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domingo, 12 de abril de 2015

Una semana repleta de microagresiones

El término "microagresión" fue acuñado en los años 70 por  el profesor Chester M. Pierce, de la universidad de Harvard, para referirse a una conducta inconsciente que refleja nociones discriminatorias hacia algún grupo minoritario. Las microagresiones son dañinas, a pesar de no ser deliberadas, ya que refuerzan concepciones racistas, clasistas o sexistas.

Las microagresiones hacia las mujeres son bastante comunes; puede manifestarse de la siguiente manera: objetivación sexual, lenguaje sexista, dudas sobre su capacidad intelectual, bromas sexistas, invisibilidad social, interrupciones mientras habla, silenciamiento y/o apropiación de sus ideas. Las microagresiones pueden ser sutiles por lo que quienes incurren en ellas no se dan cuenta de que reflejan concepciones discriminatorias.

He aquí algunos ejemplos:

El papel tradicional de los géneros:

El semana fui a desayunar con un amigo. Mi intención era pagar la cuenta porque la última vez que salimos, él había pagado. A pesar de que pedí yo la cuenta, el mesero se la entregó a mi amigo. Este acto tiene su origen en la creencia arcaica de que el hombre deben pagar siempre.  Hubo un tiempo en que la mujer no producía, y por lo tanto, el hombre siempre pagaba, pero la realidad ha cambiado. No tengo ningún problema en pagar la cuenta, como tampoco lo tengo con que la pague él.

La sirvienta de los hombres de la casa:

También vi cómo una madre hacía su parte para perpetuar la desigualdad entre los géneros al inculcarles a sus hijos que la mujer cocina y limpia, y los hombres simplemente están para ser servidos. Muchas madres hacen que las niñas le preparen una merienda a su hermano cuando tiene hambre, pero nunca al revés. ¿Por qué no enseñarle que se la prepare él mismo? ¿O, por qué no pedirle a él que le prepare la merienda a ella aunque sea de vez en cuando?

Invisibilidad social:

Estábamos listos para pedir la comida, a pesar de que inicié el contacto con ella, la mesera, de inmediato,se voltea hacia mi acompañante. Mi querido amigo, con quien he conversado de estas cosas, me cedió el privilegio de pedir primero, a pesar de la mesera. Por supuesto que la chica no tenía ninguna intención de hacerme sentir invisible, es tan sólo que estas practicas están arraigada en nuestra cultura patriarcal. Es hora de ir inclinando la balanza.

La voz de la mujer es prescindible:

Muchos hombres sienten la necesidad de hablar por las mujeres, en diversos ambientes. Los hombres frecuentemente explican lo que la mujer ha dicho, o simplemente la interrumpen. Estas actitudes se manifiestan desde una junta de trabajo, una discusión en las redes sociales o al pedirte la cena en un restaurante. La premisa, supongo, es que la voz del hombre tiene más peso, y prestigio que la de una mujer.

Para cazar marido debes ser sumisa, tímida y bien hablada:

Recientemente un amigo me saludó con estas dos frases: "Pero, Sonia, tú está' metida full en la política. Bájale algo a la política que tu asu'ta a los hombre'." Me quedé estupefacta. Prácticamente me dijo cállate para que pesques marido. Su opinión se basa en mis comentarios en las redes sociales y por lo que escribo en este blog.

Este tipo de actitud es normalizada socialmente, y por ello, mi amigo no tiene idea de lo machista y ofensivo que fue su comentario. En tan sólo dos oraciones me mandó a callar, a no pensar, a ser sumisa, y a ser deseable para un hombre. Cómo si yo no fuera suficiente por mí misma, y mi valor dependiera de ser la esposa de alguien.

Me fastidia que este amigo piense que tengo que dejar de ser quien soy para que un hombre se fije en mí. Si es ese el requisito, seré sola toda la vida. Mis proclividad a pensar, tener conciencia social y las garras para decir lo que pienso intimidan a un hombre, me parece muy bien. No me interesa atraer tamaño pusilánime. No soy un apéndice de nadie, soy una mujer que disfruta de la presencia de un compañero, pero jamás de un amo que limite mi forma de pensar y actuar

Cada de vez que una de estas situaciones se presenta siento una gama de sensaciones negativas que van desde la invisibilidad, a la rabia, a la impotencia. Hubo un tiempo en que se las dejaba pasar, ya no, ni una más, aunque claro, eso los lleva a calificarme de histérica. Conviene recordar que una mujer histérica es, casi siempre, una que no está dispuesta a soportarles su machismo. 

sábado, 22 de marzo de 2014

El lente satírico de Suzanne Heintz y sus maniquíes

La historia de Suzanne Heintz se esparce como pólvora: La mujer que formó una familia con dos maniquíes. Incialmente, cuando leí el titular la idea me pareció una tontería. Me pregunté ¿a quién se le ocurre hacer una familia con maniquíes? Imaginé a una loca más a las que el Internet le ofrece una plataforma. Pero, ¡qué equivocada estaba!

Hice clic en el vínculo, y al observar las fotos me di cuenta de que lo que hacía Heintz era pura sátira. Los Heintz proyectan la imagen de una familia típica, feliz, que pasa tiempo junta en casa, y que una vez al año va de vacaciones. Suzanne aparece en su rol de madre y esposa: lava los platos, mantiene el jardín, sirve la cena, acuesta a la hija, y el esposo simplemente está. Está sentado a la mesa esperando la cena o leyendo el periódico. Una familia mainstream como quisiera perpetuar nuestra sociedad.

