sábado, 18 de febrero de 2012

De un idilio virtual a una real pesadilla

Soy una mujer intensa, y ésa es la única forma de la que quiero vivir. Me desagradan los muertos en vida, esa gente sin pasión por nada, que le asustan los cambios y es incapaz de hacer lo necesario en el momento preciso. Sin embargo, debo decir que vivir intensamente tiene su precio, y, a veces, bastante alto.

La última vez que me pasé de intensa hace ya casi tres años: me fui a conocer a un hombre a quien sólo había tratado por unos meses, a través de emails y unas cuantas conversaciones telefónicas. Se trataba de un lector de este blog que vive a más de siete horas de vuelo de Nueva York. Imagínense la reacción de mi madre al contarle de mis planes... y todo lo absurdo de la relación entre la conexión española y yo.

La pobre mujer puso el grito en el cielo, y me obligó a darle la dirección del lugar donde me quedaría... Pero, yo no lo pensé dos veces, era lo que quería y necesitaba hacer en ese momento, y sólo un "no vengas," me habría detenido. Mis  sentimientos potenciaron mi intensidad y me impulsaron a aceptar viajar a conocer al hombre que me había puesto el mundo al revés. 

No tuve miedo de aventurarme a encontrarme con un desconocido en una lejana ciudad. Por el contrario, fue una experiencia que disfruté mucho, por el tiempo que duró, y por la que luego la vida me pasó factura, bastante alta por cierto. Sin embargo, no me arrepiento de nada, si no lo hubiera hecho, me habría quedado con la incógnita, y la conexión española habría vivido en mi mente con un aire de idealidad nada saludable. Tras el encuentro, él  pasó de galán a patán en muy poco tiempo. Si no habría ido, habría seguido alimentando un sentimiento que, al final, me habría hecho mucho más daño. 

Estoy convencida de que el haber estado dispuesta a tomar un vuelo de más de siete horas y el hecho de que no vacilé un instante, sacudió de pie a cabeza a mi conexión española. Imagino que mi arrojo lo asustó, y le hizo comprender que yo era una mujer de armas a tomar.... Y más valía, para alguien con sus intenciones alejarse de una mujer tan intensa... Eso lo entiendo, de veras, lo que jamás entendí fue el no habérmelo dicho de frente. El silencio es un muy mal mensajero ya que nos permite interpretarlo de mil maneras.

5 comentarios:

  1. ah! me recordaste una historia mia... sensaciones agridulces

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  2. Hola preciosa,

    Esas historias a rato hermosas, a ratos devastadoras, son parte de nuestro peregrinaje sobre este planeta azul. Se viven, se disfrutan, se sufren, se aprende de ellas, y luego las vemos desvanecerse en la nada... como todo lo perecedero y hermoso... ¿Es que acaso el encanto no es en parte su temporalidad? Creo que sí. Y a pesar de todo, vale la pena vivirlas... sólo que nos gustaría que nos dieran la cortesía de un tantín de sinceridad... para mí la falta de ésta es lo único imperdonable...

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  3. Tienes razón, Argénida. Vivir es de por si un riesgo, hay que asumirlo como tal :). Un abrazote para ti querida.

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  4. Corrección: El que no arriesga, no vive. :)

    Y vale la pena, siempre. De los errores o fracasos nos queda algo muy importante para seguir viviendo: las lecciones.

    Abrazotes

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