viernes, 21 de noviembre de 2014

Redescubriendo al Borges de Inquisiciones

He vuelto a echar una mirada sobre Inquisiciones. En estos días me ha dado por leer o releer varios textos que se publicaron en Argentina alrededor de 1926. Mi interés por este año es puramente filológico. Pero volvamos a Borges.

Me ha sido agradable volver a ese Borges que preludia al de las décadas posteriores. He leído varios textos de los incluidos en Inquisiciones. Tal vez, escriba algo de algunos de ellos. Pero hoy, quiero solamente comentar las siguientes palabras, que alguna vez había leído, pero que simplemente les pasé por encima. Esta vez, me he quedado rumiándolas:
"La prefación es aquel rato del libro en que el autor es menos autor. Es ya casi un leyente y goza de los derechos de tal: alejamiento, sorna y elogio. La prefación está en la entrada del libro, pero su tiempo es de posdata  y es como un descartarse de los pliegos y de un decirles a adiós" (7).
Tiene razón Borges en que el tiempo de la prefación es de "posdata". Siendo así, me parece que más que prólogo las obras literarias deberían, si fuera necesario, llevar epílogos, jamás prefación. Como lectora, si la hay, jamás la leo antes de terminar el libro; a menudo ésta sólo es provechosa una vez leído el libro.

El otro aspecto interesante de esa cita es que el autor, en su función de prologuista deja de serlo para convertirse en un primer casi leyente de su obra. No lee ya buscando perfeccionar el texto, sino despedirlo. Sin embargo, jamás podría ser una auténtico lector, pues no podría aspirar al asombro y a la ensoñación que produce el descubrir o construir el texto. Su mirada privilegiada, y cegata a la vez, se lo impiden. 

Por otra parte, confieso que me ha chocado la predilección borgeana por el arcaísmo "leyente" en vez de lector. En Inquisiciones lo usa varias veces. Y me pregunto por qué. Hice una búsqueda en CORDE, y contasté que hay veintiocho casos registrados de la palabra en los cuatro siglos anteriores a Borges, y seis entre 1900-1925.

Son sólo un puñado los escritos en los que aparece "leyente". Sin embargo, me llamó la atención que uno de ellos sea de Diego Torres de Villarroel (1693-1770). Borges menciona el texto en cuestión, y reseña su obra en Inquisiciones. ¿Coincidencia?

En estas cosillas, pierdo yo mi tiempo este viernes por la tarde. Mentirías si les dijera que no disfruto estas nimiedades literarias.

jueves, 20 de noviembre de 2014

En inmigración, Obama ofrece un paliativo, no una solución

Obama anunció esta anoche una acción ejecutiva orientada a mejorar la crisis migratoria que vive el país. Es importante entender qué garantiza la orden y a quiénes beneficia, antes de poner al señor presidente en un pedestal.

Ésta garantiza permiso de trabajo, y la tranquilidad de saber que no se será deportado por un período de tres años. La orden no garantiza la legalización y menos la ciudadanía. Los beneficiados serán unos cinco millones de personas.

Para ser elegibles, los inmigrantes deben haber residido en el país por cinco años, tener niños, sean ciudadanos estadounidenses o residentes legales, y, por supuesto, no haber delinquido.

Con esta orden ejecutiva, el presidente ha creado, por lo menos, dos grupos de inmigrantes indocumentados: los que él decidió amparar temporalmente, y los que dejó a merced del Servicio de Inmigración. Ha aliviado el sufrimiento de un grupo de inmigrantes, pero no ha hecho nada por la mayoría.

Escuché el discurso con atención, analicé cada palabra que dijo el presidente Obama. No me gustó su tono denigrante, aunque iba disfrazado de buenas intenciones. La retórica religiosa suena siempre tan falsa en boca de los políticos; y la criminalización de los inmigrantes es simplemente intolerable y demagógica. Recalcó ad nauseam que haber entrado al país sin documentos es un acto criminal.

Obama habló incesantemente de que los EE. UU. es una nación de leyes, y de que los inmigrantes por haber cometido "el crimen" de entrar al país sin documentos ni autorización, deben expurgar su culpa. No sé exactamente cual será la penalidad.

Lo que sí sé es que la ley es aplicada a hombres y mujeres indefensos, que todos los días trabajan como burros para cultivar la comida que nos llevamos a la boca, limpiar nuestras casas y cuidar de nuestros niños. Sin embargo, es inexistente para los torturadores,  criminales de guerra y los desfalcadores que hundieron el país en una de las peores crisis económicas.

Me alegro de que algunos puedan salir de las sombras, aunque sea por tres años. Sé que hay mucha gente que hoy se siente un poco más libre. ¡Qué bueno por ellos! Sin embargo, creo que lo justo hubiera sido no crear dos clases de inmigrantes indocumentados. De igual modo, me pregunto qué ocurrirá con esta medida temporal, si nuestro bueno para nada congreso no pasa una reforma de inmigración dentro del período de prórroga.