La foto más impactante para mí es la que nos ofrece una escena matinal en la que el Sr. y la Sra. Heintz están sentados a la mesa. Podemos percibir la rabia, que bordea la tristeza, o viceversa, de la señora Heintz. La señora simplemente está ahí con los labios cotraídos, la mirada perdida, mientras intenta comerse una toronja.

El espectador siente el  infierno que vive la señora de la casa. La escena nos obliga a contemplar la vida ficticia y la real de Suzanne. ¿Es ésta la felicidad que la sociedad quiere para ella? ¿Qué tal si ella está verdaderamente contenta con su forma de vivir? ¿Por qué exigirle que sea quien no es, y entre a un matrimonio para callar la sociedad? ¿A eso se llama ser feliz?

La respuesta de Suzanne Heintz es brillante. Si lo que se precisa es una familia a cualquier precio, ella provee una, aunque sea de plástico. La osadía de Heintz le acerca un espejo a la sociedad, en el que se proyecta lo rídiculo de su obsesión con el matrimonio y la familia como únicos caminos para las mujeres. Una idea que fue siempre rídicula, pero que el siglo XXI acentúa particularmente.

No hay felicidad ni exito sin hijos ni esposo para la mujer. Se puede haber logrado miles de metas, pero el no complementarlo con un matrimonio los hace irrelevantes. No importa que tan plena sea su vida, ésta será vista como una "pobre mujer." Todos sienten lástima por las mujeres exitosas y solteras; a pesar de que ellas están viviendo su vida, tal cual la pensaron, y no siguiendo un esquema.

A la gran mayoría se le escapa que el no casarse ni tener hijos es sólo una opción. Muchas mujeres son felices así, y el vivir en el siglo XXI se lo permite, aun cuando el resto de la sociedad se resista a asimilarlo, y las siga hostigando con preguntas, que más que respuestas buscan explicaciones. Sería genial si en vez de cuestionar la forma cómo una mujer ha elegido vivir su vida, se la aceptara tal cual, y si es obligatorio interrogar, que sea sobre su estilo de vida, y no sobre el que obiviamente rechazó. 

sábado, 11 de enero de 2014

El feminismo y la lucha social

Quiero compartir esta cita que he encontrado en el libro, que actualmente leo, Severino Di Giovanni: La pasión por la anarquía. Di Giovanni, como buen anarquista, entendía la opresión de la mujer como parte integral de la lucha social.
"Así como los obreros sufren la tiranía económica de la clase capitalista, así las mujeres -en la costumbre y en la ley- son víctimas de la tiranía del sexo masculino... 
Las mujeres deben tener la misión y el interés de preocuparse con todo amor por la cuestión social, porque el feminismo fuera de ella será sólo una vana academia de pocas comadres ambiciosas." Severino Di Giovanni (En Culmine, 1927)
Estoy de acuerdo en que la problemática de la mujer debe ser parte intrínseca de la lucha social en general. El feminismo debe estar en el centro, y no al margen, de la lucha por una sociedad más justa e igualitaria.

domingo, 24 de febrero de 2013

El privilegio de ser hombre

El privilegio masculino es muy parecido al concepto de white privilege¿A qué me refiero cuando hablo de privilegio masculino? Me refiero a esas cosas que los hombres pueden hacer simplemente por ser hombres, y sin que nadie se las atribuya a todo el género masculino como ocurre con las mujeres.

Las mujeres lidiamos con las consecuencias del privilegio masculino todos los días, ya sea en la vida matrimonial, en la fuerza laboral, con las decisiones que tomamos de cómo vivir nuestras vidas, al enfrentarnos al acoso sexual, al ser responsabilizadas por las violaciones sexuales, y un largo etcétera. Es cierto que hay hombres que son acosados, y hasta violados pero ésos son casos aislados y no resultado de un problema sistémico. 

En lo cotidiano, un hombre que vaya haciendo estupideces en las carreteras nunca escuchará un: "mujer habías de ser." No. Es simplemente un caso aislado, por el contrario, si es una mujer deja de serlo. Del mismo modo, si un hombre tiene muchas parejas sexuales, nadie le toma eso en cuenta, por el contrario, se le celebra su vida sexual. Si es una mujer se la crucifica y se le cuelga la etiqueta de puta. Baste para probar lo que acabo de decir el hecho de que ni siquiera existe una palabra denigrante para describir esta conducta sexual en el hombre.

En lo laboral, por lo general, los hombres tienen más acceso a las posiciones de poder, aun cuando en la compañía haya mujeres igualmente capaces. Si las cualificaciones son similares, la balanza se inclina por el sexo masculino. Esto también suele ocurrir en lo salarial. Está comprobado que a las mujeres les pagan menos por hacer el mismo trabajo que hacen los hombres. 

En lo personal, si una mujer decide no casarse ni tener hijos, esto es considerado una afrenta. La soltería en el hombre no es mal vista, y mucho menos es base para disminuir o cuestionar su masculinidad. Una mujer sin hijos o soltera, se ve como menos mujer. Si la mujer se casa y tienen hijos, y si fuera necesario que uno de los dos sacrifique la carrera, el hombre espera que sea la mujer la que lo haga. 

Lo peor de todo esto es que los hombres como portadores de dicho privilegio, no siempre pueden verlo. Peor aún es que muchos piensan que el feminismo ha resuelto la desigualdad entre géneros. Es innegable que hemos avanzado en la lucha por la igual, sin embargo, los avances, a veces, son puramente ornamentales y el núcleo del privilegio sigue intacto.