miércoles, 18 de febrero de 2015

Pablo Iglesias o el reformista "radical"

Me dirigí al auditorio pensando que habría poca gente, era aún temprano. Me equivoqué. Había mucha gente, y por lo que se veía, en la mejor disposición de recibir el mensaje que traería Pablo Iglesias. Sobre el escenario todo estaba listo: un pódium, dos sillas, una mesa con dos vasos de agua, y dos micrófonos. El trasfondo era de madera donde estaban insertas, casi imperceptibles, las bocinas. Sobre la pantalla se proyectaba un círculo sobre un fondo morado, tal vez púrpura, y la palabra que abarca todas las esperanzas de un gran sector de la población española: Podemos.

El ambiente era expectante, casi festivo. Pablo Iglesias debía empezar a hablar a la 1:00. Eran las 12:40 y el auditorio estaba abarrotado. Había un micrófono dispuesto para las preguntas del público a ambos lados del recinto. Me volví sobre el hombro y observé cinco cámaras habilitadas en la parte trasera, y varios miembros de la prensa.

Para la 1:00 de la tarde el auditorio estaba a toda capacidad, y Pablo Iglesias aún no llegaba. Robert Robinson, el director de The Left Forum, atravesó varias veces el escenario, tal vez, impaciente ante la ausencia de su invitado. Unos instantes más tarde Amy Goodman se le acercó a conversar. Robinson arregló unos papeles y el micrófono que estaban sobre el pódium. Pasaban de la 1:15 y seguíamos esperando al orador.

La espera terminó a la 1:25 de la tarde; Iglesias entró, y de inmediato, el público estalló en un prolongado aplauso.  Caminaba por el lateral derecho, y de repente, se oyó un grito de "Qué viva la República", y varias voces respondieron "Qué viva", también se escucharon varios "Pablo te queremos". Hubo más aplausos.

Pasó muy cerquita de donde estaba sentada, y pude observar su sonrisa transparente, sus ojos chispeantes, su pelo en una cola. Llevaba camisa roja, remangada hasta al codo, pantalones y tenis negros. Iba tal cual lo había visto en la tele y los periódicos. Sonreía y aplaudía con el público, mientras se encaminaba hacia el escenario. De inmediato, Robinson presentó a Amy Goodman, quien presentaría a Pablo Iglesias.

Goodman destacó la importancia de los medios independientes que llevan la voz de los sin voz. "Es nuestra responsabilidad ir a donde haya silencio". Destacó la importancia de los movimientos sociales, como Los indignados de España y los de Occupy Wall Street, y enfatizó la solidaridad que ha existido entre ellos. Habló de la trayectoria de Podemos hasta convertirse en fuerza política con cinco eurodiputados. Y, se refirió a Iglesias como el hombre que podría ser el próximo presidente de España. Sugirió a los incrédulos volver la mira hacia Grecia.

Pablo Iglesias inició su discurso diciendo que se sentía muy bien de estar entre nosotros, mucho más a gusto que en Wall Street de donde venía. Se escucharon las carcajadas del público. Procedió a expresar su admiración por las luchas del pueblo estadounidense. Habló de los trabajadores de Chicago que conquistaron con sus huelgas mejores condiciones de trabajo, de Rosa Parks cuya resistencia hizo a EE.UU. un poco más justo, cito a Abraham Lincoln, y expresó su admiración por LeBron James quien protestó el asesinato de Trayvon Martin en plena cancha de basquetbol.

Una vez concluidos los elogios a las luchas y el ingenio estadounidense, Iglesias empezó su discurso antiausteridad, y empezó a identificar responsables del estado actual de las cosas. Trazó una línea recta entre la crisis de la última década y las reformas de los años 1970, las que conformaron la base de un sistema que castiga a los pobres y privilegia a los ricos. Procedió a agrupar a los responsables de la crisis y sus consecuencias bajo lo que llamó el Partido de Wall Street. Decretó que los poderosos son afiliados a la Tercera Internacional de Wall Street, ante lo que el público rió de nuevo.

