jueves, 18 de abril de 2013

Residencia en mi interior

Conocer a alguien lleva tiempo, años, y ni siquiera así tendremos nunca la certeza de saber quién es verdaderamente ese otro ser. De igual modo, llegar a conocernos a nosotros mismos es tanto o más difícil. El proceso requiere poner un espejo en esos sitios oscuros que preferiríamos no ver –aunque está claro que llegar a esos baches es la mayor parte del trabajo, y reconocernos con nuestras miserias es el principio del conocimiento propio.
Entender quiénes somos requiere soledad, trabajo, dedicación, esfuerzo consciente, y un viajar constante hacia adentro.  Requiere estar a solas con uno mismo, sentir el dolor en vez de evadirlo, reconocer la desesperación, la soledad cósmica, los miedos, las inseguridades. Es enfrentar nuestros demonios, esos que nos han legado otros, y los de nuestra propia autoría. Se precisa de conversar con hombres que vinieron antes, y que sintieron la misma angustia, el mismo desasosiego y dolor. Sentir su soledad, mitiga de algún modo la nuestra. A través de esos náufragos, entendemos, a veces, nuestra agonía.
Llevo años mirándome por dentro, he ganado terreno, sin embargo, el campo siempre se ensancha sin que pueda hacer nada.  El ser no es estático, mucho menos lo son las circunstancias, y el mundo físico. Me he visto actuar en situaciones que jamás imaginé. He caído mil veces, y me he levantado otras tantas. He sufrido y gozado profundamente. He vivido una vida auténtica, sin subterfugios ni escapismos.
La vida es un largo aprendizaje para algunos, para otro sólo un trayecto que hay que pasar lo mejor posible, y sin pensar mucho. A esos los detesto, pero a la vez los envidio. Nunca podré ver la vida desde su óptica. Eso es cuestión meditada, asumida y superada. Es una cuestión filosófica. Prefiero sentir el dolor de la existencia que drogarme con banalidades que no me sirven de nada, porque al final la angustia permanece.
Para mí la vida no es un valle poblado de flores, si es valle, es de tribulación. Nuestra primera desgracia es nacer. Nos traen a una fiesta a la que no pedimos venir. Ya aquí hay que hacer del desastre lo que podamos. Cada quien debe dotar de significado este sinsentido. Muchos encuentran su oasis en ficciones de origen mundano, que por dos milenios han pasado por divinas. Esas ficciones que a tantos ayudan a transitar este pasaje, han servido de excusas por siglos para subjugar, invadir, y perpetuar el poder. A mí esa ficción no me sirve. No mitiga ni mi angustia, ni mi dolor, ni mi soledad cósmica.
Mi visión de la vida es pesimista, lo sé. No espero que nadie la comparta ni la entienda. No es ni mejor, ni peor que la de los demás, simplemente es la mía. Es una visión hecha de vivencias, de soledades, de dolores, de decepciones, de lecturas.  A pesar de mi visión nihilista, he elegido construir, en vez de destruir. Por años he ido creándome un mundo propio, que funciona como amortiguador entre el sinsentido y mi día a día. Mi mundo inventado fortalece mi naturaleza solidaria, mi amor por la gente, mi intento de ser la voz de los oprimidos, y mi lucha constante de ser mejor persona cada día. 

domingo, 14 de abril de 2013

El sistema judicial de EE.UU. sigue siendo racista

Se equivoca quien crea que el racismo institucionalizado es cosa del pasado en EE.UU. Para constatar que el racismo aún permea en las instituciones del estado baste con asomarse al sistema judicial, en cualquiera de sus ramas. He escrito de esto antes, específicamente sobre la pena de muerte y su aplicación de forma injusta, y desigual entre reos pertenecientes a las minorías.

Esta mañana, antes de levantarme, leí una noticia que me enfureció, ya que evidencia el racismo inherente en los cuerpos policiales. Un policía de la Florida fue destituido por practicar tiro al blanco con una foto del asesinado adolescente, Trayvon Martin. Además de la repulsión que causa esta acción, el problema es mucho mayor. Es decir, lo verdaderamente grave es lo que implica el que un policía se sienta con la libertad de practicar tiro al blanco con un niño afroamericano, quien, además, fue victima de un crimen racial. ¿Qué creencias pueden llevarlo a cometer esta aberración? Esa es la pregunta fundamental.

Al analizar esa pregunta, uno entiende que el tiro al blanco con la foto de Trayvon Martin es un simple síntoma de una práctica que se extiende por todo el país, especialmente, en las ciudades con grandes poblaciones minoritarias. La acción del agente son el resultado de las practicas racistas en las que incurren las fuerzas policiales. Esto no es un secreto para nadie, excepto, para los racistas que se empeñan en negarlo. Es plenamente aceptado en las fuerzas policiales asesinar  a integrantes de la minoría con la mayor naturalidad del mundo. Las estadísticas están ahí para probarlo. 

La policía tiene la preconcebida noción de que pueden hostigar, perseguir y asesinar a miembros de las minorías, y hacer preguntas después. ¿Por qué? Sin duda porque cuentan con el apoyo de toda la institución, y la benevolencia de los jueces.

Uno de los ejemplos más claros del racismo en las fuerzas policiales de la nación lo ofrece la estrategia Stop and Frisk de la policía de Nueva York. Los negros y los latinos han sido asediados por años por la práctica de esta estrategia policial. Actualmente, hay una investigación en corte sobre Stop and Frisk, impulsada por organizaciones civiles. No hace mucho el jefe de la policía de Nueva York  dijo públicamente que la policía busca instaurar miedo en los grupos minoritarios, de modo que cada vez que salgan de la casa, estén consientes de que están bajo la mirilla de la policía (paráfrasis y traducción libre). ¿Diría lo mismo sobre los anglosajones? Jamás.