La orden ejecutiva de Obama no es una solución, sino una medida paliativa.Estas personas seguirán siendo indocumentadas, la diferencia es que tendrán permiso de trabajo, y podrán respirar aliviadas aunque sea por tres años. Y ésos son los amparados, los otro seis millones de indocumentados siguen en el limbo migratorio indefinidamente, sin que al presidente ni al Congreso parezca preocuparle.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Sin el mundo en las manos

No soy de las personas que piensa que todo tiempo pasado fue mejor. Vivimos en un momento maravilloso en el que la tecnología y la ciencia nos ofrecen posibilidades impensables para  nuestros antepasados. La tecnología nos ha puesto el mundo en la palma de las manos, y esto ha resultado en que siempre estamos conectados, escasa vez presentes donde nos encontramos.

A mí, esa omnipresencia de la tecnología, que se traduce en intromisión en nuestro diario vivir, puede llegar a molestarme. Me desagrada nuestra adicción al móvil, por ejemplo. Me molesta su uso durante la cena o un encuentro casual con una persona, de quien quieres su plena atención. El caso es peor si hay un interés romántico, y se explora la posibilidad de una relación. He vivido algunas experiencias horrorosas en este ámbito.

Anoche, sin embargo, duré horas conversando con un ser humano a quien no vi sacar su teléfono en toda la velada. Tampoco lo hice yo, excepto cuando se fue al baño, mi teléfono vibró al entrar un mensaje de una amiga. Lo contesté, me excusé rápidamente, y lo regresé a mi cartera. Cuando mi amigo volvió, lo que sostenía en la mano era una copa de vino. Nada más.

Nuestras manos estuvieron sobre la mesa, libres de aparatos electrónicos, desconectadas del mundo. Me a gustó estar plenamente presente, de espaldas al mundo que latía detrás de la pantalla del móvil. Quisiera repetir esta experiencia más a menudo y con una audiencia más extendida.   

viernes, 7 de noviembre de 2014

La inaguantable arrogancia de los servidores de dios

Me siento a escribir este post como desahogo a la frustración que me causó esta semana una conversación con una amiga cristiana, quien desde su posición de superioridad se da el lujo de juzgarme e intenta redimir mi alma perdida. Parece ser que convertirme es su proyecto de vida. Su misión, sin embargo, está destinada al fracaso porque rechazo la premisa sobre la que se sostiene la creencia religiosa. Ni creo en un ser superior ni creo en la biblia. 

No soy maleable. Nadie nunca me ha convencido de hacer nada que yo no haya querido. Soy una mujer de convicciones fuertes, y cuando he cambiado de parecer ha sido porque la evidencia me ha convencido, no porque nadie lo haya hecho. Así es que intentar demostrarme la verdad con la ilógica retórica bíblica es inútil.

No entiendo la necesidad de querer sumarme a las filas del señor. Tal vez sea porque jamás he tenido la necesidad de convencer a nadie de mis creencias. Mi ateísmo es mío, no se lo impongo a nadie. Me parece que cada quien debe llegar a su verdad por cuenta propia. ¡Sí tan sólo los cristianos me reconocieran el derecho a no estar de acuerdo con ellos! Infortunadamente, su tozudez y arrogancia se lo impiden.

Me dicen los cristianos que ellos tienen la verdad de su lado. El problema es que a mí no me importa si tienen o no la razón, ni si erré en mi elección. Lo importante para mí es  poder pensar y cuestionar lo que quiera, ser fiel a mi misma y a mis principios. 

Por otra parte, me niego a consumir  mitología como antídoto al sufrimiento y a la mortalidad. El dolor lo enfrento, y la mortalidad no me preocupa. Sé que voy a morir, y que en unas décadas no habrá huellas siguiera de mi paso por la Tierra. El miedo a la intrascendencia, no es suficiente para creer en un ser creado a imagen y semejanza de lo peor de nuestra humanidad.

He sido atea desde siempre aunque por no pertenecerme me obligaron a hacer la primera comunión y la confirmación, y a permanecer en la Iglesia Católica hasta la mayoría de edad. Las lecturas, los años y las vicisitudes no han hecho más que afianzar mi ateísmo. Aunque debo decir que no soy seguidora de los ateos célebres de hoy, como Hitchens, Dawkins, Harris o Maher, porque han puesto su ateísmo al servicio del militarismo.

Mi ateísmo es mío, no se lo debo a nadie, me pertenece desde antes de comprender a plenitud lo que suponía. Surge de mi capacidad de pensar, analizar; y de darme cuenta de que el dios de la Biblia es un ser poco digno, el cual espera que sus súbditos se le humillen, sufran y le imploren. Mi amiga jamás podrá convencerme de su existencia. Estoy casi segura de que nuestra amistad no sobrevivirá otro de sus embistes de arrogancia.