Iglesias aseguró que las medidas de austeridad no sólo han fracasado en solucionar la crisis, sino que la han empeorado, y que han destruido el estado de bienestar con que contaban los españoles. Los trabajadores españoles cada vez son más pobres, mientras un pequeño sector se hace millonario.

Insistió en que el Banco Central Europeo debe dejar de trabajar para los poderosos. Recalcó la importancia de fomentar la inversión pública y redistribución de las riquezas a través de un código de impuestos con el que los privilegiados devuelvan una justa contribución al erario. Insistió en que la inversión en la educación es vital, y en que es necesario fomentar las escuelas vocacionales, y atacar el privilegio a todos los niveles.

Arguyó que la política no puede ser sólo conceptual, ni practicada por un grupito de izquierdistas en un rincón o en las universidades. Hay que hacerla accesible a la gente. Dijo que "La política debe ser un conjunto de herramientas para la gente", una forma de resolver lo que está mal. Expresó el deseo de Podemos de crear una nueva mayoría, no sólo con la izquierda tradicional sino con todos aquellos que estén hartos del statu quo y quieren resolver los problemas actuales de la sociedad española.

Pablo Iglesias sostuvo que los ataques a Podemos por parte de los medios y  los poderosos son muestra de que están trabajando bien, y de que éstos les temen. "El poder le teme al pueblo", aseguró. Y, es precisamente en el pueblo, en la participación ciudadana, en donde radica la fuerza de Podemos; por lo tanto, son indetenibles, aseguró.

La intervención duró una media hora, luego vinieron las preguntas.  En varias ocasiones dijo medio en broma, medio en serio tal vez, que era el examen más difícil al que se había presentado, y el que fuera en inglés lo complicaba aún más. Era obvio que la barrera del idioma dificultaba su espontaneidad y dinamismo. En varias ocasiones tuve la impresión de que no contestaba las preguntas de forma satisfactorias, y me parece que el inglés fue un factor.

En la sesión de preguntas emergió un Pablo Iglesias a veces inseguro,  confuso, ingenuo, y otras profundamente sincero. Le contestó a un profesor de marcadas tendencias izquierdistas que no se podía aspirar a desmontar el capitalismo con ganar unas elecciones; procedió diciendo que aspiraba a implementar algunas "reformas". Y concluyó diciéndole que el marxismo predicado desde las aulas no cambia nada.

El "radical" Pablo Iglesias es un autoconfeso reformista que no buscará implementar grandes cambios estructurales. Aseguró que de ganar Podemos las elecciones, su primera medida sería limitar el efecto desastroso del capitalismo en la vida de los ciudadanos. De inmediato pondría fin a los desahucios. Es un comienzo.

Poco tiempo después, se dio por terminado el acto y varias personas lo rodearon en el escenario. Lo vi conversar, hacerse foto, y sin darme cuenta se escurrió por la puerta de atrás. Imagino iría a conversar con la prensa.

Me quedé sentada un rato pensando. Podemos es una bonita iniciativa de la que yo sé muy poco. Ojalá ganen, pues sería algo distinto a lo que existe, y supongo es algo. El que el movimiento se llame Podemos me deja un mal sabor de boca, porque recuerdo el Yes, We Can de Obama, quien resultó ser otro guerrero imperial de corte neoliberal. Nada más. ¿Ocurrirá lo mismo con Podemos? El tiempo dirá; me siento escéptica.

Si fuera española votaría por Podemos, por la esperanza que supone lo nuevo, pero muy consciente de que en un sistema donde el dinero y el poder mandan, no hay espacio para los cambios estructurales necesarios, si acaso para insignificantes reformas. Y eso Pablo Iglesias lo tiene muy claro. De todos modos, vale la pena soñar, en lo que la sociedades evolucionan hacia estados más justos, más humanos.