No hay que olvidar que la mayoría de las personas detenidas y hostigada por la policía y su Stop and Frisk no ha cometido ningún crimen, excepto tener fisionomías latina o afroamericana. Es lo que ocurrió con el asesinado de Trayvon Martín: fue asesinado por el "potencial criminal" que su piel negra le suponía al guardia de la comunidad George Zimmerman.  

La brutalidad policial, el continuo asesinato de integrantes de la minoría, la impunidad con que se manejan los policías, y la ligereza con la que las cortes tratan su abuso de poder son indicaciones del racismo que existe en el sistema judicial.  

domingo, 7 de abril de 2013

"Violeta se fue a los cielos" de Andrés Wood

La película "Violeta se fue a los cielos" de Andrés Wood se presenta en el Lincoln Plaza Cinemas desde el 29 de marzo. El film está basado en el libro del mismo nombre de Ángel Parra, hijo de la cantante Violeta Parra.

Vi la película, y me quedé reflexionando en que hay seres humanos que por su complejidad parecen ser inabordables como personajes. Este es el caso de Violeta Parra. Andrés Wood intenta mostrar a Violeta en todas sus dimensiones, pero fracasa -aunque no del todo. Lo que vemos en la pantalla no es la vida de Violeta Parra, sino una interpretación, una visión un poco sesgada de este huracán de mujer.

La película muestra destellos de su complejidad, sin embargo, salimos del teatro sintiéndonos un tanto insatisfechos. Para mitigar las carencias del guión, el director recurre, una y otra vez, a la música y a las muchas entrevistas que nos dejó Violeta.

Me parece que son las canciones y las entrevistas las que salvan la cinta, junto a dos o tres escenas bien logradas. Éstas se imponen en el filme, ya que a través de ellas percibimos la total vitalidad de Violeta Parra. Nos la muestran profunda, vital, divertida, con gran sensibilidad e ingenio, deshacedora de convenciones sociales, valiente, e intensa en toda la extensión de la palabra.

En "Violeta se fue a los cielos" aparecen sólo destellos de la Violeta que nos regala, por ejemplo, Nicanor Parra en su  poema "Defensa de Violeta Parra." ¡Qué maravilloso hubiera sido si Andrés Wood hubiera intentado darnos esta Violeta! En la película falta mucho de la mujer que cautivó el mundo con la frescura de su personalidad y la sensibilidad de su espíritu.

Otro gran ausente en la película es Chile. Sólo vemos su geografía en el eterno deambular de la cantante, nada más. No existe el menor intento de contextualizar la realidad política y social en la que vivió, y que tanto influyeron en sus creaciones y su cosmovisión.

Un gran acierto de la película es, sin duda, la actuación de Francisca Gavilán. Hace una magnifica interpretación de Violeta Parra, -excepto por algunos excesos que comete al mostrárnosla como una mujer tosca, y poco femenina. Me parece que Wood lleva a Gavilán a caer en exageraciones y nimiedades que diezman su actuación y la historia en general. Por ejemplo, el empecinado esfuerzo de recalcar las marcas de la viruela en la cara de la niña Violeta. La vemos rodeada de la más precaria pobreza y abandono, y el director insiste en ponerla ante un espejo preocupada por las marcas en su piel.

Esta obsesión por la apariencia física se convierte en hilo conductor que nos lleva a una Violeta adulta al borde del suicidio, de nuevo en frente del espejo, observando sus cicatrices, sus estrías y su vientre flácido. Sin embargo, a diferencia de cuando era una pequeña, esta escena se justifica por su contexto: Violeta sigue amando a un hombre que la ha dejado por una mujer más joven. En la escena captamos su angustia, su pesar por el implacable paso del tiempo, su soledad, su desesperación.

El mundo de Violeta empieza a crujir bajo sus pies: la soledad, la falta de apoyo del público, el fracaso del espacio en el que pensaba seguir compartiendo su música y la de otros cantantes, la llevan a terminar con su vida a los cuarenta y nueve años. Al final del filme, la vemos exhausta, sin la fuerza que la caracteriza. Violeta decide suicidarse, y ponerle fin a una vida dolorosa y que ella siente, sin esperanza.

La película es una conglomeración de momentos de la vida de Violeta Parra, vistos por ella misma desde la antesala la muerte. Es un desandar los pasos andados. El director nos muestra sus ojos llorosos varias veces para recordarnos que lo que vemos es el balance vital de una mujer que está a punto de morir.

A pesar de las limitaciones, vale la pena ver "Violeta se fue a los cielos." Me gustó mucho. Es sumamente emotiva,  a ratos nos hace reír, llorar y hasta entonar las canciones de la legendaria cantante. La película cierra con su canción más famosa: "Gracias a la vida," escrita un año antes de suicidarse. 

lunes, 1 de abril de 2013

Guerra entre desiguales

Se acerca el fin de las vacaciones de pascuas. Y, al darme cuenta de que se me van acabando, siento unas ganas enormes de tirar de la cola del tiempo, y obligarlo a detenerse; pero, es una guerra inútil entre desiguales.

¡Oh, el tiempo! Ese monstruo invisible que no descansa nunca, y que, con su paso, va transformándome física y mentalmente, empujándome a lo inevitable.

Sí, el tiempo es un verdugo, y algún día acabará por devorarme, arrastrándome  consigo en un eterno devenir hacia la nada.

Cuadro: Sand Clock por Santiago Caruso. Tomado de la página DeviantART