el año que viene. Me mudo con mi abuela ¿Por qué no vendrás al colegio? Porque ella no vive en este pueblo. Y, el juez dijo que me tengo que ir a vivir con ella. ¿Y tu mamá? Ella nos abusa, a mí y a mi hermana. Es bipolar y esquizofrénica. No nos quiere. ¿Y tu padre?Murió cuando yo tenía un año. Pero no se preocupe que yo vengo a visitarla.

Es increíble la cantidad de cosas que los niños de nuestros tiempos tienen que enfrentar, empezando por el vocabulario; de niña no recuero haber dominado palabras como "bipolar", "esquizofrénica", y mucho menos "cortes" ni "pleitos legales". Yo vivía entre árboles y animales, rodeada de la protección de mi familia, y totalmente indiferente a ese mundo de dolor que describe Sofía.

Me falta el contexto para entender lo que debe ser la vida de Sofía. La veía todos los días en los pasillos del colegio, y jamás me hubiera imaginado que su corta vida estaba tan llena de dolor. ¡Qué triste es saber que hay niños que sufren el abuso de quienes deben protegerlos!

Foto vía de Mail Online

lunes, 23 de junio de 2008

¡Nuestro mundo exige un nuevo orden!

Este fin de semana veía como un niño -hijo de inmigrantes peruanos- era obligado a nacer en el baño de un hospital chileno; abro la revista Nacional Geographic (edición de febrero 2008), y me encuentro a los centroamericanos viviendo un vía crusis en la frontera con México; todos los días los mexicanos tienen el suyo propio a ambos lados de la frontera con los Estados Unidos; en la República Dominicana la crisis económica, y la ineficiencia del Estado obliga a miles a huir del país; los haitianos por su parte, migran hacia el este en busca de mejorar su difícil situación, sólo para encontrar miles de vicisitudes, -entre ella la negativa del Estado a expedir actas de nacimientos a sus niños nacidos en territorio dominicano; y al otro lado del Atlántico toda Europa se prepara para la deportación masiva de miles de inmigrantes.

Uno no puede más que ver, señalar, criticar y retorcerse de impotencia. La inmigración masiva es producto de los fallidos sistemas económicos, políticos y sociales que obligan a la gente a buscar en otros horizontes lo que no encuentran en su país de origen. ¿A dónde vamos a llegar? ¿Habremos tocado fondo, o aún nos falta?

Ni guerras ni ismos han logrado enseñarnos nada. Los hombres del siglo XXI tendrán que buscar un nuevo orden mundial si han de evolucionar. Ese nuevo orden requiere una mirada introspectiva hacia cada uno de nosotros, y hacia las naciones que nos albergan. Los sistemas sociales y económicos arcaicos y fallidos también deben abrirse a la nueva realidad de nuestro mundo.

Los sistemas organizados han fallado en lograr ese hombre nuevo que ha de cambiar el curso de la humanidad. Por ello, yo he llegado a creer que el único cambio verdadero, es aquél que ha de venir de lo más profundo de nosotros. Ese cambio no deberá estar teñido de ningún ismo, ni de ninguna religión, sino de la realización de que necesitamos un nuevo camino, y de que antes que ciudadanos de un país determinado somos seres humanos.

Ese nuevo orden requiere una evolución profunda a lo que nosotros consideramos nuestros valores, nuestro concepto de nación, y nuestro concepto de sociedad, ya que ninguno responde a la realidad y la necesidad de los individuos actuales. Por ello, si hemos de cambiar el curso de la humanidad, el nuevo hombre del siglo XXI tendrá que establecer nuevos valores, un nuevo concepto de nación, y de sociedad que lo ayude a lidiar con los problemas del hombre actual.

martes, 11 de septiembre de 2007

Es otra vez 11 de septiembre

Es otra vez martes 11 de septiembre. Otro día para recordar las víctimas inocentes que perdieron su vida en un día que empezó como tantos otros; otra oportunidad para recordarlos, para llorarlos, y para lamentarnos de no haber podido anticipar que ése sería su último día, y de que no haberles dicho todo lo que ya nunca podremos decirles.

Es otra vez martes 11 de septiembre para recordar que el cielo azul de La Ciudad de Nueva York se tiño de un espeso humo negro que por días nos ocultó el sol y nos robó la alegría. ¡Ah día aquél! Cómo olvidar que los que mejor la pasamos, no llegamos a casa, aunque después de horas interminables, pudimos llamar para decir que estábamos vivos, y que nos volverían a ver. ¡Cómo olvidar la angustia y el miedo de lo inesperado y lo desconocido! Y ¿qué del dolor de saber que habíamos despertado de un ilusorio sueño que otros jamás había soñado?... Sí, es otra vez martes 11 de septiembre, otra oportunidad para recordar que la seguridad e invulnerabilidad del suelo americano -que nos quieren vender los políticos- son sólo quimeras.

Es otra vez martes 11 de septiembre para volver a escuchar los aviones de guerra sobrevolando el cielo convertido en infierno. Es otra oportunidad para recrear el miedo de no saber cómo animar a unas caritas tristes que nos miraban en busca de respuestas. Es otra oportunidad para admitir que algún día nuestros hijos nos preguntaran dónde estábamos en ese preciso momento, y nosotros sin vacilar podremos contestarles haciendo uso de las vívidas imágenes que han quedado impregnadas en la memoria.

Es otra vez martes 11 de septiembre, otra oportunidad para reflexionar sobre el curso del mundo actual y nuestro papel en el escenario global. Es otra oportunidad -que igual que siempre los políticos obviarán, ya que se concentrarán en dividir el mundo entre malos y buenos. Es otra oportunidad para que éstos den riendas suelta a sus demagogias, y sigan manipulando el miedo y el dolor de los que vivieron aquel dantesco día.

Es otra vez martes 11 de septiembre, otra oportunidad que se nos escapará, para cuestionar lo que elegimos inculcarles a nuestros hijos. Es otra oportunidad en la que en vez de hablarles sobre causas y efectos, nos concentraremos en explotar sus más íntimos miedos, en exaltar nuestro egocentrismo, y en ver el mundo de desde una cúpula que no$ ha $ido legada por lo$ podere$ divino$. Y ¿por qué no? Es otra oportunidad para continuar fortaleciendo un patriotismo a ciegas, para limitar la capacidad de pensar críticamente sobre las políticas nacionales e internacionales, y para ignorar sus consecuencias en el ámbito global.

Es otra vez 11 de septiembre, otra oportunidad para llorar por todos los inocentes caídos, por todos los rincones del planeta, víctimas del terrorismo. Es otra oportunidad para revivir aquel fatídico día, y saber que los inocentes que cayeron, sólo fueron las víctimas de paso, como lo son a diario miles de víctimas en otras latitudes, y peor aún, que en este preciso momento seres inocentes siguen cayendo víctimas de terrorismo organizado bajo organizaciones clandestinas o banderas de estados.

Es otra vez 11 de septiembre, otra oportunidad para ofrecerles una rosa blanca a los hombres de todas las razas y credos, con la débil -aunque no extinta- esperanza de que algún día deje de ser símbolo de un estado ideal, lejano y ajeno.

Imagen: Vía Artfullgive.com